El prisionero

2991 Words
El prisioneroVigésima Era después de la Guerra Sangrienta, ciudad de Radigast Aquella mañana estuvo acompañada por la quizás más intensa ola de frío en los últimos cincuenta años. El aire gélido mantenía a toda la ciudad encerrada. La torre de la academia de magia estaba cubierta por la nieve que había caído durante la noche. Talun se levantó de su cama con más frío que de costumbre, además porque no solo era un mago en su alma sino también en su cuerpo, su físico no era ciertamente el de un guerrero, era muy delgado y de aspecto frágil. Desayunó leche de cabra y una manzana, luego se colocó delante de su grimorio, un libro antiguo que utilizaban todos los magos del mundo de Inglor y que guardaba la información de casi todos los conocimientos de magia adquiridos a lo largo de los años por el propietario. El volumen contenía una larga lista de recetas para crear pociones y medicinas, fórmulas para evocaciones y correspondencias astronómicas. A Talun le gustaba consultar el impresionante libro frente a la ventana porque durante los descansos podía observar el hermoso paisaje circundante. Como todas las mañanas, comenzó a estudiar su magia. Después de unas horas, estaba listo para reunirse con Rhevi en la taberna. Tomó el grimorio y su morral de viaje, y bajó por la larga escalera de mármol blanco, cuidando de no tropezar con su largo atuendo bordado en oro, de color rojo intenso. El día anterior había gastado casi todos sus ahorros para comprarlo, había sido su regalo por aprobar el examen. Desde las enormes ventanas de la torre de la academia de Radigast se podía ver el concurrido puerto, donde cada mañana se podían encontrar innumerables variedades de productos del mar; los viejos pescadores, incluso con tiempo desfavorable, lograban extraer del mar sus preciosas criaturas, que casi siempre terminaban en las fauces de los nobles obesos. "¿Adónde te diriges esta mañana?" preguntó Gregor en voz alta. "Voy a dar un paseo. Como sabes, soy un mago graduado. No he tenido ninguna clase obligatoria desde ayer. Pero vete, o llegarás tarde y el maestro supremo se enfadará. Te veré esta noche", respondió apresuradamente al tiempo que le hacía un gesto con la cabeza. El edificio que albergaba la escuela parecía un laberinto, y lo más probable es que hubiese sido construida de esa manera a propósito, llena de túneles, pasillos y criptas, para proteger sus secretos. Mientras Talun caminaba rodeado por el ruido de la multitud de muchachos que pronto tomarían sus lugares en las aulas, se encontró con el maestro supremo que intentaba calmar las almas de sus alumnos. "¡Buenos días director! Me disponía a dar un paseo por la ciudad", le saludó. El director Searmon lo miró con altivez, era bastante alto y superaba a su alumno por lo menos en un palmo y medio; era delgado, tenía una barba gruesa y una larga cabellera color púrpura berenjena; su imponente figura estaba cubierta por una larga túnica de colores brillantes, la cual parecía tener vida propia, ya que cambiaba de color constantemente. Sonrió al joven mago. "Ve, amigo mío, pero ten cuidado, he oído rumores sobre una bestia en las afueras de la ciudad; si fuera cierto lo que dicen, podría ser muy peligroso; tendré que hablar con el comandante de los guardias lo antes posible para intensificar las patrullas. Por supuesto, mientras sólo se trate de habladurías, no es prudente crear alarma, pero nunca hay que subestimar los chismes del pueblo. Nos vemos esta noche, Talun, y felicitaciones por tu examen, sigue así y un día puede haber una silla aquí esperándote". Talun no pudo evitar sonrojarse e hizo una reverencia para despedirse. Tenía que darse prisa, una nueva amiga le estaba esperando. El mago supremo lo observó mientras salía corriendo, su relación iba más allá del mero ámbito escolar, años antes, Searmon le había prometido a un hombre muy importante que lo cuidaría como si fuera su propio hijo. Searmon le debía a ese hombre un gran favor que había recibido y no podía rechazar su petición. Desde ese día había existido una sucesión de consejos y afecto entre los dos, pero siempre con el debido respeto dentro de la academia para no provocar rumores innecesarios. Talun salió de las grandes puertas de la escuela y respiró el aire frío, llenándose los pulmones, aquello le produjo una sensación de lo más placentera, se sintió libre. Caminó por las concurridas calles del mercado, le encantaba esa parte de la ciudad, con los mercaderes gritando sus ofertas, los ancianos intentando todo tipo de regateos para ahorrar algo de dinero, los niños aferrados a las faldas de sus madres. Si hubiera sido verano habría sido aún más hermoso con los carruajes llenos de vegetales coloridos y las grandes fuentes llenas de párvulos. Se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, miró al cielo gris y decidió apresurar el paso para llegar a tiempo a la posada. ???????? Rhevi se levantó muy temprano esa mañana, salió de la posada, admiró la suave capa de nieve, y con su habitual dedicación realizó su entrenamiento sin escatimar esfuerzos. Un tajo a la izquierda, otro a la derecha, y luego se detuvo con su espada larga y brillante. Se dio cuenta de las gotas que cubrían la cimitarra. Una ligera lluvia caía del cielo, pronto se convirtió en nieve. Se preparó para reunirse con Talun, tomó la espada, la pulió y, aunque no era necesario, la afiló. La empuñadura y la hoja estaban hechas de una extraña y casi indestructible aleación con una piedra azul en la parte superior. El filo de la espada tenía venas del mismo verde que los reflejos de su cabello, pero ella no conocía el secreto, y en ese momento ni siquiera se lo preguntaba. Finalmente, la colocó en su vaina, entró en la posada, se dirigió a su habitación y llenó una tina de madera con una infusión de hierbas y agua caliente. Se sumergió en ella y se quedó un rato para disfrutar del calor del agua caliente hasta que esta se enfrió. Cuando salió de la bañera, observó su cuerpo reflejado en el espejo y quedó fascinada. Este era simplemente perfecto, magro, ágil. Con un gesto inusual para sus rudos modales, acarició su larga cabellera azul y miró el brillo de sus propios ojos, de un verde esmeralda profundo, aquello la asombró. Era de una belleza única, a pesar de esas orejas puntiagudas que a veces le sobresalían de la cabellera, haciéndola sentir graciosa a los ojos de los demás. Se vistió con su típico atuendo masculino. Con su corpiño, su espada y sus pantalones de cuero oscuro era mal vista por las chicas de la ciudad, pero aquello no le preocupaba en absoluto. De hecho, le divertía. Bajó a la cocina de la posada, como siempre, bastante ordenada y limpia. "¿Adónde vas? Trabajaremos esta noche, ¿sí lo sabes?" dijo el abuelo Otan, mientras secaba un vaso detrás del mostrador y luego lo colocaba junto a un plato lleno de huevos cocidos al vapor y dos rebanadas de tostadas. Se acercó a la chica que comía con avidez. "Sí, lo sé, pero quería pedirte una tarde libre, tengo que hacer una entrega de comida para un hombre que vive fuera de la ciudad, ¡o de lo contrario tú tendrás que ir!" mintió. "De ninguna manera, soy un pobre viejo y con este frío ni siquiera llegaría a las puertas de la ciudad, pero ¿vas a ir sola? Allá afuera es peligroso y más peligrosos aún son los hombres que buscan la compañía de chicas hermosas". Rhevi lo miró y sacó su espada con una velocidad sobrehumana. "No te preocupes, puedo cuidar de mí misma", sonrió suavemente. Otan enroscó su labio en una mueca. "¡Ah, lo olvidé! Traeré agua y verduras", dijo la chica al entrar en la cocina. "No llegues tarde, sabes que me preocupo, aunque en mi corazón sé que puedes arreglártelas, te veré esta noche, mi pequeña", dijo el abuelo en un tono meloso. Al final del día ella seguía siendo su niña, ella había tomado el lugar de su hijo, y él la había criado sin que le faltara nada. Rhevi salió de la posada y esperó al mago, y después de unos minutos lo vio llegar, ya cansado. "Hola, Rhevi, ¿estás lista?" dijo el chico tiritando de frío. "Por supuesto, tengo mucha curiosidad respecto a ese hombre", respondió ella. Salieron del lugar y en poco tiempo llegaron a las puertas de Radigast. Saludaron a los guardias en las puertas y salieron. El frío cortaba sus rostros, los árboles estaban desnudos y el barro hacía más difícil la marcha, el cielo estaba bastante nublado y prometía una tormenta en breve. "Espero que no llueva antes de que lleguemos a la casa de Cortez", dijo Talun, quien se había cubierto con un abrigo muy pesado y tenía una capucha sobre su cara. Rhevi sólo llevaba una camisa gruesa y su corpiño, pero por el momento no tenía frío, su cuerpo parecía estar acostumbrado al clima. "Vamos, camina más rápido, Talun. Un poco de entrenamiento en el bosque no te vendría mal". La joven comenzó a reírse. "No te rías, llevo una túnica, mira, está sucia por barro, me la acabo de regalar y ya se está arruinando", respondió el joven mago. Después de aproximadamente una hora de marcha, vieron la roca negra que el hombre les había mencionado, miraron a su alrededor, se desviaron del camino y se perdieron entre los arbustos, hasta que divisaron una columna de humo blanco a lo lejos, y se dieron cuenta de que estaban en el camino correcto. Empapados, debido a que el clima no les había perdonado, llegaron a la casa. El exterior se estaba desmoronando y parecía abandonada, pero en realidad alguien estaba allí. Salía humo de la pequeña chimenea. Rhevi se acercó y golpeó la puerta, pero para su sorpresa notó que ya estaba abierta. Talun la miró con una expresión de sospecha y entró. "¿Hola?" preguntaron con voz fuerte y clara, pero no obtuvieron respuesta alguna. El lugar estaba lleno de libros y desordenado, la chimenea estaba encendida y había una olla en el fuego en la que hervía una sopa. Se podía percibir un olor nauseabundo en el ambiente. Rhevi y Talun buscaron en las otras habitaciones, pero no encontraron a nadie. Esperaron un rato, y luego la chica mitad elfa dijo: "¿Qué hacemos, nos vamos?" En ese momento, el fuego de la chimenea se extinguió de repente y un chorro de aire comprimido salió de un agujero bajo las brasas. Ambos saltaron asustados. "¿Qué hay ahí abajo?" preguntó Talun mientras se acercaba. Con un movimiento de su mano, levantó la reja sin tocarla y quedó al descubierto una escalera debajo. "¿Qué hacemos?" preguntó el mago, ya imaginando la respuesta. "¿Y lo preguntas? ¡Bajemos, no he venido hasta aquí sólo para coger frío y agua!" Rhevi bajó, seguida por su compañero. Al final de las escaleras había un túnel, se podía percibir un hedor a moho y no se veía nada, o al menos Talun no veía nada, porque Rhevi, con el más mínimo rayo de luz que salía de la parte superior de las escaleras, podía ver muy bien, un rasgo heredado de su madre. "¡Espera, no veo nada, por Eurotovar!" exclamó Talun decepcionado, y con un gesto acompañado de unas palabras incomprensibles hizo que saliera de sus manos una esfera de luz danzante. "Ahora podemos aventurarnos a quién sabe dónde, ¿eh?" dijo con un guiño burlón y engreído mientras la bola de luz los seguía. El túnel era estrecho, casi claustrofóbico, muy sucio y de paredes ennegrecidas. Rhevi, que estaba de pie frente a él, notó una puerta redonda de bronce. Mientras caminaban, se escuchó un chasquido y con una pirueta tan ágil que hizo que el mago abriera la boca, esquivó cuatro dardos que salieron disparados de las pequeñas grietas. Hizo un ademán de aprobación. "¿Estamos seguros de que queremos seguir?" preguntó Talun casi dándose la vuelta para volver, pero ella lo agarró por la manga, tirando de él. La chica ignoró sus palabras y se acercó a la puerta. Había una extraña imagen grabada en ella, un rostro mitad lobo, mitad león y misteriosas runas a su alrededor. El lobo tenía las mandíbulas abiertas de par en par, entre las que se podían ver perfectamente sus afilados dientes, mientras que el león tenía una pose orgullosa, parecía una representación del caos y la calma. Rhevi rozó con su mano el escudo de armas. "¿Puedes descifrar lo que dice?" preguntó. "Lo intentaré". Talun pareció entrar en trance, y sus ojos se volvieron de color amarillo dorado. Sus párpados se movían con rapidez, como si estuviera escaneando todo su acervo de lenguajes en busca de símbolos similares, después se detuvo de repente. "No, es un lenguaje muy, muy antiguo, lo siento". Rhevi trató de abrir la puerta pero estaba cerrada con llave. Sacó unas herramientas de extraño aspecto de su cinturón y comenzó a trabajar en la cerradura, después de unos minutos se escuchó un chasquido y la puerta se abrió. "¡Veo que tienes otros talentos ocultos además de ser acróbata!" comentó el chico, ella sonrió mientras cruzaban el umbral. Ninguno de los dos esperaba en absoluto la escena que se presentó ante ellos: se encontraron con un ser de piel muy clara, con brazos largos y cónicos, almohadillas espinosas que sobresalían de sus palmas, y un rostro sin boca. Por un momento, la criatura los miró fijamente. Con movimientos bastante rápidos la criatura se lanzó contra los chicos, pero con la misma velocidad Rhevi desenvainó su espada. La criatura la agarró del brazo, hundiendo sus garras en este y haciéndola gritar de dolor, la chica le dio un golpe en la barriga, obligándolo a soltarlo inmediatamente. Talun pronunció una frase en un idioma desconocido y de sus manos, se liberaron dardos de energía color verde oscuro que penetraron en la espalda del monstruo, luego lo golpearon en el pecho y lo derribaron. En sus mentes, los dos compañeros escucharon una voz sibilante. "Mi amo los encontrará y los matará..." No tuvo tiempo de decir nada más porque la espada de Rhevi cayó con fuerza en el cráneo de la bestia y la mató. Talun se levantó rápidamente y llegó a donde estaba Rhevi, temblando y herida; había entrenado, sí, pero no con dolor, era la primera vez que se enfrentaba a un monstruo en una pelea real. Ella estaba asustada y feliz al mismo tiempo por el resultado de la lucha. "Déjame ver esa herida", dijo Talun; con un rápido y extraño gesto de sus manos creó una luz púrpura que la hizo sanar completamente. "Gracias, eres genial", dijo Rhevi, haciéndolo sonrojar. Miraron a su alrededor, vieron varios instrumentos de tortura, la misma escritura grabada en la puerta se reproducía en el suelo manchado de sangre, a unos metros de ellos había un pozo, y al lado había un gran espejo n***o que no reflejaba nada. Los dos se acercaron para observarlo de cerca. Talun estudió su forma ligeramente ovalada, parecía ónix pero no lo era. Lo tocó y por un momento le pareció que reflejaba una mano más pequeña que la suya. Dejó el objeto detrás de él y se acercaron al pozo, se asomaron al interior y lo que vieron los aterró. Dentro había un hombre sin camisa, con las muñecas y los pies encadenados, formando una X. Completamente maltratado, tenía muchas heridas, era obvio que alguien había disfrutado torturándolo. "Vamos a levantarlo", dijo Talun con un tono de enojo en su voz. Aunque no conocía al hombre, la escena lo había sacudido profundamente, según su estricto sentido de la justicia nadie podría merecer tal tratamiento. Se acercó a la polea conectada a las cadenas, agarró los peldaños fijados a una rueda dentada, con fuerza, y con la ayuda de la chica mitad elfa, levantó al prisionero. Liberándolo de las cadenas. Talun liberó la luz púrpura curativa de sus palmas y curó algunas heridas, haciendo que el hombre recuperara la conciencia. A la luz de la esfera mágica que aún flotaba a su alrededor, pudieron ver su aspecto: a pesar de las heridas, no parecía tener miedo, su cuerpo musculoso también estaba cubierto de viejas cicatrices, su pelo era muy corto y n***o. Pero la verdadera sorpresa fue cuando abrió los ojos: sus pupilas e iris eran de un color rojo rubí. "¿Quién eres?" preguntó el sujeto con una voz profunda, casi cavernosa. "Mi nombre es Talun y ella se llama Rhevi, vinimos aquí por una misión, pero lo más probable es que fuera una trampa ¿Cómo te metiste en esto?" Le hizo la pregunta mientras lo ayudaba a levantarse. "No... no me acuerdo, ni siquiera sé cuánto tiempo llevo aquí, sólo sé que tenemos que irnos antes de que vuelva el que me torturó, sólo recuerdo su terrible risa", respondió el hombre aturdido. Se dispusieron a salir, pero el símbolo bajo sus pies se iluminó con un color carmesí cegador y los tres gritaron de dolor cuando se tocaron el pecho. Sólo el hombre sin camisa vio, en el lado de su corazón, un símbolo marcado con fuego: Inmediatamente reconocieron la cabeza mitad lobo y mitad león. El sufrimiento desapareció y dejó el símbolo grabado en la piel. Talun miró bajo su túnica y vio que él también tenía esa marca, y Rhevi descubrió lo mismo. "Salgamos de aquí rápidamente", dijo. Corriendo tan rápido como podían, subieron las escaleras y se encontraron en la casa. El hombre golpeó con el puño un ataúd que estaba cerca de la chimenea y con una fuerza tremenda lo rompió en mil pedazos. En su interior se encontraba una armadura con una correa de metal n***o en forma de cráneo, y una enorme espada. "Ahora podemos irnos", dijo mientras sostenía el arma con una mano y agarraba el torso de la armadura con la otra. Cuando salieron de la casa ya era tarde. "Vamos a la ciudad, allí buscaré en la biblioteca de la academia el significado de este extraño símbolo. Lo siento, pero ¿cómo te llamas, te acuerdas?" preguntó al hombre. "Me llamo Adalomonte, ¿así que eres un mago? Bueno, espero que seas de utilidad", dijo en un tono serio mientras llevaba la armadura, pero estaba demasiado emocionado para luchar. Talun se levantó la túnica y empezó a correr como nunca antes, Adalomonte y Rhevi lo siguieron. CAPÍTULO 3
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD