CAPÍTULO QUINCE Gwendolyn caminaba al lado de la Reina, acompañándola a través de la pasarela de oro que se extendía por la capital de la Cresta. El camino estaba hecho de sólidos adoquines de oro, elevado a unos cinco metros por encima de las calles de la ciudad, extendiéndose desde a salida del castillo hasta todos los rincones de la ciudad. Era una pasarela reservada para la realeza y, mientras ellas caminaban, los sirvientes de la reina las seguían con parasoles para protegerlas del sol. Las dos paseaban cogidas del brazo, la Reina la cogía cariñosamente del brazo y le insistió en acompañarla a visitar la ciudad. La Reina le mostraba con cariño todas las vistas a medida que avanzaban, señalando la arquitectura destacada y dirigiéndola por los diferentes barrios de esta antigua ciudad