El silencio en la vieja mansión de Nicolás era tan denso que resultaba asfixiante. Después de la llamada, Nicolás no había podido moverse del sillón. Su mente repasaba una y otra vez las palabras que había escuchado: “Zaldivar planea entregarte”. ¿Entregarlo a quién? ¿Por qué? ¿Y quién era esa misteriosa voz que lo había advertido? La intriga y la desesperación se entrelazaban, pero Nicolás sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Zaldivar siempre había sido un hombre peligroso, pero ahora, algo más grande estaba en juego. Algo que lo superaba. Se puso de pie, caminando hacia la ventana. Miró el exterior, las sombras extendiéndose por la ciudad como tentáculos de oscuridad, envolviendo cada rincón. El aire era pesado, cargado de tensión, como si la misma ciudad esperara una explos