Era cierto eso de que el placer nubla, lo supe en el momento en el que acepté otro trato con ese demonio. La cadena se arrastraba y yo no podía levantar mi cabeza para ver, escuche una fuerte respiración y no quise mirar, mi corazón estaba muy acelerado y estar atada no me servía de nada. Alguien más estaba ahí con nosotros y yo no sabía quien era, eso era lo que me estresaba. Un manotazo en mi culo me hizo gritar, era Eder, sin dudarlo lo sabía. -Tranquila caramelito, ¿te negarás a un poco de placer? - su voz era sensual y me invitaba al peligro. Alargó sus brazos y pellizco ambos pezones para luego masajear mis tetas, haciendo que el fuego que creí apagar con miedo, encendiera de nuevo. -No me gusta estar expuesta frente a un desconocido. Al menos no cuando estoy atada y de espaldas