ᅠᅠᅠᅠᅠDoce años atrás ᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠ
-¡Gato! –la fría y ronca voz del dueño de aquel prostíbulo, hizo temblar a todos los hombres en la sala, pero sobre todo a Gato, su mano derecha, o como mejor le quedaba, el lame botas del hombre canoso y muy bien vestido. -¿Dónde está Luna?
Aquella prostituta había faltado una semana a su trabajo, algo imperdonable para el negocio, ninguna mujer podría faltar más de tres días fuera de sus días de descanso, todos lo sabían muy bien.ᅠ
-Sr. Campbell. Luna no se ha reportado por más de seis días. –el vaso de cristal que estaba a la mitad de alguna bebida alcohólica, la cual tenía en su mano, chocó con fuerza en la mesa de madera, haciendo que todos, hasta el hombre con el aspecto más malicioso se exaltara en su lugar, su ceño se frunció, dándole un aspecto de terror.
-¿Y por qué no la ha buscado? Ella debe estar aquí trabajando, tenemos un acuerdo y se le paga muy bien, ¡búsquela! –gritó esto último.
Nadie querría estar en los zapatos de Gato, aquel hombre era tan malo, que podría mandar a matar a cualquier persona solo porque le dedicó una mala mirada, todo porque quería sentir el poder, quería que todos a su alrededor lo respetaran y eso solo lo podía lograr a la fuerza, haciendo que todos temblaran de miedo para hacer y deshacer a su antojo, se sentía como un puto Dios.
-Sí, Sr. Campbell, la hemos buscado, pero nunca abre la puerta de su casa, no sé si se fue de la ciudad. –el Sr. Campbell se frotó las sienes con sus dedos, mientras pensaba, o más bien buscaba una manera para darle escarmiento a Luna. ᅠ
-Entonces, ya sabe lo que tiene que hacer, nadie se burla de mí, le dejé muy claro que no podía marcharse de aquí una vez que entrara al negocio, mátela, a ella y a toda su familia, no quiero testigos. –la mandíbula de Gato, se tensó de inmediato, si bien era su mano derecha, nunca había asesinado a alguien, para eso tenía a sus matones, pero sabía muy bien que no podía ni rechistar o le iría muy mal, tenía que hacerlo, solo porque él se lo ordenó.
-Sí, Sr. Campbell, en un par de días dejaré eso listo. –la mirada del viejo se ensombreció de una manera terrorífica, no le había gustado escuchar aquello en lo más mínimo.
-Un par de días no me sirve, ¡mátelos, ahora! No querrá ser uno más en mi lista, ¿¡Verdad!? –el hombre asustadizo negó con su cabeza, mientras tragaba en seco.
Si quería permanecer con vida, tendría que seguir las órdenes de su jefe, los tenía que asesinar ese mismo día. ᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠ
Gato, sacó su arma, que siempre tenía en la pretina de su pantalón, sólo para imponer respeto, y la cargó frente al Sr. Campbell, preparándose para ir en busca de Luna y cualquier persona que alegara por ella, por más que no quisiera y que se repitiera en su cabeza que no era un asesino, debía hacerlo si es que apreciaba su vida. Pero cuando estuvo a punto de abandonar la sala para hacer aquel encargo, su jefe lo detuvo.
-Espere, Gato. –el alma volvió a su cuerpo, pensando que su jefe se había arrepentido y que le daría una última oportunidad a aquella prostituta, él no quería manchar sus manos de sangre. –Quédese haciendo su trabajo, yo mismo la mataré con mis propias manos, voy a quemar a esa maldita con todo y sus bastardos, quiero que vea la muerte pasar a buscarla y se arrepienta de haberme desafiado de tal manera, esto es imperdonable y la traición se paga con sangre.
El Sr. Campbell, se levantó de su cómodo asiento, mientras disfrutaba imaginándose a Luna, gritando y suplicando perdón mientras su casa se consumía en las llamas, su mente era tan macabra, que no sentía ni la más mínima culpa por lo que estaba por hacer, más bien, era algo que disfrutaba, como si matar fuera un arte, y él un maldito artista.
- ¿Está seguro, Sr. Campbell? Lo pueden inculpar por el asesinato de esa mujer. –la sonrisa socarrona en su rostro, les daba a entender a todos, que tenía todo bajo control.
-Moreno, prepare todos los juguetes para esta noche, hoy arderá el cuerpo de una mujer y no precisamente de placer. –su estrepitosa risa resonó en toda la sala, pero ninguno podía reírse a la par sin su autorización, tenía a todo el mundo en sus manos y eso era lo que más le gustaba.
-Sí, Sr. Campbell, con su permiso. –Moreno, uno de sus matones, o en mejores términos, su escolta, salió de la sala para cumplir con la orden de su jefe, el cual no podía borrar la sonrisa de su rostro, como si fuera el mejor día de su vida.ᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠᅠ
-Luna, Lunita, que conste que tú misma cavaste tu propia tumba y de paso la de tus hijos. ᅠ