John era un buen policía. Cumplía su deber con esmero, nunca se pasaba al momento de aplicar la fuerza y le temía a su jefe como si fuese el mismísimo demonio. El muy mal parido parecía un fantasma que se cabreaba con cualquier fallo. Lo peor era que cuando se enfadaba el aire a su alrededor se volvía prácticamente irrespirable. Por suerte a John le había tocado ir al norte de la ciudad a investigar un poco sobre algunos eventos de vandalismo que se habían estado dando, asique estaba muy lejos de su jefe. Nunca se imaginó toparse con una mujer completamente desnuda que vagaba por las calles. La hermosa extraña se giró, moviendo su cabellera castaña y dejándole apreciar ese tonificado cuerpo. —Señorita, ¿qué está haciendo? — preguntó siendo lo más profesional posible. —Yo… me perdí— se e