Durante horas estuvo sentada y llorando, con los ojos hinchados y su mente hecha un lío por la deseperación. ¿Adónde iba a ir ahora? ¿Cómo conseguiría dinero para sobrevivir? El día se hizo largo hasta que, finalmente, decidió volver a casa, colarse en el cobertizo, coger las pocas espadas que quedaban y venderlas en palacio. De todos modos, hoy la esperaban. De esta manera, tendría dinero para unos cuantos días al menos hasta que se le ocurriera un plan mejor. También cogería la espada que su padre le había regalado y que ella había escondido debajo de las tablas del suelo del cobertizo. Pero esta no la vendería, no. Hasta que no se encontrara cara a cara con la muerte, no abandonaría el regalo de su padre. Fue corriendo despacio hasta su casa, observando con atención mientras avanzaba