8. ¿Te parezco increíblemente hermoso?

3302 Words
Bess. Miro con cautela la bonita oficina frente a mis ojos. Es grande y luminosa. Sus paredes blancas me inspiran tranquilidad. A pesar de sus decenas de cajones llenos con lo que me imagino son documentos, el lugar se ve amplio y acogedor. La enorme fotocopiadora en una de sus esquinas me dan una idea de lo que voy a hacer aquí. Avanzo hacia el escritorio de madera en el que reposa un computador. Más allá de eso, me fijo en su amueblada silla giratoria. Sin pensarlo, me siento en ella y doy dos vueltas mientras una risita escapa de mi boca. Aaron me mira apoyado junto a la puerta, una sonrisa descansando en sus labios. — ¿Te gusta? — ¿Bromeas? — Lo miro mientras avanza hacia mí —. Esto es genial, Aaron. — Carmencita, una de las secretarias, ya viene a explicarte lo que tendrás que hacer — dice —. Es sencillo, no tienes de qué preocuparte. Asiento. Soy rápida aprendiendo y además voy a poner todo de mí para hacer esto bien. Necesito el trabajo. — ¿Tú trabajas aquí? — Pregunto porque no lo sabía. Lo único que Aaron me dijo fue que Evan era el dueño de esta empresa de marketing y que él estaba dispuesto a darme un empleo. — Sí, sólo hago un simple trabajo de oficina, nada importante, Bess — asiento, sintiendo una inevitable emoción al saber que lo voy a tener cerca. Él lo nota, así que pregunta —: ¿Te gusta tenerme cerca, bonita? Lo miro a los ojos, rubor llenando mis mejillas. Pero no veo el caso en negarlo cuando él ya sabe la respuesta a su pregunta. — Sabes que sí. Lo miro en silencio mientras él toma un mechón de mi cabello y lo acomoda detrás de mi oreja con una suavidad que logra hacerme estremecer. Abre la boca para decir algo, pero entonces una regordeta mujer mayor entra con unas carpetas en mano, interrumpiendo sus palabras. — Buenos días — asiente hacia Aaron y hacia mí con una bonita sonrisa acogedora en sus labios —. Tú debes ser Bess. Asiento con sorpresa, sin saber por qué una extraña sabe de mí. De inmediato, me pongo de pie y tomo la mano de Aaron, miedo llenando mi cuerpo. Si alguien más se entera que soy menor de edad, seguramente me van a alejar de Aaron y me van a llevar de vuelta a un hogar de acogida. Y no quiero eso, por supuesto que no lo quiero. — Aaron — mi voz sale temblorosa —. ¿Ella sabe que yo... — Sí, yo le dije, pero todo está bien — su brazo se envuelve en mi cintura y me pega a su cuerpo, su voz susurrando por encima de mi oreja —: Sólo ella y Evan lo saben, no te van a alejar de mí. — ¿Lo prometes? — Giro mi rostro en su dirección, necesitando mirarlo a los ojos cuando lo diga. — Lo prometo. Asiento después de unos segundos, sin embargo, un conflicto interno se lleva en mi cabeza. Quiero el trabajo, pero también quiero estar con Aaron. Y cada segundo que esté aquí, voy a exponerme más ante las demás personas. Pueden enterarse de mi edad y llevarme lejos de él. — Bess, todo estará bien — Aaron me calma. — Tu secreto está a salvo conmigo — interviene la mujer regordeta —. Soy Carmen y te voy a ayudar en lo que necesites. La miro en silencio, sin entender por qué estas personas están dando tanto por mí. Soy una desconocida para ellos y, aun así, me ayudan. No lo entiendo, de verdad que no lo hago. Aaron se queda a mi lado en todo momento mientras Carmen me explica qué es lo que tengo que hacer. Son realmente cosas simples. Editar las cartas que ella me dé, ordenar por fechas todos los documentos que hay en las gavetas, fotocopiar e imprimir lo que ella o cualquier otra persona necesiten y hacer unas cuantas llamadas cuando ella me pida que las haga. Sonrío sintiéndome orgullosa de mí misma cuando Aaron se sorprende al saber que soy capaz de utilizar la computadora. Aprendí a hacerlo en la escuela. Las clases de informática eran mis favoritas. Las de historia, no tanto. Si había algo de lo cual las trabajadoras sociales siempre se aseguraban cuando hacían sus visitas mensuales en los hogares de acogida en los que me hospedaba, era que yo estuviera yendo a la escuela. Al parecer, era un derecho que debía cumplirse. Lástima que sólo se preocuparan por ello. Aunque no era la mejor alumna, tampoco era la peor. Promedio. Era una alumna promedio. Cuando escapé de la última casa en la que estuve, estaba cursando el último año. Pero ya las clases acabaron, así que supongo que lo he reprobado. Tampoco es como si tuviera la oportunidad de terminar mis estudios, así que eso realmente ya no importa. Sacudo la cabeza porque la escuela no es algo de lo que me agrade acordarme. Mis compañeros de clase no eran malos, pero tampoco eran buenos. Simplemente pasaban de mí como si yo fuera invisible. Me agradaba que las cosas fueran así, pero a veces era realmente deprimente estar tan sola. Vuelvo a la realidad cuando Carmen me explica paso a paso cómo utilizar la fotocopiadora. Presto minuciosa atención y grabo en mi cabeza cada una de las instrucciones que ella me da. Cuando creo que finalmente lo he conseguido, sonrío con todos mis dientes. — ¡Gracias! — Le digo, dándole un efusivo abrazo que ella me devuelve mientras ríe —. Ahora, ¿qué empiezo a hacer? La fuerte carcajada de Aaron lleva mi atención de vuelta a él. Está sentado en la silla giratoria, mirándome. — Realmente estás entusiasmada, ¿no es cierto? — ¿Y cómo no estarlo? Esto es genial, Aaron. — Te lo dije, ¿cierto? — Él le pregunta a Carmen —. Ella es especial. — Y no exagerabas. Sacudo la cabeza mientras una inevitable sonrisa se instala en mis labios. Me gusta cuando él dice cosas bonitas de mí. Me las creo, cada cosa que él dice me la creo. A este punto, confío en Aaron tan ciegamente como nunca he confiado en nadie, ni siquiera en mí misma. — ¿Puedes editar estos documentos y ponerles la fecha de hoy? — Carmen me pregunta. — Sí, claro. — Cuando termines los imprimes y más tarde vengo a recogerlos. Después puedes empezar a acomodar los archivos de las gavetas. Tienen que ir por orden alfabético. Asiento. Editar, imprimir, ordenar por orden alfabético. Puedo hacer eso. — Ya mismo empiezo. Ella me sonríe y antes de salir por la puerta, le guiña un ojo a Aaron. Siento que hay un mensaje oculto detrás de ese gesto, pero opto por no preguntarle nada a Aaron porque no quiero ser una entrometida. — Me gustaría agradecerle a Evan personalmente por lo que está haciendo por mí — le digo a Aaron cuando estamos solos —. ¿Crees que ahorita pueda verme? — No — él niega de inmediato —. Es que Evan está ocupadísimo, bonita. Se le va a hacer imposible atenderte. — Oh, otro día será. — Otro día será — asiente, poniéndose de pie rápidamente. — ¿Qué es esto? — Pregunto cuando me entrega un pequeño papel que luce como un documento de identificación —. ¿Bess Lee Cooper? Veinte años de edad — leo en voz alta —. ¿Qué demonios, Aaron? — Identificación falsa. Sólo falta poner tu fotografía ahí — señala el espacio en blanco en donde efectivamente debería ir mi foto —. Si alguien te pregunta quién eres, dices que eres mi prima y tienes veinte años. Si te siguen preguntando más cosas, los mandas a la mierda, ¿estamos? — Pero... — Hoy mismo arreglamos lo de la foto, por el momento, guarda esa identificación y si la necesitas en algún momento para algo, aunque no lo creo, pues la enseñas. — Okeeeey — guardo el documento en el bolsillo trasero de mis vaqueros, mirándolo atentamente —. ¿Gracias? — Me ha salido más como una pregunta, pero es que no estoy segura de que todo esto sea necesario. Creo que él está exagerando un poco. — De nada — me sonríe, como si no supiera que yo estoy pensando que él está loco —. Me voy a mi oficina. — Oh, sí, llegas tarde. Y aunque Evan es su mejor amigo, no creo que le agrade que llegue tarde a su trabajo. Mucho menos por mi culpa. — Si necesitas algo, le dices a Carmencita — dice. Asiento. Él da una ligera caricia a mi mejilla y luego camina hacia la puerta. — ¡Aaron! — Lo llamo cuando recuerdo mis golosinas —. No me diste mis dulces de colores. Cuando él saca la bolsita de su pantalón y me la entrega, la abro de inmediato y llevo a mi boca un dulce. Le extiendo la bolsa a él para que también coma. Cuando me la devuelve, la guardo en mi bolsillo para comer más tarde. Lo miro mientras mastico y él me mira a mí. Sonrío porque hay algo demasiado divertido en esto. — Muéstrame tu lengua — decimos al mismo tiempo. Saco la mía para enseñársela. — Veo rojo, amarillo, morado, verde y... no más. — ¡Lengua de colores! — Grito, emocionada. Es la primera vez que tengo una lengua de colores —. ¡Tu turno! Cuando él saca su lengua, hay sólo un color rosa intenso ahí. Una fuerte carcajada escapa de mi boca. — Tu lengua es de color rosa, señor rosa — me burlo, cruzando mis brazos sobre mis pechos mientras lo miro. Los ojos de Aaron brillan con travesura mientras se acerca a mí —. ¿Te estás burlando de mi lengua? — No — retrocedo mientras río, tratando de escaparme de lo que sea que se le ha ocurrido —. No me estoy burlando sólo de tu lengua, me estoy burlando también de ti. — Pequeña traviesa. Sin verlo venir, termino acorralada por él contra el escritorio. Sus manos sostienen mis caderas para evitar que me escape y después, su lengua sale a lamerme media cara. Pego un agudo chillido. — ¡Asco, Aaron! — ¡Bonita, Bess! Esta vez, su rostro se entierra en mi cuello y lame en donde palpita mi pulso. Sin embargo, el asco nunca llega. Por el contrario, mi risa se detiene abruptamente porque un extraño temblor invade mi cuerpo. Su respiración choca contra mi piel húmeda, causándome estremecimientos y piel de gallina en todo el cuerpo. — Tienes que trabajar — logro decir cuando el silencio invade el lugar. Mi corazón late tan rápido y fuerte que estoy segura de que él lo escucha. — Sí, tienes razón — por fin aleja su rostro de mi cuello y como la primera noche que me quedé en su apartamento, él juguetea suavemente con su nariz en la mía —. Te veo más tarde. Y se aleja, dejándome con un extraño temblor en las piernas. [...] La mañana pasó rápidamente y cuando finalmente llegó la hora del almuerzo, Aaron me sorprendió cuando se apareció con dos sándwiches y bebidas. Comimos en mi escritorio mientras charlamos de cualquier cosa e inclusive, después él me ayudó a ordenar algunos de los archivos de los cajones. Finalmente, cuando la hora del almuerzo terminó, él volvió a su oficina. Y ahora mismo, mientras voy en la letra C de los archivos, sentada en el piso con hojas esparcidas por todos lados, una chica entra en mi oficina. Es pelinegra, alta y curvilínea. Su falda es demasiado corta y los botones de su camiseta tal vez están dañados, porque muestran demasiado escote. Cuando voy a decirle que yo puedo ayudarla a poner sus botones, ella me interrumpe. — Vine a recoger los archivos que Carmen te pidió que editaras. Alzo mis cejas en sorpresa. Un poquito grosera, ¿no? Tal vez tiene un mal día. — Están impresos sobre el escritorio — le digo, siguiendo con los archivos que tengo conmigo. La escucho remover papeles sobre mi escritorio y después, puedo jurar que ella suelta una pequeña risita. — ¿Sucede algo? — Pregunto. — No, nada — ella mira con diversión los documentos que tiene en mano, después con una extremada voz dulce, dice —: Voy a fotocopiar algunos documentos que necesitan en la sala de juntas, ¿no hay problema? — ¿Quieres que lo haga por ti? — ¡No, no! — Niega de inmediato —. Tú sigue con esos archivos, no te preocupes. Oh, qué amable. Le sonrío porque de verdad me agrada cuando las personas son amables. Me llenan de felicidad y calidez el pecho. Continúo acomodando los archivos y, finalmente, después de unos segundos ella se marcha sin despedirse. Tal vez dos horas después, Aaron entra en la oficina con unos cuantos papeles en mano. Lo miro mientras cierra la puerta detrás de él, seriedad plasmada en su rostro. — ¿Sucede algo? — ¿Te parezco increíblemente hermoso? — Pregunta, de repente. — ¿Qué? — Me pongo de pie, las palabras sonándome familiares —. ¿De qué hablas? — ¿Mis ojos azules son los más profundos y encantadores que has visto? — Lee una de las hojas que trae en sus manos —. ¿Mi risa es tu sonido favorito en el mundo y quieres acariciar mi cabello con tus dedos para saber cómo se siente? Hielo corre por mis venas. — ¿De dónde...? — La secretaria de Evan repartió estas hojas en la sala de juntas, frente a los nuevos clientes de la empresa. Me entrega casi una docena de hojas en donde están fotocopiadas las palabras que estúpidamente escribí esta mañana. Además, hay un enorme corazón en donde está escrito "Bess y Aaron por siempre". ¿Por qué demonios escribí algo así? — Yo... uh... ¿He sentido alguna vez tanta vergüenza como ahora? No lo creo. Quiero esconderme detrás del escritorio y nunca salir de allí. — ¿Escribiste eso? — Pregunta. — Yo... yo... Lo miro a los ojos sin verlo, humedad llenando mis ojos. ¿Fue ella? ¿La secretaria de Evan hizo esto? ¿Por qué me haría algo así? Ni siquiera me conoce. — Bess, bonita — me alejo cuando él intenta acercarse —. No estoy molesto. Lo único que no puedo entender es por qué le diste esos papeles a la secretaria de Evan. — ¡Pero yo no le di nada! — Grito —. Ella los tomó, lo juro. Yo no me di cuenta. — Bess... — Tienes qué creerme. ¿Yo por qué me avergonzaría de esa forma? ¡No soy una idiota! — Busco sobre el escritorio y tomo el papel original —. ¡Mira! ¡Yo lo tenía ahí! ¡Ahí solito! Ella llegó mientras yo organizaba los archivos de los cajones, tomó los documentos que Carmen me pidió que editara y después dijo que necesitaba fotocopiar unos papeles. Me ofrecí a ayudarla, pero no quiso. Ahora entiendo por qué. Ella no estaba siendo amable, sólo estaba siendo una perra venenosa que... — Shh, shh — me toma de la muñeca y me atrae a sus brazos —. Te creo, te creo. — ¿Enserio lo haces? — Pregunto sobre su pecho, soltando los tontos papeles al piso. — Por supuesto que sí — dice con diversión —. Estoy seguro de que tú no querías que toda la empresa se enterara de la fascinación que tienes por mí. Un gemido doloroso se escapa de mi boca. — Estoy tan avergonzada... — ¿Entonces es cierto? — Pregunta con sus labios sobre mi oreja —. ¿Todo lo que dice ahí es verdad? — ¿Quieres dejar de avergonzarme? — Susurro en un hilo de voz, sin atreverme a mirarlo. — A ver, a ver... Un gritito escapa de mi boca cuando él me toma de los muslos y me sube sobre el escritorio, tirando los papeles al piso despreocupadamente. — ¿Qué...? Toma mi mano y la lleva a su cabello, obligándome a enterrar mis dedos en su maraña castaña, casi negra. — Ya estás acariciando mi cabello, ¿qué tal se siente? Sonrío como una tonta. La vergüenza desapareciendo totalmente. — No es tan genial como pensé que sería — me burlo, enterrando más profundamente mis dedos en su cuero cabelludo. — ¿Ah, no? — Me mira con diversión —. Estoy seguro de que me mientes... Ahora, ¿qué más quieres hacer conmigo? La idea de que me deje verlo sin camiseta pasa por mi cabeza, pero sé que eso es demasiado íntimo. La idea de que él me vea sin camiseta me avergüenza y Aaron debe sentir lo mismo. Así que sólo decido ser divertida. — Quiero saber qué se siente golpearte en el rostro y también, me encantaría saber cómo te verías si corto tu cabello totalmente. Una risa escapa de sus labios, provocando la mía propia. — Me seguiría viendo genial, te lo aseguro. — Seguro que sí. Aparto cuidadosamente el cabello de su frente y lo llevo hacia atrás. Él me mira en todo momento, hasta que la diversión desaparece del lugar y es reemplazada por algo más pesado a lo que aún no le encuentro nombre, porque no lo he sentido antes. — ¿Bess? — Pregunta. — ¿Sí? — Susurro, sin saber por qué lo hago. Tiemblo ligeramente cuando las manos de Aaron se afianzan en mi cintura y vuelve a juntar nuestras narices, su aliento mezclándose con el mío. — Cuando yo te diga todo lo que quiero hacerte, ¿me vas a dejar hacerlo? Mi respuesta es inmediata —: Sí. Una sonrisa de medio lado que creo es de satisfacción, se instala en sus labios. Entonces me toma de las caderas y me deja de nuevo en el piso. — Bonita — me mira fijamente a los ojos —. ¿Qué te parece si en vez de escribir secretamente todo lo que piensas de mí o quieres hacerme, mejor me lo dices? — Aaron... — No me voy a enfadar, lo prometo. Pero si alguien más se entera de... tu fascinación por mí, lo van a utilizar para avergonzarte y no quiero que te vuelvas a sentir avergonzada. — ¡Yo no estoy fascinada contigo! — Replico, ahora enfadada —. Pero está bien, no volveré a escribir algo así. — Bien — se aleja unos pasos de mí —. Ya casi nos vamos, así que ya puedes ir terminando lo que estabas haciendo. Más tarde paso por ti. — Enserio, Aaron — lo detengo de la mano antes de que se marche —. Yo no estoy fascinada contigo... sólo... sólo... — ¿Sólo? — Insiste. — Eres muy guapo — acepto entre dientes. — ¿Qué tanto? — gruño cuando una sonrisa engreída se instala en sus labios —. Responde, Bess. — Mucho — acepto de mala gana. Él sacude la cabeza, riendo totalmente divertido mientras avanza hacia la puerta. ¡Pero por todos los panecillos del mundo, maldita sea, yo no le encuentro la gracia a esto! — ¿Quieres que te diga algo? — Pregunta justo antes de salir. — ¿Qué? — Tú eres hermosa — dice, mirándome —. Eres malditamente preciosa, Bess — una sonrisa se instala en mis labios cuando él también sonríe —. Y mucho. Y se va, dejándome en una nube de sensaciones nuevas.
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