El informe llegó a manos de Nicolás Valverde tres días antes del aniversario de la familia Alarcón. Había estado obsesionado con la conexión entre Aitana y esa poderosa familia desde el día en que la vio con aquella joya costosa, y no había dejado de investigar. Ahora, con el informe en sus manos, sus sospechas crecían. No había un heredero joven en los Alarcón, lo que sólo reforzaba su teoría: Aitana debía estar involucrada con algún m*****o mayor de la familia para asegurar su bienestar. ¿Había caído tan bajo?
La noche del aniversario de los Alarcón llegó, y la ciudad se preparaba para uno de los eventos más exclusivos del año. Sólo los hombres y mujeres más influyentes estaban invitados, y Nicolás, con su posición privilegiada, no podía faltar. Decidió asistir con un único propósito: descubrir la verdad sobre Aitana y su relación con los Alarcón. Algo dentro de él lo impulsaba, una mezcla de celos y orgullo herido que no podía ignorar.
El evento se celebraba en la mansión Alarcón, un lugar que se levantaba como un coloso de poder y opulencia a las afueras de la ciudad. Los jardines, decorados con luces y flores exóticas, daban la bienvenida a la élite de la sociedad. Música suave resonaba desde el interior de la enorme casa, mientras los invitados iban llegando en lujosos autos y caminaban hacia el gran salón donde la fiesta se llevaba a cabo.
Nicolás llegó vestido impecablemente, su expresión seria y decidida. Al cruzar las puertas de la mansión, fue recibido por la deslumbrante vista de la decoración exquisita: candelabros de cristal, mesas con finos manteles de seda, y arreglos florales que olían a exclusividad. Saludó a algunas personas conocidas, pero sus ojos escudriñaban el lugar, buscando a Aitana.
Finalmente, la vio. Y lo que presenció lo dejó sin aliento.
Aitana entró en la sala acompañada de un hombre mayor, de porte imponente, con el cabello gris perfectamente peinado hacia atrás y un traje hecho a medida. El hombre la sostenía con una delicadeza que sorprendió a Nicolás. Todos los ojos se volvieron hacia ellos cuando hicieron su entrada, y un murmullo suave recorrió la sala.
Nicolás sintió un nudo en el estómago. Ahí estaba la prueba. Aitana se había aliado con alguien mucho mayor que ella, seguramente el patriarca de los Alarcón. ¿Qué era lo que pretendía? ¿Ascender en la escala social? ¿Asegurarse una vida cómoda y lujosa? El pensamiento lo llenó de rabia y una mezcla de emociones que no pudo controlar.
Mientras Aitana y el patriarca caminaban por la sala, recibiendo las miradas admirativas de todos, Nicolás avanzó hacia ellos con pasos firmes. Aitana estaba radiante esa noche, con un vestido de un azul profundo que resaltaba sus delicadas facciones y su elegancia natural. Pero lo que Nicolás vio no fue su belleza, sino lo que creía que era su traición.
Al acercarse, esperó a que el patriarca se apartara por un momento para hablar con algunos invitados. Aprovechando la oportunidad, Nicolás se acercó a Aitana, tomándola suavemente del brazo para que lo mirara. Ella, sorprendida por su presencia, levantó la vista y lo vio con ojos amplios.
—¿Qué estás haciendo aquí, Nicolás? —preguntó Aitana, tratando de mantener la calma en medio de la confusión que sentía al verlo en la fiesta.
Nicolás la miró con frialdad, su voz baja pero cargada de tensión.
—Ya sé lo que estás haciendo, Aitana. ¿De verdad has caído tan bajo? —susurró con desdén, apretando ligeramente su brazo.
Aitana lo miró perpleja, sin comprender a qué se refería. Trató de soltar su brazo, pero Nicolás no la dejó moverse.
—¿Qué dices? No sé de qué hablas —respondió ella, intentando mantener la compostura.
—No te hagas la inocente —espetó Nicolás, acercándose aún más a ella para que sólo pudiera escucharlo—. Pensé que tenías más dignidad, pero parece que estabas dispuesta a venderte por una vida de lujos. ¿Cuánto tiempo llevas con él? ¿Es este tu plan? ¿Aprovecharte de un viejo rico para asegurar tu futuro?
Aitana sintió que la sangre se le congelaba en las venas. ¿De qué estaba hablando? ¿Por qué Nicolás la acusaba de algo tan vil?
—No sé qué estás insinuando —dijo ella con voz temblorosa, pero firme—. No tienes idea de lo que estás diciendo, Nicolás.
Nicolás soltó una risa sarcástica, lleno de amargura.
—Oh, claro que lo sé. Estás aquí, en esta fiesta, con ese hombre mayor. ¿Esperabas que nadie se diera cuenta? Ya sé cómo te mueves ahora, Aitana. ¿Este es tu gran plan para vengarte de mí? ¿Hacerte amante de alguien poderoso y disfrutar de una vida cómoda?
Aitana lo miró fijamente, sintiendo que las lágrimas querían escapar de sus ojos, pero se negó a mostrarse débil ante él. No podía creer lo que estaba oyendo. Nicolás había asumido lo peor de ella sin siquiera intentar entender la verdad.
—Tú no sabes nada, Nicolás. Nada. No tienes derecho a juzgarme —respondió ella, logrando soltar su brazo de su agarre.
Antes de que pudiera decir algo más, el patriarca de la familia Alarcón regresó y se colocó al lado de Aitana. Nicolás miró al hombre con desprecio, pero el patriarca, ajeno a la tensión, sonrió amablemente a Aitana y la tomó del brazo nuevamente.
—Querida, ven, es hora de que te presente a algunos viejos amigos —dijo el hombre, y Aitana asintió con una sonrisa tensa.
Antes de irse, Aitana lanzó una última mirada a Nicolás, una mezcla de tristeza y decepción en sus ojos.
—Algún día entenderás la verdad, Nicolás. Pero para entonces, será demasiado tarde.
Y con esas palabras, Aitana se alejó del lado de Nicolás, acompañada por el patriarca. Nicolás se quedó en su lugar, observando cómo se alejaban, sintiéndose confundido y lleno de una rabia impotente. Había venido a esa fiesta para descubrir la verdad, pero lo que encontró sólo alimentó sus sospechas y sus temores.
Lo que Nicolás no sabía era que el hombre con quien Aitana estaba tan cercana no era su amante, sino su verdadero padre. La verdad estaba mucho más allá de lo que él podía imaginar, y pronto se daría cuenta de que había cometido un terrible error al prejuzgarla. Pero para cuando esa verdad saliera a la luz, tal vez el daño ya estaría hecho.