Capítulo 1

1351 Words
Estaba parada delante de su Alfa que la observaba con esa fría y dura mirada. Sobre su hombro derecho podía ver al Consejo de Ancianos que por fin había logrado sacársela de encima. Todo esos vejestorios decrépitos sonreían satisfechos. A su derecha la Beta Kal la observaba como siempre, con ese desprecio clavándose directo en su persona. Después de todo parecía que realmente no le agradaba a nadie de la manada. En realidad su problema residía en que no era el tipo de ejecutora que todos esperaban. Era la mejor, eso sin dudas, pero su carácter distaba mucho de aquel serio y distante de sus compañeros de trabajo. Ella en realidad era bastante abierta y, podría decirse, hasta molesta. Le gustaba jugarle un par de bromas a sus pares y cada tanto se metía en alguna pelea solo para fastidiar a su oponente. Aunque también había quienes se quejaban del uso exagerado que hacía de su hermosa arma. Bueno, también es verdad que en muchas, demasiadas ocasiones, la usaba solo para amenazar, pero nada que otra persona no haría en su lugar. Realmente aquella vez no tenía para pagar la multa y no era su culpa que ese policía se asustara por demás al ver su elemento de trabajo. ¡Jodido policía! Por él el Consejo de Porquerías se la había quitado. —Cló— La voz gruesa y profunda de su Alfa la hizo volver su mirada a él, a sus ojos azules tan oscuros que bien podrían pasar por negros —. Se te acusa de vender información sobre nuestros avances tecnológicos y agrícolas a la manada de los zorros. ¿Tienes algo para decir? —Si me pagaran un sueldo decente por mis servicios no debería haberlo hecho — simplemente respondió. Los murmullos en la sala se amplificaron. Varios ancianos pidieron su inmediata muerte, aunque el asunto no era de tanta gravedad realmente aquellos viejos la odiaban con todo su mísero ser. —Sea seria, por favor — la regañó el Alfa logrando el absoluto silencio de la sala. —Entendido, jefecito — dijo llevando dos dedos a su frente a forma de saludo estilo militar. —Por su crimen queda desterrada de la manada desde este preciso momento. Ya nadie velará por usted ni su seguridad. Sus pertenencias se las puede llevar — declaró el portentoso Alfa y Cló necesito respirar profundo para soportar el impacto. Diablos, se había quedado sin nada —. ¿Comprende lo que digo? — preguntó al verla un poco perdida en sus pensamientos. La muchacha asintió y, sin decir nada, giró sobre sus talones para abandonar la sala cuanto antes. Se subió a su vieja camioneta y se colocó los lentes de sol para ocultar las lágrimas que empujaban por salir. Inhaló profundo y puso su camioneta rumbo a ese lugar que había sido su casa desde que nació ¡Mierda que dolía ser desterrada! Ahora la señalarían a donde carajos fuera y nadie, jamás, la defendería. Que suerte que sabía pelear. Al llegar a esa casa que la vió crecer, sintió su pecho apretar con fuerza. Caminó lento, contemplando cada detalle, absorbiendo cada recuerdo que se había forjado en aquel bonito jardín pulcramente ordenado. Subió los pequeños escalones hasta la entrada y al abrir la puerta pudo ver a su hermana que se paseaba cargando unas cuantas cajas. —Esta es la última — dijo Aly depositándola junto con el resto. —Bien. Nos vamos en cuanto terminemos de meter todo a la camioneta— indicó con esa seriedad que la había acompañado los últimos meses y que solo utilizaba en casa, resguardada por esas paredes que no volvería a ver. Su hermana se acercó y la abrazó con fuerza. Aly era más pequeña en tamaño que ella pero más grande en edad. Ambas compartían ese color castaño de sus cabellos que a veces parecía rojizo y los ojos de un marrón oscuro. Cló devolvió el gesto, apretando a su hermana mayor entre sus brazos, sabiendo que Aly necesitaba de aquel mimo. —No debiste hacerlo — susurró Aly hundiéndose aún más en el pecho de su hermana menor. —Por supuesto que sí— sentenció antes de apartarse para tomar una caja y comenzar a llevarla al vehículo. Aly la observó un segundo y luego contempló todo a su alrededor. Este era el adiós. Si ella no hubiera sido tan imbécil nada de lo que sucedía estaría pasando. Respiró profundo y comenzó a cargar cajas hacia la camioneta también. La noche cayó y con ella subieron lo último que podían a su transporte. El resto lo llevaría un camión de mudanza, si es que antes no se lo destrozaban aquellos que le guardaban tal rencor que, seguramente, en ese preciso momento deberían estar con sus estómagos llenos de cerveza, festejando que por fin los dejaría libres de su presencia. Sintió un suave golpe en la puerta trasera y antes de llegar lo pudo oler. ¿Era tan imbécil de arriesgarse a venir a verla cuando acababa de ser desterrada?¿Acaso su imagen le importaba una mierda? Abrió con su peor cara de enojo y él simplemente levantó sus manos a modo de paz. —¿Qué mierda Arton?¿Acaso estás loco? — preguntó fastidiada mientras sentía como él la tomaba por la cintura y la acercaba a su pecho. —Bonita, no era necesario que hicieras esto — le dijo con la voz partida. —Sí, Arton. Sí lo era. Nadie podía saber que a mi hermana casi la asesinan dos veces en tu territorio. Eso dejaría tu imagen por el piso. No, no lo iba a permitir. —Pero yo podría… — Pasó su mano con nerviosismo por su oscuro pelo, despeinándolo en el acto y haciendo que luciera terriblemente sexy —. Buscábamos otra forma, no ésta. No así — Y la miró con los ojos brillantes por el sentimiento que lo atravesaba. —Bebé— dijo ella acercándose nuevamente para peinarle su pelito —, era la forma. Así me puedo llevar a Aly lejos sin que nadie sospeche. ¿Quién va a confiar en un Alfa al que dos veces se le colaron en el territorio? Nadie — dijo seria —. Es mejor así. Cuando todo se aclare vemos la forma de que pueda volver. No te preocupes — le pidió besándolo en la mejilla. —Dios, Cló. No debes hacer esto por mí. Además si el Consejo… si ellos piden que solucione tu nueva situación… Yo, yo no podré hacer mucho para protegerte — dijo con la voz afectada y los ojos brillantes. Arton se refería a que si el Consejo de Ancianos pedía mandar a asesinar a la ex ejecutora, algo que sucedía comúnmente dado que éstos representaban una potencial amenaza para los altos mandos cuando eran expulsados, él no podría hacer demasiado, sobre todo si la Beta apoyaba dicho pedido, y era bien sabido por todos que Kal no era la mejor amiga de la castaña. —Eres mi Alfa y, aunque te ame mucho, mi fidelidad primero es con el Alfa de mi manada. Jamás, escúchame, jamás dejaría que tuvieses una mala imagen, ni aunque eso signifique que me manden a matar— Y su seguridad se transmitió en esos oscuros ojos. —Bonita, promete que te cuidas y que me llamarás si algo sucede — le rogó apretándola contra su pecho. —Por supuesto — respondió—. Ahora vete que si llegan a sentir mi olor en ti todo se va a ir al caño — lo apuró mientras suavemente lo llevaba a la puerta. —Recuerda que te amo — susurró antes de besarla en los labios. —Yo también — masculló sintiendo lo amargo de esas palabras en la boca. Observó cómo Arton se acomodó mejor la capucha sobre su cabeza y salió a paso ligero, atento que nadie lo vigilara. Luego contempló cómo se perdía entre las sombras de la noche y cuando estuvo segura que ya no volvería se giró para buscar a su hermana para por fin salir de esa manada.
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