Celin
Me siento nerviosa por lo que nos digan en la consulta, después de instalarnos en el departamento pasamos dos días descansando y disfrutando de nosotros aunque me pareció que Fernando trataba de grabar en su mente la textura de mi piel mientras me hacía el amor una y otra vez, anoche fue especialmente dulce, como si hubiese deseado detener el tiempo y mantenernos fundidos el uno al otro por toda la eternidad, sé que lo que se nos viene es un proceso difícil y que ambos debemos tener mucha fuerza para enfrentarlo aunque no puedo negar el miedo que siento porque él no pueda salir adelante, no sabría como seguir sin él en mi vida, tiene que curarse, tiene que cumplir su palabra y llevarme al altar, tenemos que compartir ese día de inmensa felicidad con sus amigos.
Hemos recibido la noticia de que Casandra y su madre están preparando todo para la boda de Isabella y Alexander mientras ellos se dan unas merecidas vacaciones por las montañas, aunque imagino que es la manera que Alexander tiene para mantenerla a salvo mientras los delincuentes que quieren hacerles daño estén libres, debe ser angustiante vivir en zozobra sin saber de donde vendrá el ataque o si tal vez te separen de las personas que amas para siempre solo por una enferma obsesión, lo que vivo con Fer no es que sea el mejor de los escenarios, pero al menos sabemos contra qué debemos pelear y estamos consientes de las implicaciones que esta lucha conlleva que se tratan sobre todo de resistencia mental y determinación en cada uno de los pasos que demos..
—Amor, ¿Estas lista? —retorno de mis pensamientos cuando escucho la voz de mi hombre —, ¿En qué piensas? —cuestiona acercándose.
—En Isabella y su familia, no la conozco muy bien, pero sé lo suficiente como para estar feliz de que al fin la vida le sonríe pronto se casara con el padre de su hijo, el amor que nunca dejo de amar —sus ojos muestran un brillo apagado al escucharme —, perdón por lo que dije, sé que tú... —interrumpe acercándose a mí y tomando mis manos.
A veces pienso que tal vez, Fernando aun guarda algún tipo de deseo oculto por ella o que simplemente se encuentra confundido con respecto a sus sentimientos, quiero convencerme de que son solo ideas vagas de mi mente inquieta.
—Con ella estuve equivocado, me di cuenta muy tarde y entre nosotros pasaron cosas que nunca debieron de ser y todo porque yo quería ver en ella algo que no existía en realidad, el amor y el cariño que siento por Isa y su hijo no se compara en nada a lo que siento por ti, tú eres real, mi realidad, mi vida entera y sin ti yo estaría perdido fuiste tú, quien le dio un significado a la palabra luchar, eres tú quien ahora le da sentido a esta vida que vivo y que deseo mantener por sobre todo —siento los ojos acuosos, no importa las veces que me repita lo mismo, la emoción que siento al escucharlo siempre será la misma, tal vez porque aun no creo que sea real.
—Fernando —murmuro sintiendo el nudo de mi garganta. Lo amo con cada fibra de mi cuerpo.
—Se nos hará tarde, mejor vámonos y veamos si tengo una oportunidad —dice con anhelo en el tono, asiento mirando sus ojos y antes de salir con rumbo al hospital deja un inocente beso sobre mis labios.
Como siempre camina sujetando mi mano con fuerza, marcando su territorio, dejando en claro con ese simple acto que solo le pertenezco a él y al mismo tiempo le muestra al mundo lo orgulloso que se siente de pertenecerme por completo, sé que es muy cursi pensar así, sin embargo, cada gesto de su parte es especial y me hace sentir así, especial, deseo con todas mis fuerzas que todo esto pase rápido y que me haga su esposa, nada me haría más feliz que despertar cada día viendo la mirada llena de amor que me dedica cada mañana.
—No olvides que, si me ayudan y quedo internado en el hospital —su voz sale ligeramente temblorosa —. No quiero que andes a pie, el chofer y cada uno de los empleados están a tu total disposición, deben obedecerte en todo porque yo se los he ordenado de este modo, ¿De acuerdo? —a pesar del ligero temblor en su voz la firmeza de sus palabras es determinante.
—Está bien, aunque el hospital no está muy lejos sabes perfectamente que puedo ir y venir caminando, además me permita observar todo lo que hay a mi alrededor no me gusta vivir encerrada en una jaula como un loro —esboza una sonrisa al escuchar mi comparación.
—Yo diría que eres una guacamaya, por el rojo de tu cabello, la más bella y sexy guacamaya —se burla.
—Te equivocas, soy una diosa, tu mismo me lo has dicho muchas veces —lo miro con pretensión y dándome aires de diva.
—Y no digo lo contrario, eres una diosa —clava su profunda mirada en mí —, mi diosa —afirma.
Como dije el paseo en auto no es muy largo aunque más tardío por tener que tomar otras rutas y poder coger la carretera con sentido al hospital, en cambio, caminando me ahorro tener que dar varias vueltas antes de llegar. El auto se detiene luego de estacionar y el chofer se baja para abrirnos la puerta, se baja Fer y luego yo.
—Bueno es hora de saber si tengo posibilidades o si definitivamente me toca esperar mi hora —declara con dolor.
Caminamos a la entrada y pedimos información en la recepción sobre el consultorio donde veremos al doctor, de pronto siento como Fernando afloja su agarre en mi mano, giro para ver el porqué y lo veo desvanecerse ante la vista de todos, las enfermeras corren hacia nosotros para auxiliarlo mientras yo trato de que su cabeza no se golpee con el piso al caer, no puedo hacer mucho para mantenerlo en pie, pesa demasiado para mí, pero me veo aliviada cuando enfermeras y enfermeros nos ayudan y lo suben a una camilla.
Lo llamo queriendo que reaccione mientras una doctora se acerca y empieza a examinar. Avanza con premura hasta una habitación en la que entro detrás de ellos que ignoran mi presencia.
—¿Qué sucedió? —pregunta.
—Se desmayó frente al mostrador —responde automáticamente una enfermera.
—Química completa, tomografía craneal, electrocardiograma coloquen oxígeno, ¿Cómo se llama? ¿Vino solo? —sigo mecánicamente los movimientos de cada uno dentro del cuarto donde lo conectan a una bombona de oxígeno y toman muestras para examinar sin que ninguno se percate de mi presencia.
—Fernando Rodríguez —respondo por inercia y es cuando todos los ojos se voltean a verme —, su nombre es Fernando Rodríguez —repito angustiada.
—¿Quién es usted y que hace aquí? —cuestiona en desaprobación.
—Él es mi prometido y no pienso dejarlo solo en ningún momento —declaro volviendo a tomar el control de mis emociones al verme abordada por la doctora.
—No puede estar aquí mientras lo atendemos —refuta.
—Usted, no es quien me va a apartar de su lado, necesito que llame al doctor Fox, es el doctor que lo atenderá —me mantengo firme sin apartar la mirada de sus retadores ojos.
—Al señor Rodríguez es mi paciente lo recibí yo en mi turno, así que seré yo quien lo atienda —anuncia triunfante sin saber que equivocada esta.
—Mi prometido tiene cáncer cerebral, y el doctor Fox nos esperaba hoy para la primera consulta —digo y me doy cuenta de que Fernando tiene razón al decirme que debo demostrarme fuerte para que nadie venga a pasar sobre mí.
—Entonces creo que no hago nada en este lugar —anuncia antes de dar la espalda y retirarse ante las miradas sorprendidas de las enfermeras que continúan asistiendo a Fernando.
Espero que no, nos estemos equivocando al venir a este sitio, esa doctora es muy prepotente y grosera. Todo sería muchísimo mejor si el tratamiento se lo hubiesen realizado en casa y no aquí donde todo es prácticamente desconocido para mí.
—Miss, i’ll call doctor Fox right away —maldición será una lucha con el idioma, Fernando me estuvo enseñando, pero al final terminábamos en la cama así que no es mucho lo que puedo entender, por suerte me inscribió en un curso que asegura que en tres meses hablaré inglés fluido.
—Ok —respondo no muy segura, sin embargo, la sonrisa que me ofrece me hace sentir bien.
Me quedo de pie en una esquina mientras espero que las enfermeras terminen de preparar a Fernando que ya empieza a reaccionar y se queja de tener dolor, desde que llegamos se había sentido bien o al menos es lo que me ha dicho aunque no he notado malestar en él, he sentido que realmente ha disfrutado de nuestros paseos y de la intimidad a la que hemos llegado. Las enfermeras se retiran y me dan oportunidad de sentarme a su lado.
—El doctor ya viene, aguanta un poco —susurro viendo como aprieta los ojos por el dolor que experimente.
—Gracias por estar aquí conmigo —sigue dudando de mi amor.
—Siempre estaré a tu lado aun en contra de tu voluntad —decreto recordando que en uno de los folletos se explicaba que muchas veces los pacientes se deprimían y preferían alejarse de sus seres amados para sumirse en la amargura y morir por perder el deseo de seguir.
—Buenos días, supongo que usted es la señorita Bracamontes —Giro hacia la puerta de donde proviene la voz gruesa y varonil que espera que confirme mi identidad.
—Celin Bracamontes —Extiendo la mano y me quedo embobada mirando lo hermoso que es, es rubio de ojos azules tan alto como Fernando y sus músculos se marcan a través de la bata blanca que lleva encima, estrecha mi mano con firmeza y me provoca un cosquilleo extraño —, él es Fernando Rodríguez, mi prometido —reacciono y marco el límite sintiendo el peligro de su cercanía.
Acabo de prometerle que siempre estaré a su lado y ahora me encuentro hechizada por la belleza del doctor, debería ser ilegal ser tan atractivo, amo a Fernando estoy segura de mis sentimientos, sin embargo, es innegable que el doctor Fox, despierta una sensación extraña en mi interior, no obstante, no estoy dispuesta a descubrir de que se trata.
—Soy el doctor Ezra Fox —se presenta —, tengo el expediente del señor Rodríguez, su médico me lo hizo llegar por fax y ya me han informado de la situación que se acaba de presentar con él, nos saltaremos la consulta y desde este momento están en mis manos —anuncia dirigiendo toda su atención a mi prometido —, ordene una serie de exámenes para saber por donde debemos empezar, aunque lo más probable sea radiación para detener el crecimiento del tumor —informa.
—¿Y si no se detiene? —pregunto, debo estar con los ojos muy abiertos en todo lo relacionado con la enfermedad de Fernando.
—No ha habido ni un solo caso donde el tumor no detenga su crecimiento, pero de darse el primero estamos preparados para entrar con seguridad y extraerlo a la brevedad posible —responde y la entrada de varias enfermeras detienen mi respuesta, se lo llevaran para empezar a realizar los estudios mientras yo solo me quedo a esperar, Fer y yo nos decimos un te amo antes de ver como se lo llevan. Pido al cielo que todo salga bien y logren que se cure, aunque inconscientemente pido también que el hormigueo en mi piel por el contacto con la mano del doctor desaparezca.