Una vez que finalmente conquisté el infierno, me siento como un demonio. Mi rostro está quemado rojo como si hubiera estado al sol todo el verano y mi aliento viene en inhalaciones tan cortas que sueno como uno de esos juguetes para perros chirriantes. Me tambaleo hacia mi madre y colapso en el césped a su lado. Deja que vea lo que ha hecho, lo que ha causado que le suceda a su preciosa hija. Ella me mira de reojo, apenas reconoce mi aflicción en absoluto.
—Que esto sea una lección para ti, Kat. Todo esto es por tu propio bien. No voy a ser blanda contigo. Nunca lo fui ni lo seré nunca. Solo te convertirá en un objetivo más grande —Me mira como si esperara que le respondiera, sin esperanzas de que eso suceda. Todavía estoy tratando de calmar mi corazón acelerado y respirar con normalidad
