Para toda su regañina, Mateo no se queda con nosotros. Le lanza a Ezra una mirada severa antes de guiñarme un ojo juguetón y salir, cerrando la puerta detrás de él. —Espera, vuelve —llamo, pero él solo se ríe en respuesta desde el otro lado. —Estás por tu cuenta, Kat —canta. Menuda ayuda ha sido. —¿Estás intentando escaparte de mí, Pequeña? —casi ronronea Ezra junto a mi oído. Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar sus palabras, y su aliento cálido en mi cuello provoca cosquilleos por todo mi cuerpo. Inclina su cabeza y roza su nariz por mi cuello, inhalando mi aroma de nuevo. Mi corazón late más fuerte que nunca. No estamos en medio del bosque esta vez donde todos puedan vernos. Estamos solos, detrás de una puerta cerrada. Su brazo me envuelve por la cintura, moldeando mi cuerpo