Pasaron los minutos y la hora del almuerzo llegó. Se dirigieron al Sweet & Coffee que estaba a unos metros del edificio y se sentaron a conversar sobre lo sucedido, Amanda toda anonadada no podía dejar de tomar de su café, sobre todo cuando ella le mencionó de los gritos. Terminaron de almorzar y regresaron a la empresa. Tenían mucho trabajo por terminar. —Louisa —dijo Leonardo al ingresar a la oficina con una taza de café terminada en su mano. —¿En qué le puedo ayudar? —preguntó Louisa. —¿Le entregaste a todos los clientes sus respectivos archivos? —Sí, a cada uno de ellos —le devuelve la carpeta—. El último se fue hace unos veinte minutos. —Excelente Louisa —llena su taza de café—, y los archivos que te pedí por el correo. —Ya se los mandé. —Bien —revisa su reloj de mano—, he per