Capítulo 2

1971 Words
El camino era largo, no tanto como para un agradable viaje en carretera, pero sí lo suficiente para que sus mentes no dejaran de trabajar a toda su capacidad, recordándose, cada una por su lado, el porqué estaban allí, qué las había llevado a abandonar todo solo para marcharse a otra ciudad y comenzar de cero. —¿Estás segura que no tendremos problemas con la manada de lobos? — preguntó Aly rompiendo el silencio. Se la notaba preocupada, realmente preocupada. Después de todo ellas eran unas felinas, más específicamente leonas, y Cló ya no tenía manada aunque su ella sí siguiera perteneciendo a ella. —En cuanto terminemos de descargar, y nos pongamos presentables, iremos con la Alfa. Supongo que sí aseguramos que no queremos problemas ellos entenderán, aunque vaya a saber. Esos perros locos tienen costumbres muy distintas a las nuestras — respondió con esa seriedad que Aly desconocía. Luego del primer atentado Cló se volvió más precavida, pero con el segundo todo cambió. No bajaba la guardia nunca y ya pocas veces bromeaba. La mayor parte del día estaba sumergida en sus pensamientos o entre miles de papeles que revisaba una y otra vez. Aly la conocía, no descansaría hasta encontrar a los culpables, pero no dejaba de cuestionarse cuánto dejaría su hermana de sí misma en el largo camino por encontrar la verdad. —Realmente me sorprendió que me dieran el puesto — dijo la mayor con buen humor e intentando cambiar el clima que se había enrarecido dentro de la camioneta. —A mí no — respondió simplemente su hermana. —Ay, Cló. No me digas que tú tuviste algo que ver. —Si quieres saber si yo te puse en el puesto, te aviso que no — sentenció sin mirarla, concentrada en llevar la camioneta dentro de ese intrincado camino por aquellos bosques de altos pinos y aire puro. —Pero… — agregó sabiendo que había algo más. —No hizo falta que alterara la elección. Cuando di con los archivos aparecías como la seleccionada. Relájate — pidió mirando por un segundo a su hermana para luego volver a concentrarse en el camino. —¿Y si no hubiera resultado electa? — pinchó cruzándose de brazos. —Ya sabes — respondió encogiéndose de hombros. Eso significaba que ella hubiese alterado el orden de selección para asegurar un puesto a su hermana. —Ay, Cló. ¿Y ahora cómo quieres que crea que realmente me eligieron? — indagó con mal humor, logrando que Cló estacionara bruscamente la camioneta en la banquina de la ruta, logrando asustarla por aquel repentino acto. —Eres la mejor maldita bióloga del puto país. Si no te contrataban eran unos imbéciles, asique no dudes que lo harían sin que yo interfiriera — escupió con bronca, señalándola con su largo dedo. —Okey. Entiendo — Se disculpó levantando las manos en señal de paz, comprendiendo que a su hermana los cuestionamientos ya no le hacían ni un mínimo de gracia, que ya no se los tomaba con humor como lo hacía antes, sino que ahora se sentía culpable, demasiado culpable, cada vez que alguien señalaba algún defecto en su accionar. El resto del camino lo hicieron en silencio con Cló demasiado metida en sus cosas y Aly repasando los datos que leía en su tablet sobre los proyectos en los que trabajaría una vez que entrara en el equipo de investigación de Maddness Investigation. Jamás supo por qué se ponían nombres en inglés cuando estaban en un país donde todos hablaban español. No le dió demasiada vuelta al asunto y solo se dedicó a leer. —----------- El dúplex era modesto pero funcional. En realidad ellas se hubiesen acomodado en cualquier lugar, pero los ahorros de las hermanas, junto al buen ingreso que traería Aly, iban a ser más que suficientes para vivir cómodamente. De todas formas Cló no se quedaría de brazos cruzados y aburrida en su casa, algo debía hacer. Terminaron de desempacar y se dieron una ducha. Listas y aseadas salieron a la calle, dispuestas a entrevistarse con la Alfa de esa zona. Los rumores decían que tenía un humor de los mil demonios y que, si no fuera por su Beta, los lobos bajo su mando le temerían como al mismísimo Diablo. Al parecer, el Beta de la manada relajaba un poco los ánimos y por lo general era a él a quien recurrían cuando algo sucedía. Llegaron a ese elegante edificio en el centro de la ciudad. Ningún humano sospecharía, jamás, que dentro de esa fachada de empresa contable en realidad un puñado de cambiaformas manejaban la paz de todo el lugar. Si no fuera por esa temible Alfa varios lobos hubieran hecho de las suyas y los humanos serían las primeras víctimas. Apenas ingresaron se encontraron con una sonriente muchacha rubia de furiosos labios rojos. Se acercaron a ella e indicaron sus intenciones allí. No necesitaban demasiado preámbulo, después de todo su olor a felinas las delataban. La rubia arrugó un poco la nariz, disgustada por el aroma que desprendía ese par, y les indicó a dónde debían ir. Ambas asintieron y tomaron el ascensor, ese que se ubicaba a la derecha del escritorio de recepción, hasta el último piso, el más elegante de todos. —Así se debe ver el ejecutor principal de manada y brazo derecho del Alfa — susurró bajito Aly, mofándose de su hermana que jamás lució tan seria ni desinteresada como ese cobrizo que se mantenía de pie al lado del enorme morocho que les sonreía. Ya lo sabían, el ejecutor era Bruno Oliviera, un hombre que solo tenía una expresión y era justamente la que ellas estaban viendo. El que les sonreía divertido era Luca Sanz, el Beta de la manada. —No sé cómo se ven los ejecutores de los felinos, pero les aseguro que ningún otro aquí luce como este sujeto — gritó desde la otra punta el moreno señalando con el pulgar al cobrizo a su lado que ni se inmutó por aquella frase. —Aly, ellos oyen muy bien. Pensé que tú eras la experta en biología — dijo Cló inclinándose levemente hacia su hermana. Cló trató de ignorarlo, pero el brillo en los ojos de ese estúpido perro que admiraba a su hermana como si fuera una diosa recién bajada del cielo, la hizo fastidiar. Enfadad se aclaró la garganta y así logró que todos pusieran sus miradas sobre ella. —Buenas tardes, Beta Sanz. Somos Cló y Aly Nioks. Hemos llegado desde el sur por cuestiones laborales — dijo siendo realmente seria. —Señoritas Nioks— las saludó el Beta poniéndose de pie —. Un gusto recibirlas — Y extendió su mano a modo de saludo. Primero Cló tomó la mano del morocho y luego Aly, que la sostuvo por más tiempo que su hermana menor. Ella y ese hombre parecían ajenos a esa sala, como si nadie más estuviese allí. ¡Dios! Aly le había dicho esa estupidez de los lobos y no sabía cuánta mierda de parejas para siempre, o algo así, y ahora parecía que su hermana había atontado a ese perro hasta más allá de lo que el límite de lo que su loca imaginación pensaba. Volvió a aclararse la garganta y observó durante unos segundos las mejillas sonrojadas de Aly. —Queremos aclarar que venimos solo por cuestiones… —¿Por qué no tiene manada, señorita Cló? — preguntó el cobrizo que se había mantenido ajeno a todo hasta ese momento. La castaña lo contempló mientras elevaba elegantemente una ceja. Ese idiota y sus estúpidas preguntas. —Me desterraron — respondió con simpleza. —¿Y eso por qué? — cuestionó el Beta. —¿No pretenderán que ventile los problemas internos de una manada a otra? — respondió con cierta chulería en su voz —. Si quiere saber comuníquese con mi… con el Alfa Neils y él les dará la información que considere relevante. —Descuide, ya lo hizo — aseguró el cobrizo. Cló lo miró fastidiada. ¿Para qué rayos preguntaba si ya sabían? Supuso que el ejecutor más confiable de la manada solo quería verificar qué tipo de persona era ella. Si estaba despechada con su antigua manada o si aún la respetaba. Ella sabía esos trucos porque los había usado mil veces, pero ese imbécil ni lo sospechaba. En teoría Arton no informaría sobre el puesto que ella ostentaba en su antiguo hogar. En teoría. —Me alegra que ya sepa de mí — respondió divertida guiñándole un ojo al cobrizo que la observaba con esa expresión que parecía congelada en su cara. ¿Acaso no sabía que una persona podía sonreír, enojarse, avergonzarse, además de solo mostrarse desinteresado y casi aburrido? Al parecer no, y le resultó muy estimulante saber aquello. —Sean bienvenidas a la ciudad — retomó el Beta —. Yo me encargo de avisarle a nuestra Alfa sobre su visita y las intenciones que tienen en nuestro territorio. Sepan que seremos amables con ustedes hasta que se adapten a las reglas. Luego deben comprender que no aceptaremos malos comportamientos de su parte. —No se preocupe — respondió Aly evidentemente tímida—. Nosotras aprenderemos sus costumbres y nos adaptaremos. No queremos darles problemas — dijo con sus mejillas tan encendidas que Cló pensó en que, tal vez, su hermana tenía fiebre. —Imagino que así será — respondió el Beta con una extraña voz, demasiado dulce para el gusto de la menor. Salieron luego de despedirse y, después de dejar sus datos con la rubia, siguieron su camino hacia el exterior. —Aly, dime que no es lo que creo — suplicó dejando de caminar, a unos cuantos metros de distancia de la salida del edificio. —No sé de qué hablas — respondió sin mirarla. —Sí sabes — la retó colocando sus manos en la cadera, como una madre lista para regañar a su retoño. —Ellos no lo pueden controlar — trató de explicar. —¡Dios!¿Ahora te va a perseguir y acosar por toda la ciudad? — exclamó asustada. —No lo creo — respondió aún sin mirarla, pero su sonrisa delataba que esperaba que así fuese. Aly le explicó cosas básicas sobre los lobos a su hermana menor. Era el único momento en el que ella se sentía la mayor de las dos. Entre tantos datos que le dió, como el que era mentira que le haría pis encima solo para marcar territorio, Aly explicó que los lobos eran monógamos, y que, aparentemente, una fuerza inexplicable les indicaba quién era su pareja para toda la vida. Los científicos no habían descubierto por qué se daba así, suponían que no era tan aleatorio como todos creían, pero sí debían aceptar que era inexplicable que amaran irracionalmente a alguien que acababan de conocer. —Me dijiste que nunca, nadie, jamás, se sentiría así por nosotras —aseguró mientras la señalaba aterrada hasta los huesos. —Si no te decía eso ibas a estar paranoica cada día — suspiró agotada. Amaba a su hermana, pero era demasiado protectora, sobre todo luego de los dos atentados. —Aly, ¿ahora qué carajo hacemos? — indagó sujetándola por sus brazos, sacudiéndola un poco como si así la pudiese despabilar y hacer caer en la cuenta del grave problema que enfrentaban. —Nada. Esperemos que ellos hagan algo. —¿Ellos? ¡Oh, Dios!¡No me digas que nos matarán por meterte con su Beta! Aly, esto no es seguro — exclamó Cló que estaba a punto de entrar en pánico pero la risa de su hermana la hizo volver a la realidad. —Tranquila. Ahora vamos a ver esos empleos para ti — dijo con calma antes de ponerse en marcha rumbo al centro.
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