– ¡Ramsi! – dije suplicando de rodillas agarrando una parte de su capa – ¡Te lo ruego no me hagas tu mujer! ¡No puedo serlo! – dije llorando.
Ahí él estalló furioso.
– ¡¿QUÉ NO PUEDES SERLO?! – me agarró de la barbilla fuertemente para que lo mirara y dijo a continuación – ¡¿Por qué no puedes serlo?! – preguntó desafiante y un poco más tranquilo – ¿Cuál es tu excusa ahora?
No podía responder, nada salía de mi boca y lo peor de todo es que mis lágrimas no paraban de salir y él ni siquiera se inmutaba de las mismas.
Dichas estás palabras él soltó mi barbilla y yo quedé mirando al suelo, rendida pues ya nada podía hacer ni siquiera la chance de escapar.
Lo dejé ir, soltando su capa a la cual sostenía con fuerza, llamó a mi criada y le dijo que me preparará para esa noche.
Ella asintió c
