Sueños Húmedos

1783 Words
Por la mañana, Bruno se preparaba para irse a la oficina, Emma la madre de Nicole pasó a recogerla para ir a desayunar juntas en el club, durante la fiesta, Nicole se había puesto de acuerdo con ella, sabía que Bruno no podría negarse, pues era muy bueno guardando apariencias, Sondra esperaba en el auto, Nicole se alegró, en el club aprovecharía para que le explicara varias cosas. Al llegar al club, Emma se fue a saludar a unas amigas, era muy conocida en el medio, llevaba una vida muy activa, Nicole y Sondra se sentaron en una mesa. —Ahora si me vas a explicar de una buena vez qué es lo que estás tramando, Bruno para bien o para mal es mi marido y tú no tenías porque besarlo. —Él fue el que me besó hermanita, debes reconocer que soy mucho mejor y más bella que tu, si se caso contigo es porque no le quedaba de otra, me ha dicho que esta interesado en mi, en verdad lo siento. —Tarde o temprano le demostraré a nuestros padres qué clase de persona eres Sondra. —¿Nuestros padres? dirás tu padre y mi madre, que no es lo mismo, querida. —No se porqué te empeñas en lastimarme, sabes bien que estás mintiendo. Su madre regresó en ese momento, Emma no tenía idea de lo mal que estaban las cosas entre ellas, las chicas prefirieron fingir llevarse bien para no preocupar a su madre. Tomaron un desayuno muy ligero, después fueron hacia los vestidores para cambiarse, se dirigieron a las canchas de tenis para jugar algunos partidos, Nicole se sintió liberada en ese momento, estar lejos de Bruno se sentía tan bien, al regresar a los vestidores, se acercó a ellas el hijo de uno de los socios de Noah, Nicole lo reconoció porque ya lo había visto en algunos eventos de la empresa, estaba en compañía de una chica rubia que ella no conocía, se dio cuenta de que la chica la miraba fijamente, sintió escalofríos ante aquella mirada. —Hola Nicole, no se si te acuerdas de mi, soy Leandro, hijo del socio de tu padre. —Hola, claro que te recuerdo.—Contestó mientras sonreía, Leandro también sonrió. —Te presento a una amiga, ella es Shelsy. —Mucho gusto Nicole, me parece que eres la esposa de Bruno. —Así es, soy su esposa. —Nicole sintió que no le agradaba a esa chica. —Lo se querida, de hecho todo Nueva York lo sabe, y también las circunstancias por las que se casaron. Nicole pudo notar una sonrisa maliciosa en sus labios, tremenda víbora era sin duda aquella chica, se despidió rápidamente de ellos y se alejó, Sondra se quedó platicando con la pareja, Nicole no dudo que aquella mujer y su hermana harían buenas migas, al parecer eran tal para cual. Al llegar a su casa, Bruno la estaba esperando, por su gesto adivino que estaba molesto. —Desde mañana comerás conmigo, ya me canse de hacerlo solo, eres mi esposa y tu deber es cocinar para mí, desde hoy dormirás en mi recámara, ordene que pasarán todas tus cosas ahí, solo que las deberás de ordenar tú, a las chicas les p**o para atenderme a mi, no a ti, ¿entendido? —Cómo ordene el señor. —Contestó intentando controlarse, no tenía caso discutir con ese hombre, sabía que siempre saldría perdiendo, se sintió nerviosa al saber que dormiría a su lado. Subió a la habitación de Bruno, sus cosas estaban regadas por todo el vestidor, era obvio que la chica de la limpieza tenía algo en contra de ella, se puso a ordenar sus cosas, noto que la ropa de Bruno estaba ordenada por colores, en el baño todo estaba perfectamente colocado, se veía que era un maniático de la limpieza. Llegó la noche, se negaba a dormir a su lado, pero no tenía de otra, Bruno salió del baño con tan solo una toalla envuelta alrededor de su cintura, Nicole intentó voltear hacia otro lado, pero aquella vista era irresistible, por un momento su mirada se perdió entre los músculos de aquel bien trabajado abdomen, Bruno al notarlo sonrío maliciosamente. —¿Te gusta lo que ves? Nicole no contestó, estaba claramente sonrojada lo que provocó una carcajada en Bruno, ella corrió rápidamente hacia el baño. Se dio una ducha con agua fría, después se colocó su pijama favorito, era de franela color rosa, con dibujos de ositos, trató de hacer el mayor tiempo posible, después salió del baño y se dirigió hacia la cama, se acostó dándole la espalda, él ya estaba profundamente dormido. A la mañana siguiente se despertó sintiendo un gran peso encima, Bruno seguía dormido, le había colocado un brazo y una pierna sobre ella, su cara descansaba sobre su pecho, trató de alejarse con cuidado, de pronto Bruno abrió sus ojos y se le quedó viendo fijamente. La tomó por la cintura, ella sintió su calor, se preguntó qué es lo que pretendía con aquello, comenzó a besarla de una manera tierna y a la vez apasionada, sin pensarlo ella respondió a sus besos, Nicole no podía negar que le gustaban besaba realmente bien, él empezó a recorrer su cuerpo con sus manos, intentó resistirse pero le faltaban fuerzas, sus caricias se sentían realmente bien. Empezó a quitarle la ropa muy lentamente, ella lo ayudó a desvestirse, pensó que su cuerpo era una sinfonía de puro músculo, un metro noventa de puros músculos, ella los recorrió con sus manos, él besó sus pechos con desesperación, para después comenzar a bajar hacia su vientre, ella comenzó a temblar al pensar en lo que estaba por hacer. Se sentía tan mojada, tan húmeda, de pronto pegó un brinco al darse cuenta de que si estaba mojada en realidad, ¿qué diablos estaba pasando? Abrió los ojos y vio a Bruno parado frente a ella con un vaso de agua en la mano, que manera tan despiadada de despertarla en el momento menos oportuno. —¿Qué es lo que te pasa? ¿Por qué has hecho esto? —Preguntó molesta. —Me levanto temprano todas las mañanas y con tus gemidos no me dejabas dormir, pensé tendrías una pesadilla, tan solo fui bueno y te ayude a librarte de ella. Nicole se puso tan roja como un tomate, agradeció que él no supiera lo que estaba soñando, se burlaría de ella, era un patán que estaba dispuesto a hacerle la vida imposible. —Me daré un baño, cuando salga espero que tengas mi desayuno listo, te informo que soy alérgico a las fresas. —Genial, ahora tengo que cocinar para él ¿Qué será lo que me pedirá después? Le pondré un montón de fresas. —¿Dijiste algo?. Preguntó Bruno desde el baño. —No, nada. —Sonrió interiormente al imaginarlo todo hinchado por el efecto de las fresas. Se puso un short corto y una playera de tirantes, deseaba sentirse cómoda, bajó a la cocina, se encontró con la chica rubia de limpieza, se estaba preparando un café, al verla hizo un mohín con la boca. —¿Podrías mostrarme dónde están las cosas en está cocina? de favor. —Pidió amablemente. La chica la recorrió con la mirada de arriba abajo antes de irse. —Vaya, creo que tendré que arreglármelas sola. —Sonrió, trataría de no hacer caso para no complicarse. Busco en las gavetas y después en la nevera algo para cocinar. Se puso sus audífonos, al ritmo de la música comenzó a cocinar, a diferencia de su hermana, a ella siempre le gustó cocinar, su nana fue su mejor maestra, le enseñó muchas cosas, por ella adquirió el gusto por la jardinería, siempre le decía que a las plantas si se les habla bonito, se ponen bellas y florecen. Preparó unos huevos benedictinos, unas tostadas, café y jugo de naranja. Al voltear, vio a Bruno recargado en la pared observándola, no sabía que tiempo llevaba ahí, ella lo ignoró, puso el desayuno de ambos en la mesa, se sentó y comenzó a comer. —Vaya no creí que te gustará cocinar, lo haces realmente bien. —No pudo evitar elogiarla, aquello sabía realmente bien. —Gracias. —Contestó secamente. Terminaron de comer en silencio, después Bruno se fue y ella se quedó limpiando la cocina. La casa era realmente grande, de estilo victoriano, fue heredada a Bruno por sus abuelos, los muebles y la decoración eran en madera en su mayoría, pintada en colores claros, el piso estaba decorado con hermosos tapetes que combinaban con el color de las paredes. Nicole salió a recorrer el jardín, el diseño era simplemente perfecto, se acercó a unos enormes rosales, eran preciosos, el jardinero al verla tan cerca, le advirtió que no podía cortar ni una sola rosa, si lo hacía Bruno se pondría furioso. —Esos rosales fueron sembrados y cuidados por la abuela del señor Bruno, por eso son tan preciados para él. —Entiendo, no se preocupe, no los dañaré. En ese lugar la vida era muy diferente a la que ella estaba acostumbrada a llevar en Nueva York, la casa estaba rodeada por mucha naturaleza, estaba ubicada en el valle del río Hudson, justo a las afueras de Riverdale, en una zona residencial, en el siglo diecinueve las personas más ricas de Manhattan construían sus residencias ahí, en el siglo veinte fue poblada por judíos, irlandeses e italianos, entre ellos los abuelos de Bruno. Se sentía tan distinta al estar en ese lugar, estaba acostumbrada al bullicio de la gran ciudad, vivía con sus padres en Upper East Side, cerca de Central Park, entre edificios, museos y restaurantes, cerca de la Quinta Avenida, así que solo convivía con la naturaleza cuando iban a la villa de sus padres en Catskill, era uno de sus lugares favoritos, su nana y ella hicieron del jardín un lugar maravilloso. Subió a la habitación a bañarse, ya era tarde y tenía que preparar la cena, Bruno aún le tenía prohibido salir de la casa, por lo que había pasado todo el día en el jardín. Preparó un Rosbif con ensalada y puré de papas, bajó a la cava por un vino tinto, pensó que en ese lugar había más vinos que en una vinatería, se decidió por un Malbec. Durante la cena, Bruno estaba muy serio, noto que la miraba de vez en cuando, ceno en completo silencio, después se marchó a su despacho. Nicole limpio todo, cuando se dirigía hacia la recámara, escucho una suave música proveniente del despacho de Bruno, se acercó con curiosidad, justo en ese momento él abrió la puerta.
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