Las guió por un pasillo y abrió una puerta, que estaba protegida de las corrientes de aire por un biombo. A Jaela se le ocurrió que la niña debía entrar sola, por lo que la empujó suavemente mientras ella se quedaba detrás del biombo. Con su vestido blanco y su lazo azul a la cintura, Kathy parecía sacada de un Cuento de Hadas. Ningún hombre podía desear una hija más linda que ella. Como había sido criada en Italia, Kathy no era tímida y entró con desenvoltura en el comedor donde el Conde desayunaba entretanto leía el diario colocado en un atril de plata frente a él. Kathy había dado sólo unos cuantos pasos hacia la mesa, cuando por debajo de ésta surgieron tres perros spaniel. Dos de ellos movieron la cola alegremente, mientras el tercero lanzaba un gruñido amenazador. −¡Cuidado!− or