¿A quién de los que vivimos en el Castillo, quieres tú?− Kathy se echó a reír y, levantando una manita, empezó a contar con los dedos. −Quiero..., a la señorita Compton..., ¡y te quiero a ti, papá! Miró rápidamente a Jaela. −Eso hacen tres, ¿verdad, señorita Compton? −Sí, son tres confirmó Jaela sonriendo con ternura. −Yo también quiero a la señorita Compton− dijo el Conde−, y por eso creo, Kathy, que tú y yo nos pondríamos muy tristes si ella se fuera. Kathy miró a Jaela. −¿Es qué se va a ir? ¡Yo quiero que la señorita se quede! −Igual me ocurre a mí− afirmó el Conde−, así que voy asegurarme de que no pueda irse nunca. −¿Sí? ¿Qué vas a hacer?− preguntó Kathy. −Hay una sola forma de evitar que nos deje y es casarme con ella, convertirla en mi esposa. Kathy, sorprendida, se quedó