Capitulo 8

1522 Words
Ausentarse en su trabajo no era la costumbre del oficial Guzmán, pero por su hija haría lo que fuera necesario. Decidió tomarse un día libre, alejado de los crímenes de la ciudad y dedicárselo a sus vástagos, especialmente a Laura, siguiendo el consejo que recibió de Alicia. Llevó a sus hijos a diferentes museos y a algunos parques de entretenimiento. Aunque la conversación con su primogénita era reducida, agradecía que al menos hubiera cruzado un par de palabras con ella. Cuando la tarde se adentró, la incompleta familia yacía en un parque para niños. Tobías corría y jugaba con otros niños. Sergio y Laura se sentaron en una banca en la que podían vigilar al menor de su familia. Ambos guardaban silencio, cualquiera que los viese podría suponer que eran un par de desconocidos compartiendo banca. El inquietante sosiego fue interrumpido por el timbre del celular de Sergio. El hombre atendió la llamada. Por las palabras que su padre pronunciaba, Laura sabía que Loren era la que estaba del otro lado de la llamada. La jovencita Guzmán se sentía a gusto en el lugar en el que estaban, era un lugar al que no había ido nunca y carecía de los recuerdos de su madre. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que decidió asistir a un paseo familiar, después del divorció de sus padres, Raquel no frecuentaba salir y Sergio siempre iba acompañado de su nueva cónyuge. Laura agradecía que esta vez Loren estuviera ausente, quizás, su padre ya había entendido la incomodidad que su esposa le inspiraba. Ante los ojos de la chica, ella era un impostora que buscaba adueñarse de lo que su legítima mamá había construido, una familia. A pesar que Laura se sentía cómoda, no sentía emoción. Qué sentido tenía emocionarse si en menos de veinticuatro hora debía volver a pisar el suelo de la realidad. Volver a la casa sabiendo que no encontraría a su mamá, pero sí a una embustera. Su papá volvería a trabajar largas horas y a dedicarle su escaso tiempo libre a su esposa. Y ella tendría que regresar al instituto y soportar los amargos recuerdos que la atormentaban, y preguntarse infinitas veces por qué la persona a la que más amaba la lastimó de la forma en la que lo hizo. Reprochaba que en su mente aún tuviera protagonismo, pero no sabía cómo borrar a Alex de sus recuerdos. -Regreso en unos minutos. –Informó Sergio, cubriendo con una de sus manos el auricular de su celular. Seguidamente, el hombre se levantó y se alejó un poco en busca de privacidad para seguir su conversación. Dejó sobre la banca su chaqueta y la del pequeño Tobías. Con la mirada de su padre desviada, Laura revisó los bolsillos de la prenda de ropa de Sergio y encontró lo que buscaba, un fardo de billetes, suficiente cantidad para cancelar su deuda con Chema sin embargo, sería muy notorio para su padre, así que, optó por adueñarse de los billetes de denominación más pequeña completando con ellos la mitad de su deuda. Devolvió el resto de dinero a la chaqueta antes de que Sergio regresara, ya después de haber finalizado la llamada. -Era Loren, quería saber qué nos gustaría para cenar, pero le dije que iríamos por unas pizza ¿te parece bien? –Preguntó Sergio acomodándose en la banca. -Eso creo. –Abrevió Laura, simulando normalidad. (…) Con el final del día escolar anunciado, todo los alumnos se dirigían al mismo lugar, la salida, lo que complicaba el objetivo de Christopher, alcanzar a Caleb antes que éste se marchara. En su presuroso caminar tropezó con varios alumnos, pero no le importaba. Reducía su camino tomando atajos o saltándose escalones. El instituto “La Virtud” era magnánimo, la escuela pública más prestigiosa de la ciudad. Sólo era requerido el uso obligatorio de uniformes para hacerse pasar por un colegio privado. La salida del instituto estaba colmada de alumnos, Christopher observaba con detalle a cada uno de los que vestían con uniforme de soccer, no estaba seguro si el equipo de Caleb había tenido práctica, pero si fue así, seguro él había asistido. Luego de descartar a los futbolistas, se enfocó en inspeccionar a la larga fila de alumnos que estaban esperando un taxi, Caleb detestaba el transporte público, fue entonces cuando recordó que, por la misma razón, el hijo del magnate conducía su propio auto. Maldijo internamente al saber que lo estaba buscando en el sitio equivocado y que, probablemente, ya se había ido. Nuevamente, reanudó su vertiginoso andar está vez con dirección hacia el estacionamiento. Afortunadamente, no había muchos alumnos con becas estudiantiles, sólo a éstos pocos privilegiados se les concedía un lugar para aparcar su auto, la mayoría de los vehículos le pertenecían al personal docente y ellos siempre eran los últimos en abandonar el instituto. -¡Caleb! – Gritó Christopher con ímpetu cuando denotó que el mencionado se disponía a subirse a su Hyundai azul. El chico de ojos azules se encaminó hacia él cuando el hijo del magnate se detuvo a su espera. Luego del maratón que recorrió, sus pasos eran aminorados. Con la vía libre el encuentro de los dos fue inmediato. -¿Te metiste con la novia de alguien? –Inquirió Christopher señalando el hematoma en el rostro del otro. -¿Qué quieres? –Cuestionó Caleb sin inmutarse. -Hoy te vi a ti y a Rebecca en el patio, los dos se veían muy felices juntos. -¿Y? –Preguntó impacientado. Chris lanzó un de sus manos a la parte posterior de su nuca y se frotó el cabello como acto de su nerviosismo. Suspiró hondo y se atrevió a preguntar: -¿Ustedes son novios? -Por supuesto que no. -¿Lo quisieras? -No estoy enamorado de Rebecca. –Espetó con contundencia. La atracción que Christopher sentía hacia Rebecca se hacía más evidente. El dueño de la mirada de color zafiro se calmó al escuchar la declaración del hijo De la Vega y, a su vez, se sintió un poco iluso al considerar que Caleb quisiera involucrarse sentimentalmente con alguien. Nunca lo había hecho, por qué iba a empezar ahora. -¿Quieres que te lleve a algún sitio? – Ofreció Caleb. -Por favor. –Pronunció Christopher sin considerarlo dos veces, inmediatamente se sentó en el puesto del copiloto. El auto de Caleb era envidiable y muy pocos habían tenido la suerte de subirse a él. (…) El recorrido fue en absoluto silencio, Caleb y Christopher no tenían nada que los asociara, tan sólo, frecuentaban el mismo grupo de amigos, pero eso no los convertía en unos. El chico de ojos azules descendió del auto a pocas calles antes de llegar al taller de Chema. No estaba seguro si Caleb era conocedor de la clase de negocios ilegales que allí se practicaban, pero no quería arriesgarse en el casual caso de que sí lo fuera. Cuando llegó a su destino denotó a Chema a primera vista platicando con su mecánico. El primer hombre hizo ademanes para invitarlo a pasar a la que era su oficina. Christopher no se hizo rogar y lo siguió. -Cierra la puerta. –Ordenó Chema, una vez dentro del reducido espacio que constaba de un escritorio de madera desgastada y un par de sillas en sus laterales. Solos los dos, el catire se dispuso a entregarle un fardo de billetes que dibujaron una amplia sonrisa en el rostro del otro, así también, le devolvió la mercancía que no logró vender. Se mantuvieron en silencio, mientras que el hombre de mayor autoridad contaba el dinero. Él no confiaba en nadie. -Tienes talento, joven Restrepo. –Halagó Chema. Seguidamente le entregó el veinticinco porciento a Christopher, esa sería su paga. El chico ya tenía planeado en qué gastaría su sueldo. Normalmente lo disfrutaba con sus amigos en cualquier bar, le encantaba faldear, sin embargo, esta vez no sería así. Los últimos días se había sentido miserable por la situación que, seguramente, atravesaba Laura. Ella nunca se había acercado al taller, el que lo hiciera implicaba que realmente estaba en malas condiciones. Sabía que su padre no le daría dinero bajo ninguna excusa, para el oficial Guzmán darle dinero a un adolescente era como verter agua para humedecer la arena en el desierto, un desperdicio. Liberó los billetes de más alta denominación del fardo y los extendió a Chema. -Cancela la deuda de Laurita. –Pidió Christopher. -Ahora te preocupas por ella ¿es en serio? –Expresó el dueño del taller entre risas. -Siempre me he preocupado por ella. -Estoy seguro de que Laura no pensara lo mismo. –Christopher no tenía el valor para desmentirlo, porque, aunque le dolía, Chema no estaba equivocado. No era un caso aislado, Christopher siempre se había preocupado por Laura, pero ella nunca se dio cuenta de eso, así tampoco se fijó en lo enamorado que él estaba por ella. Enterarse que había empezado a salir con Alex fue una estocada a muerte que lo enloqueció de algún modo, incitándolo a seducir a Vanesa y luego a herir a Laura atraves de Alex.

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