CAPÍTULO OCHO Thorgrin sentía cómo se precipitaba al fondo del mar, la presión crecía en sus oídos mientras se hundía en el agua helada, sintiendo como si le clavaran un millón de puñales. Pero mientras se hundía más, sucedió la cosa más extraña: la luz no se volvía más oscura, sino más brillante. Mientras se sacudía, hundiéndose, arrastrado hacia abajo por el peso del mar, miró hacia abajo y se sorprendió al ver, en una nube de luz, a la última persona que esperaba ver aquí: su madre. Ella le sonrió, la luz era tan intensa que apenas podía ver su cara y ella extendió sus amorosos brazos hacia él mientras se hundía, dirigiéndose directamente a ella. “Hijo mío”, dijo, su voz era totalmente clara a pesar del agua. “Estoy aquí contigo. Te quiero. Todavía no ha llegado tu hora. Sé fuerte. Ha