CAPÍTULO VII Más tarde, esa misma noche, Arabella se recogió en su dormitorio. Un lacayo le había traído una nota de su madre cuando estaba cenando en el salón de clases. No la abrió frente a la señorita Harrison, prefirió hacerlo a solas. Ahora se sentía impaciente por conocer el contenido de la carta que abría con celeridad. A primera vista se desilusionó al verla tan breve. Comenzó a leerla reconociendo la letra clara y elegante de su madre. “Queridísima mía: La casa se siente muy vacía sin ti, pero rezo con todo fervor para que estés feliz en el Castillo y no anheles regresar aquí. Tu padrastro se enfureció por irte sin su permiso y sería muy poco recomendable que te presentaras ante él mientras su furia perdure. Sin embargo, creo que insistirá en castigarte con gran severidad, si