No había pasado ni una hora cuando tenía a Peter tocando el timbre de casa, con dos pizzas y un pack de cervezas, lo que agradecí con una amplia sonrisa y un abrazo apenas lo vi. —Qué gusto verte, perrito —dice al casi arrojarme las cosas en los brazos. Sonrío y como podemos, chocamos puños—. ¿Qué pasó con tus padres? —cuestiona entre risas. Lo hago pasar a la sala, donde nos sentamos y le explico todo lo que salió mal en mi plan, mientras comemos de las pizzas que ha traído. —Qué mal… —dice entre risas—. Pero le sacaremos buen provecho a esto —Mueve sus cejas de arriba abajo, con picardía. —Dime, cual es el plan —pregunto con curiosidad. No sé si han visto en las caricaturas, cuando al personaje le aparece un diablito y un angelito, al momento de tomar decisiones; bueno, resulta que