Capítulo 5

2418 Words
Bruno se removió inquieto en su silla provocando que Luca lo observara con curiosidad. Al instante le llegó ese olor a felina enfadada, muy enfadada. La puerta se golpeó con fuerza al ser abierta sin una pizca de delicadeza, dejando ver a esa alta castaña que destilaba furia por cada poro. Si Luca pensó que Aly enfadada intimidaba es porque jamás se había topado con Cló en aquel estado. ¡Carajo!, se estaba por mear en sus pantalones. —Puedo arrancarte la cabeza en este puto momento — lo señaló. Bruno se puso de pie con pereza, acomodándose entre ella y su Beta —. O te quitas del medio o te arrancó la cabeza a ti también — gruñó señalándolo pero él parecía tan aburrido como siempre. "¿Nada?¿En serio?", se preguntó pasmada por la actitud del cobrizo. —Yo lo siento. No sé qué me pasó. No lo pude controlar— se excusó el Beta detrás de su protector lobo cobrizo despojado de sentimientos y expresiones. —¿Sabes por qué carajo no la podías morder? — El hombre negó —. ¡Porque dejaste la puerta abierta para que cualquier imbécil se la coja! — gritó enfadada. Luca tardó dos segundos en procesar esas palabras y tres para que la ira le calentara la sangre. Él no era el Beta por ser un debilucho, no, nada más lejos de la realidad. El condenado infeliz era el más fuerte de los lobos machos y su autoridad la desplegaba cuando él quisiera, haciendo su aura tan poderosa y aplastante que hasta el más idiota podía darse cuenta que no lo debía enfrentar. —¿Qué? — gruñó cambiando el color de sus ojos a ese tan oscuro y profundo. —Que culpa tuya, perro de mierda, ahora cualquiera puede reclamar a mi hermana para pasar un buen rato — respondió ella acercándose mientras lo señalaba y le hablaba con la mandíbula demasiado apretada. —No nos jodas, nadie toca a Aly, ella es nuestra — la voz gruesa y profunda delataba que era el lobo quien estaba al mando. —Ella un carajo — respondió la muchacha con el tono demasiado bajo —. Los felinos no somos monógamos. Cuando alguien te muerde es porque invitamos a otros a unirse a la fiesta. Dejaste la v****a de mi hermana abierta a una orgía. Quiera o no, varios van a ir por ella — declaró mientras sus ojos centellaban del marrón al amarillo. —¡¿Qué mierda hiciste perro de porquería?! — La voz fuerte y autoritaria de la Alfa les llegó clara como el agua. Los tres se giraron para verla, parada en la puerta de la oficina del Beta, con los puños demasiados apretados y la mirada encendida de furia. Luca simplemente la observó con cautela, preparando su cuerpo para el impacto, apretando sus músculos para recibir el certero golpe que Nia Poz le asestaría. Cló jamás esperó que aquella pequeña mujer se abalanzara sobre el morocho y lo golpeara con fuerza en la mandíbula. Rió divertida y observó que el cobrizo a su lado se mantenía con la misma actitud de siempre, como si sus dos mandos no estuvieran dándose unos buenos golpes frente a él. —¿Crees que me dejen participar? — le preguntó palmeando suavemente su fuerte abdomen. Bruno simplemente la miró de reojo y volvió su atención al par que tenía enfrente —. Vaya que es aburrido hablar contigo — sentenció cruzándose de brazos y sonriendo al ver como esa pequeña mujer sometía al idiota que estaba con la jeta pegada al piso y la ceja sangrando. —Espero que ahora hagas lo que te corresponde — regañó la pequeña al hombre que tenía debajo. Él asintió con mal humor y logró que lo liberara de esa llave que le estaba partiendo el brazo —. Nia Poz — se presentó extendiendo su mano a la castaña que observaba con diversión la escena. —Cló Nioks— devolvió el gesto, apretando con fuerza la mano de la Alfa. El gruñido que le llegó muy bajito la distrajo un segundo, pero la Alfa le habló antes de que ella descubriera qué sucedía. —El imbécil — dijo Nia señalando a su espalda donde Luca se ponía de pie y limpiaba con su mano la sangre que le cubría algunas zonas del rostro — se hará cargo de todo. —Yo le cubro el culo a mi hermana. Y literalmente lo voy a tener que hacer antes de que un pene se clave en él — comentó con humor al cobrizo que simplemente la contempló en silencio—. Vaya que tiene un carácter de mierda. —Déjalo ser — desestimó la Alfa —. Creo que se olvidó los sentimientos en su casa — Y señaló un sillón para que pudiese sentarse cómodamente. —No quiero ser descortés pero no me dejaste golpearlo — dijo Cló señalando al morocho. —Tranquila, después planeamos una venganza. Ahora dime qué pasos hay que seguir para arreglar este lío. —Necesito guardias que la cuiden cuando yo no esté. Ahora mismo está sola en su trabajo con una pistola de dardos tranquilizantes que con suerte sabe manipular sin temblar como una hoja. Debo volver antes que… —¿Qué otro la tome?— preguntó el morocho que terminaba de limpiar su cara. —Sí. Los felinos son grandes, ¿sabes?. Tal vez no tanto como ustedes, pero los jodidos gatos son hábiles — afirmó la castaña. —¿Y por qué la buscarían así como así? — preguntó el cobrizo. —Ya les expliqué. Como no somos monógamos cuando alguien te muerde es como que te pone un cartel para decir: "Oigan, ella está conmigo pero si somos más la fiesta será mejor" — exclamó señalando a alguien invisible a su lado, como si ese ente imaginario fuese su compañero de fiesta. —¿Qué mierda les pasa? — gruñó el morocho y se ganó una buena mirada de enfado de su Alfa. —Nada. Solo es un buen regalo para tu pareja. Si hay varios cerca el goce es bueno — explicó guiñando el ojo y obteniendo dos gruñidos que no supo descifrar. —No lo entendemos — respondió Nia mirando con enfado a sus dos compañeros y suavizando el gesto cuando se detuvo en la castaña—, pero pondremos de nuestra parte para cuidar a Aly. ¿Cuánto tiempo… —Me enlazaré con ella — interrumpió el morocho. —No harás una mierda sin su consentimiento— declaró Nia sin mirarlo. —Nia, no voy a dejar que nadie le toque un pelo — respondió enfadado. ¿Qué carajo creía su Alfa?¿Que él diría: sí, esperemos que nadie la coja hasta que todo pase? Mierda que él no esperaría un maldito segundo más. —Yo que tú ni me muevo — sentenció Cló poniéndose de pie —. Primero voy y hablo con mi hermana. Tú mete tu pene en una trituradora mientras esperas que ella te llame. Si es que lo hace— dijo con una sonrisa socarrona que lo hizo gruñir. —¡Está hecho! — afirmó Nia poniéndose de pie, repentinamente demasiado entusiasmada —. Ella se va a casa. A tí te golpearé un poco más y Bruno seguirá siendo ese ser sin sentimientos de siempre — Cló rió por eso último, saludó con un corto gesto de cabeza y salió a paso rápido de allí. Estaba nerviosa como la mierda de haber dejado a Aly tanto tiempo sola. —Oye — El grito grave de Bruno la hizo detenerse —. ¿Cuántos guardias? — preguntó. —Tres. Quiero uno en la entrada del edificio y los otros dos con ella. Si algo le pasa — lo señaló acercándose demasiado a él. Bruno usó toda su fuerza de voluntad para no mover ni un músculo, para no sucumbir a lo que su lobo reclamaba como desquiciado — juro que se quedan sin pelotas. —Está arreglado — respondió sin una pizca de nada en su rostro. ¿En serio, nada? Le iba a cortar las pelotas de verdad y él parecía había escuchado que le regalaría una de esas sosas galletas de arroz. Increíble. Algún día iba a lograr hacerlo mostrar algo en ese bonito rostro. —--------------------- Llegó a su dúplex, se cambió rápidamente y salió a toda velocidad al edificio de su hermana. Agradecía que los viejos iban a abrir más tarde hoy y eso le dio algo de tiempo extra antes de ir a trabajar. Ni bien llegó al lugar de trabajo de su hermana saludó a la recepcionista y subió a la oficina de la mayor. Observó que aún nadie llegaba a custodiar e insultó por debajo, totalmente ignorante que los idiotas de seguridad del edificio no habían dejado pasar a esos dos ejecutores enviados por Bruno. Golpeó suavemente la puerta y Aly abrió con evidente miedo en su rostro. —Ya estoy aquí — dijo entrando y cerrando la puerta al instante —. ¿Algo extraño? — Aly negó y dejó salir un sonoro suspiro. —Dios, Cló. Estoy cagada de miedo. En este momento hubiera preferido ir a esos extraños campamentos contigo — dijo dejando salir su frustración con aquel extraño movimiento que siempre hacía con sus dedos enredando su cabello en ellos. —No fuiste y ahora eres una inútil bióloga que se está por hacer en los bonitos pantalones que le robó a su hermana — Y cuando estaban por reír un olor distinto les llegó. —¿Cló? — preguntó con miedo. —Te metes al baño y le disparas en el pene a cualquiera que quiera entrar — ordenó señalando la puerta. —¿Y tú? Sabes que se ponen violentos— agregó realmente preocupada. —Me quedé con ganas de patearle el culo a ese perro. Creo que esto me vendrá bien. Y ni bien la mayor se encerró en el baño, la puerta de la oficina se abrió de un golpe. Allí un hombre, bastante alto y atlético, rebuscó por el lugar. Cló sonrió divertida. ¡Ah, carajo, llevaba bastante tiempo sin partirle la cara a alguien! Que nadie la culpe, ella antes lo hacía a diario y ahora llevaba cinco días sin que sus puños se estrellaron contra la carne de otro individuo. —¿Dónde está? — preguntó el sujeto con su voz demasiado gruesa. —Cariño, aquí estoy yo — soltó abriendo los brazos. —Estás buena y podemos jugar después. Ahora quiero a la otra — indicó y eso era todo lo que la castaña necesitaba para saber que el idiota solo iba a estar con su hermana mayor. Bueno, ella trató de sacrificarse, no quedaba otra que comenzar la pelea. La castaña se acercó veloz y lo golpeó en la boca del estómago, dejándolo sin aire. El sujeto se dobló debido a la inesperada acción de esa mujer que no parecía ser tan fuerte. —Oh, vamos. Sé que eres un puma. Se suponen que son fuertes — lo provocó. ¡Vaya que realmente se estaba divirtiendo! El sujeto se volvió a levantar y levantó su puño para estamparlo en la cara de la leona. Ella, rápida como siempre, lo esquivó y aprovechó para golpear en las costillas al sujeto. De nuevo él se dobló a causa del dolor y Cló debió esperar que se recuperara. Antes que él tipo se volviera a poner de pie un segundo olor masculino llegó. ¡Ahora sí que iba a ponerse bueno! —Oye, si él otro está bueno, ¿te interesa un trío? — preguntó muy cerca del oído del sujeto. No llegó a escuchar la respuesta porque otro enorme sujeto, un tigre, apareció en la puerta. Y vaya que era atractivo. —¡Estoy de suerte! — gritó ella desnudando con la mirada al tigre, ellos eran realmente difíciles de hallar. —Estás realmente buena — exclamó el recién llegado —, después arreglemos algo — E inmediatamente se abalanzó sobre ella, listo para golpearla. Cló lo esquivó al mismo tiempo que golpeaba con su pie en la cara al otro sujeto que ya estaba nuevamente de pie. En cuanto aterrizó sobre sus pies golpeó al nuevo en la cara, con tanta fuerza que el sujeto sangró al instante. El tigre se secó la sangre, bastante divertido por la inesperada oponente, y volvió a atacarla. —El — Esquivó un golpe — puma — Ahora una patada — es una mierda para pelear — Finalizó golpeando al hombre del que hablaba con ambos pies en el centro de su pecho. —¡Concéntrate! — ordenó el tigre. —Bien, bien. Dejo que me golpees si te hace feliz — provocó ofreciendo su mandíbula. El tigre apretó los puños con ira. Esa puta se burlaba de él. Levantó la mano y en cuanto estaba por golpearla una fuerte patada lo arrojó al otro lado de la habitación. —¡Oye, le arruinaste la oportunidad! — regañó Cló a ese lobo cobrizo con expresión apenas fastidiada. Bruno miró rápidamente a la leona, asegurándose que estuviera a salvo. Volvió su mirada a los dos sujetos que estaban un tanto lastimados y pudo oler el miedo de la otra mujer que se colaba por debajo de la puerta. Mataría a palos a Luca, por su culpa casi las golpean a las dos. —Llévenlos — ordenó al aire, pero dos sujetos, demasiado grandes, entraron y se llevaron a los felinos que estaban golpeados en el piso —¿Estás bien? — preguntó mientras caminaba hacia el baño. —La estaba pasando muy bien con ellos. Hasta íbamos a hacer un trío. En el preciso momento que Cló respondió, Bruno abrió la puerta del baño y Aly fue la primera persona en observar un gesto distinto al de aburrimiento y desinterés en el hombre. El cobrizo estaba enojado, muy enojado, demasiado enojado. Aly se puso de pie y caminó hasta él. Cló, desde su posición, no podía escuchar con claridad lo que decían, pero el suave golpe de su hermana en los brazos del hombre la hizo saber que lo calmaba. —Vamos — le dijo la mayor y ella asintió. —¿Qué le dijiste? — preguntó curiosa. —No es de tu incumbencia — declaró—. Pero me gustaría que hicieras algo en cuanto estemos frente al imbécil de Luca — Y Cló sonrió amplio.
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