Ya habían acabado su sexta ronda s****l. Por fin la leona se había retirado, enterrándose en el fondo de la conciencia de la castaña. Bruno se sentía exhausto pero su lobo también parecía haber quedado satisfecho. De a poco el cobrizo desenredó sus brazos del delicioso cuerpo de la mujer, le dejó un sonoro beso en la mejilla y se puso de pie para dirigirse al baño a quitarse el preservativo.
Cló lo observaba desde la cama calentita, tapada hasta las pestañas y tan agotada como su par. Desde su posición siguió los movimientos del hombre que marcaba los músculos de su espalda cada vez que tensaba sus fuertes brazos. Observó ese trasero respingón y duro, se deleitó con sus largas piernas y volvió a realizar el recorrido en sentido contrario.
—Creo que hiciste entrar al lobo en celo también
