La noche era fría y silenciosa, y en el corazón de la ciudad, Nicolás estaba sentado frente a Valeria, en la misma mansión que una vez compartieron sueños rotos. Todo en ella parecía falso ahora, como si las paredes mismas ocultaran secretos que solo esperaban ser revelados. —Nicolás —empezó Valeria, su voz suave, pero cargada de una tensión palpable—, sabes que esto es lo mejor para ambos. Debemos terminar con todo de una vez. Nicolás la miraba con desconfianza. Aunque aún no comprendía la magnitud de la traición, había algo en el ambiente que lo hacía sentir alerta. Valeria, quien había sido su confidente y amante, ahora se le presentaba como una sombra, un fantasma de lo que alguna vez fue. —¿Terminar con qué, Valeria? —preguntó Nicolás, su tono sarcástico—. ¿Conmigo? ¿Con los restos