Aitana caminaba de un lado a otro en su oficina, sus manos temblando levemente mientras sostenía el teléfono con fuerza. Había recibido tres mensajes en menos de una hora, cada uno más perturbador que el anterior, insinuando que las sombras estaban más cerca de su hijo de lo que ella podía imaginar. Pero, en lugar de apresurarse como su instinto inicial le había ordenado, algo en el fondo de su mente le decía que debía detenerse, respirar y pensar. Se dirigió a la ventana, observando la ciudad desde lo alto. El aire era pesado, cargado de incertidumbre. Afuera, todo parecía normal, pero en su interior, la batalla por proteger a su hijo y mantener la calma estaba desgarrándola. —Esto es lo que quieren... —murmuró apenas audible. La Sombra no solo la estaba amenazando, también jugaba con