Una noche de sexo rudo con Knox, bastaba para que cualquier mujer usase una jodida silla de ruedas, y por la forma en la que le quitó la virginidad a aquella chica que le mintió para que él no la rechazara, bastaba para que Riley se quedase en la cama el resto de la mañana y parte de la tarde, sin embargo, los planes de Knox no involucraban a una chica adolorida en la cama. Él, además de que quería repetirlo siete veces más, quería salir al sol. El problema era que Riley continuaba dormida a su lado, con el trasero descubierto y su rostro ladeado hacia él. Su expresión era la de una chica lo bastante complacida como para no arrepentirse de casarse, ni de darle todo su cuerpo a su esposo perverso. Maddox acarició el trasero suave de Riley y lo palmeó con fuerza para despertarla. Fue una n