— Mamá, por favor, déjame ir. —le rogué a mi madre por enésima vez. —Voy con Jimena, si es necesario, pero déjame ir.
— Ya dije que no, Julieta, tienes quince años, no tienes edad para estar saliendo con un muchacho que acabas de conocer. —miré a mi hermano mayor, para que me ayudara a convencer a mi madre.
Francisco, me había invitado al cine y debía darle una respuesta lo más pronto posible, estaba esperando por mí en la puerta de la casa y me daba vergüenza que esperara tanto tiempo.
— Francisco es mi amigo, mamá, puedes confiar en él, además, las veces que la ha llevado por un helado, siempre la deja puntual en la puerta de la casa. —mi madre dejó de doblar la ropa y miró ceñuda a mi hermano.
— Podrá ser amigo del mismísimo presidente, pero si digo que no, es no, una cosa es que vayan aquí cerca y de día, pero no voy a permitir que salga de noche, hay mucho peligro en la calle y tú estás muy pequeña para salir con un muchacho, no abuses de mi confianza, Julieta, y Joel, deja de ser su alcahueta. —golpee el suelo con mi pie, sintiéndome molesta porque mi madre no me daba permiso de salir, ya conocía a Francisco, iríamos en su auto, con su chófer y aún así, no accedía.
— Pero mamá... —me quejé con mi mejor cara de perro recién apaleado, en un último intento y negó con su dedo índice.
— ¡Ah! No, pataletas no, mi última palabra es un rotundo no, más bien ayúdame con la cena. —la miré molesta, pero me ignoró, volviendo su atención a la ropa que estaba doblando hace un momento.
— Yo ya estoy grande y sé cuidarme sola, pero eso nunca lo vas a entender, ¡no quiero que me hables! —me sentía tan frustrada y con rabia, que no medí las palabras con las que le hablé a mi madre y mucho menos el tono, el cuál había elevado considerablemente, pero entonces, sentí la mano de mi madre estrellándose contra mi mejilla.
— ¡Me vuelves a hablar así, y te emparejo la otra mejilla, Julieta! —puse mi mano en la mejilla que ardía, por bofetada que me hizo voltea la cara y mis ojos se cristalizaron de inmediato.
— ¡No quiero volver a verte! —le grité, antes de salir corriendo a mi habitación, la cuál compartía con Joel, me lancé en mi cama y lloré de rabia.
Qué le costaba a mi madre, dejarme ir al cine, no hubiésemos llegado a tal extremo, estaba tan molesta con ella, que no quería verla, ni escucharla.
— Hermana. —Joel entró a la habitación y se sentó a mi lado, al ver que estaba sollozando. —No debiste hablarle así a mi mamá. —miré a mi hermano con cara de pocos amigos, eso qué le importa a él.
— Cállate, ¿sí? Es mi problema. —le respondí de mala gana y él soltó un suspiro cansado.
— Imposible hablar contigo, en fin, le avisaré a Francisco que no te dieron permiso. —puse mis ojos en blanco y escondí mi cara en la almohada, moría de la vergüenza, de solo pensar que él escuchó como discutíamos. —No es el fin del mundo, Julieta, ya llegará el día que te dejen ir al cine. —solté un suspiro pesado, él no lo entendía, yo quería ir hoy.
Joel se levantó de la cama y salió de la habitación, dejándome completamente sola, mientras las lágrimas se desbordaban de mis ojos, una tras otra, hasta que el sueño se apoderó de mi cuerpo.
. . .
— ¡Julieta! ¡Joel! —escuché la voz de mi madre, pero no quería abrir los ojos, ni mucho menos ir con ella. —¡JULIETA! ¡JOEL! —volví a escuchar nuestros nombres, pero acompañados de gritos desgarradores, abrí mis ojos rápidamente y los latidos de mi corazón se aceleraron, al darme cuenta que la habitación estaba llena de humo, los nervios burbujeaban en mi sistema y no sabía qué hacer.
— ¡Mamá! —grité temblando de miedo, cuando vi una luz por debajo de la puerta.
Eso era... ¿Fuego?
— ¡Julieta! ¡Sal de ahí! ¡Despierta a tu hermano! —me bajé de la cama de un salto y llegué hasta la cama de mi hermano, quién dormía plácidamente, siendo ajeno a lo que ocurría afuera.
— ¡Joel! ¡Joel! ¡Despierta! —lo moví del brazo y sentí como el humo se colaba por mis fosas nasales, formando un nudo en mi garganta que me hizo toser. —¡Joel!
— ¿Qué pasa? No voy a convencer a mamá de que vayas al cine. —dijo adormilada, pero no dejaba de moverlo, teníamos que salir de aquí enseguida, los gritos de mi madre se escuchaban hasta aquí, estaba pidiendo ayuda, mis ojos se inundaron de lágrimas de solo pensar que podríamos morir calcinados.
— ¡Joel! ¡Por lo que más quieras! ¡Levántate de esa cama, se está incendiado la casa! —sus ojos se abrieron de par en par y su el pánico se apoderó de su cuerpo, se sentó, mirando el humo y la luz que provenía de afuera de la habitación. —Tenemos que salir de aquí, Joel, vámonos rápido, no me quiero morir.
— ¿Cómo pasó? ¡Mamá! —Joel gritó, mientras se levantaba de la cama. —¡Mamá! ¡Jimena! —mi hermano tomó mi mano para guiarme hasta la puerta, lo cual agradecí, pues mis lágrimas nublaban mi visión.
Joel, abrió la puerta y miré horrorizada la escena, el fuego estaba en todas partes y no sabía cómo no había llegado hasta adentro de la habitación, el calor comenzaba a sofocarme y el humo nos hacía toser sin control alguno, le di un rápido vistazo al lugar, buscando la figura de mi madre y la de mi hermana. ᅠ
— ¡Mamá! —le grité al verla en el medio de la sala dónde las llamas no llegaban y con Jimena, enganchada en su cintura, sus rostros estaban llenos de miedo, al igual que el de Joel y el mío, no tenía la menor idea de cómo hacer para llegar hasta ellas.
— Hijos, busquen la manera de acercarse, podemos salir por la ventana de la cocina, mantengan la calma, niños. —por más que buscaba algún modo de llegar hasta ellas, no lo encontraba y las llamas cada vez crecían más. ᅠ
— No sé cómo hacer, Joel, nos vamos a quedar aquí, nos vamos a morir. —dije llorando y temblando de miedo, sentía que el calor de las llamas comenzaban a tostar mi piel.
— No, hermana, mira, por ahí hay un espacio, pasa lo más rápido que puedas, imagina que estás corriendo de un ladrón, no, mejor de un asesino y no quieres que te atrape, llega rápido con mamá y yo iré detrás de tí. —miré el lugar por donde señalaba Joel y quizá tenía razón, era un espacio muy pequeño que aún no era alcanzado por el fuego, si pasaba rápido, podía llegar al otro lado sana y salva.
— Vienes detrás de mí, ok, ok, no te demores, por favor. —dije con un poco más de calma.
— Tranquila, espero que llegues con mamá y llegaré con ustedes, ¿vale? —asentí con mi cabeza, sintiendo los nervios recorriendo por todo mi sistema. —Te veo del otro lado de las llamas, ¿ok? —volví a asentir con la cabeza, mientras sujetaba sus manos con fuerza, tenía tanto miedo, pero si él estaba conmigo, podía estar más tranquila.
— Ok, te estaré esperando. —mi corazón se aceleró aún más y analicé el lugar por el que iba a pasar, mis piernas temblorosas se acercaron al punto dónde debía correr al otro lado, cerré mis ojos y tapé mi rostro, antes de tomar el impulso necesario para llegar hasta el lugar donde estaba mi mamá con Jimena. —¡Mamá! —la abracé al estar a su costado, en el centro libre de llamas.
— ¿Estás bien? —mi madre me miró detallando mi rostro, y asentí con la cabeza, por suerte no me había alcanzado el fuego. —¡Joel! ¡Es tu turno!
— ¡Joel, ven! ¿!Qué estás esperando!? —mi hermano estaba de piedra, viendo el camino por dónde yo había pasado hace unos segundos, debía pasar ya, sin pensarlo demasiado. ᅠ
— ¡Voy! —Joel, estaba a punto de pasar por el espacio libre y correr hasta este lado, pero algo terrible pasó.
Un grito salió de lo más profundo de mi garganta, al ver que el librero de madera, que estaba encendido en llamas, se cayó al suelo, obstruyendo el lugar por el que iba a pasar, haciendo que el fuego aumentara de aquel lado, dejándonos con poca visibilidad de mi hermano, mi corazón dio un vuelco, al ver que no había posibilidad alguna, de que mi hermano pudiera cruzar, mis ojos se llenaron de lágrimas, las cuales se desbordaban una tras otras.
— ¡Joel! ¡No! ¡Me dijiste que estarías aquí! ¡Joel! —busqué desesperada, algún modo, para que él cruzara con nosotros, pero el fuego iba en aumento, no había manera para que pudiera ir por él o para que él viniera a nosotras.
— ¡Hijo! —mi mamá estaba angustiada y Jimena tenía la cabeza escondida en el estómago de mi mamá.
— ¡Váyanse! ¡Salgan de aquí, ustedes pueden! ¡Yo buscaré una forma de salir! —dijo Joel, regresando a la habitación, pero algo dentro de mí, me decía que aquello no sería posible.
— ¡Confío en ti, hijo! ¡Pondré las niñas a salvó y vuelvo por tí! —negué con mi cabeza, no quería dejar a mi hermano solo, no estaba dispuesta a irme sin él, pero mi mamá tiró de mi mano, para que siguiera sus pasos.
— ¡Joel! ¡No lo olvides! ¡Te estaré esperando!