Capítulo 18: Negociaciones del Pasado

1309 Words
Sofía Alarcón caminaba con paso firme por los pasillos del hospital, su rostro impasible. Había venido preparada para cerrar este asunto de una vez por todas. Esperaba que Nicolás Valverde, tras su "accidente", hubiera entendido el mensaje que le habían enviado. El mensaje de que él ya no tenía lugar en la vida de los Alarcón. Que Aitana había superado su pasado con él y que el incidente de aquella noche no cambiaría nada. Cuando llegó a la habitación, el enfermero le dio una pequeña inclinación de cabeza antes de abrir la puerta. Sofía entró, y de inmediato notó que Nicolás estaba sentado en la cama, con el televisor apagado y los documentos de la compensación aún sobre la mesa, sin firmar. Su estómago se tensó de inmediato al notar su postura relajada. No había el menor rastro de la sumisión que esperaba encontrar. —¿Valverde? —su voz fue firme y cortante al cerrar la puerta detrás de ella, quedando frente a Nicolás—. Esperaba que este asunto ya estuviera resuelto. ¿Por qué no has firmado los papeles? Nicolás levantó la vista con una media sonrisa que no alcanzó sus ojos. Era una sonrisa amarga, cargada de determinación y algo más que Sofía no pudo identificar de inmediato. Él tomó los papeles, pero en lugar de firmarlos, los dejó caer de nuevo sobre la mesa, como si no tuvieran ninguna importancia. —Me temo que no puedo firmar esos documentos, Sofía —dijo con calma, su tono demasiado sereno para la situación—. No en los términos que me has propuesto. Sofía lo miró con los ojos entrecerrados, tratando de mantener la compostura, pero la tensión en su mandíbula delataba su creciente frustración. —¿No puedes? —repitió, casi incrédula—. Estos papeles son tu única salida, Valverde. No tienes ninguna posición desde la que negociar. Firmas y desapareces. Fin de la historia. No vuelves a tener nada que ver con nosotros, y te aseguras de que no caiga ninguna demanda sobre ti por el accidente. Nicolás se inclinó hacia adelante, apoyando los codos sobre sus rodillas mientras la miraba directamente a los ojos. —Oh, creo que aún puedo negociar —respondió él, con un destello de arrogancia en su voz—. He preparado una contraoferta. Sofía sintió que la furia comenzaba a subirle por la espalda. ¿Una contraoferta? ¿Cómo se atrevía? Pero antes de poder responder, Nicolás continuó, sacando un sobre de su chaqueta y colocándolo sobre la mesa, empujándolo hacia ella. —Diez millones de dólares —dijo con voz clara, sin un atisbo de duda—. A cambio de no demandar a los Alarcón por el incidente con Aitana. Sé que la situación podría costarles mucho más que eso en honor, reputación y problemas legales. Con diez millones se olvidaría cualquier acción legal. Además —añadió, con un tono de voz más bajo pero igual de firme—, exijo que se retiren cualquier tipo de ataque directo o indirecto contra mí. Nada de represalias. Sofía lo miró fijamente, tratando de leer entre las líneas de su propuesta. Diez millones no era una suma despreciable, pero tampoco era suficiente para los Alarcón. Lo que realmente estaba detrás de esa propuesta... había algo más. —¿Eso es lo que realmente quieres? —preguntó, con una ceja levantada, desconfiada—. ¿Dinero? Pensé que estabas más arruinado que eso, Nicolás. Él esbozó una sonrisa amarga y se reclinó de nuevo en su cama, cruzando los brazos sobre su pecho. —El dinero es una parte, claro —admitió, sin despegar la vista de ella—. Pero no es lo más importante. Tú y yo sabemos que la guerra de poder y de influencias entre tu familia y yo es lo que realmente importa. Y no pretendo perder esta partida sin pelear. Quiero recuperar mi estatus, y eso significa no tener a los Alarcón encima de mí como una sombra constante, moviendo hilos para hundirme más. Quiero que Aitana y tu familia me dejen en paz, y me den la oportunidad de reconstruir lo que una vez tuve. Sofía se tensó ante la mención de su hija. Aitana. Sabía que Nicolás no había dejado de pensar en ella, que su repentina revelación sobre la verdadera identidad de Aitana lo había golpeado fuerte. Pero lo que más la inquietaba era lo que Nicolás realmente buscaba. No era solo el dinero o su estatus perdido. —Crees que puedes volver a entrar en nuestras vidas así de fácil, ¿verdad? —dijo Sofía con desdén—. Recuperar lo que una vez perdiste. Déjame decirte algo, Nicolás, no importa cuántos millones pongas sobre la mesa, nunca serás parte de los Alarcón. Nicolás la miró sin pestañear, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. —No estoy intentando ser parte de tu familia, Sofía —replicó—. Pero tampoco me voy a quedar al margen, mirando cómo todo lo que construí se desmorona. Y respecto a Aitana… —hizo una pausa, mirando a Sofía directamente a los ojos—, ella puede decidir por sí misma lo que quiere. La mirada de Sofía se endureció aún más, pero Nicolás continuó. —Aitana no es la misma mujer que dejé hace un año —dijo él, su voz baja pero cargada de significado—. Lo sé. Pero tampoco soy el mismo hombre. Y si hay algo que he aprendido, es que no pienso rendirme sin dar una batalla. Sofía sintió que la rabia hervía en su interior. Había subestimado a Nicolás. Pensó que lo quebrarían rápidamente, que firmaría los papeles y desaparecería. Pero lo que estaba viendo ahora era un hombre dispuesto a pelear. Y eso lo hacía peligroso. —Nicolás —dijo finalmente, su voz cargada de advertencia—. No sabes en lo que te estás metiendo. Mi hija ha superado lo que le hiciste. No volverá contigo. Y respecto a tu oferta... —tomó el sobre que él le había entregado y lo dejó caer sobre la mesa sin siquiera abrirlo—. No estamos interesados. Diez millones no son suficientes para comprar tu salida de nuestras vidas. Nicolás esbozó una sonrisa de medio lado. —Eso lo veremos —dijo simplemente. Sofía lo miró con desprecio, y sin decir una palabra más, se dio la vuelta para marcharse. Pero justo antes de salir por la puerta, Nicolás lanzó una última estocada. —Por cierto, Sofía, no creas que no he notado el detalle del niño —dijo, su voz calmada, pero con una carga implícita de significado—. Las fechas coinciden bastante bien. Sofía se detuvo en seco, su espalda rígida, pero no se dio la vuelta. Su mano apretó el pomo de la puerta con fuerza. Nicolás continuó, sabiendo que había golpeado un punto sensible. —Aitana tiene un hijo, ¿no es así? Y no he podido evitar preguntarme… si ese niño podría ser mío. Sofía apretó los labios, sin querer darle la satisfacción de responder, pero la tensión en sus hombros fue evidente. Finalmente, abrió la puerta sin responder, dejando a Nicolás en la habitación con una sonrisa apenas visible en su rostro. Sabía que había plantado una semilla de duda. La verdad estaba a punto de salir a la luz, y no se detendría hasta conocerla completamente. Cuando la puerta se cerró tras Sofía, Nicolás suspiró y se recostó en la cama, su mirada perdida en el techo. No solo lucharía por recuperar su estatus, sino que también descubriría si el niño de Aitana era suyo. Tenía que saberlo. Tenía que enfrentarla, porque aunque la vida le había mostrado su lado más cruel, él no estaba dispuesto a dejar que el destino lo derrotara.
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