Si están leyendo esto es porque son muy chismosos y quieren saber de mi vida - nah mentira - seguramente algunos de ustedes sintieron curiosidad, otros simplemente no tenían ninguna cosa mejor que hacer y una pequeña parte quiere leer mi historia, saber que paso con mi vida, leer romance, drama, sentir el suspenso en su cuerpo hasta llegar a sacar conclusiones disparatadas.
Si son lectoras recurrentes, esas buenas lectoras que llevan su imaginación al máximo para explorar mundos distintos, llenos de emociones, que las llevan a una experiencia extraordinaria dónde todo se vive tan a flor de piel, a tal punto que pueden llegar a descubrir una gran combinación de emociones, están en el lugar correcto, o al menos es lo que voy a intentar transmitirles con esta historia.
Todo comenzó mucho tiempo atrás, suena trillado lo sé, pero cuando uno comienza desde lo básico, lo nuevo siempre pasa a ser más claro.
Tenía seis años cuando vi a mi madre llorar por primera vez, ella se encontraba en el suelo de su cuarto, sentada sobre sus talones con las manos entrelazadas en su regazo mientras grandes lágrimas caían por su rostro. Su cabello n***o siempre se encontraba bien arreglado, lo tenía tan lacio que parecía una lámina brillante en esos chongos ajustados o en sus semi recogidos.
Su rostro ovalado, con un pequeño mentón y pómulos marcados, le daban un aspecto casi angelical, sus labios rosados siempre se veían grandes y carnosos, sus ojos eran redondos y grandes de un color marrón tan oscuro como el café, esos dos círculos pardos que descansaban en su centro, siempre brillaban.
Tenía mi estatura, metro sesenta y era ama de casa, en lo que a mí respecta la mejor de todas, ella estaba en todo, los horarios, las comidas, médicos, deberes. Se encargaba de levantarse temprano en la mañana y no se iba a la cama hasta altas horas de la noche, cuando ya había terminado y todo estaba en su lugar.
Se preguntarán porque lloraba, la respuesta es simple, mi papá, aquel hombre que hasta ese momento consideraba mi referente, mi super héroe, ese hombre que era mi mundo acababa de dañar al ser más amoroso y bondadoso de esta tierra, ¿Cómo? Simple, la engaño.
Mi madre en ese momento no solo se encontraba sentada en el suelo mientras lloraba, ella también sostenía una camisa del uniforme de mi padre, la tela que se suponía debía ser completamente blanca ahora se encontraba manchada con labial rojo, mi madre no usaba ese labial, apenas se maquillaba, era una mujer muy bella, no necesitaba mucho para verse bien.
Recuerdo todo de aquel día, el olor a lavanda que desprendía el suelo limpio, su perfume de flores y los pequeños mechones que caían en su rostro, su cama que, para ese entonces me parecía gigante y que no importaba la situación siempre se encontraba bien tendida, con su acolchado blanco brillando en pulcritud, los almohadones descansando en el lugar que uno pensaría que mi madre se tendería a sufrir, pero ni eso de permitía, ella no iba a desordenar aquello con sus penas.
Las mesas de luz que descansaban en su costado con dos lámparas pequeñas, el chifonier con una foto de nosotros tres y las paredes blancas fueron testigos de todo lo que vino después, pero para eso hay tiempo.
En aquel momento no pensé en como acabaría todo, solo quería que dejara de llorar, quería que no sufriera.
Me acerque a ella con mi corazón encogido, escuchando su dolor y viéndola sufrir por un sujeto que ahora, según él, se encontraba trabajando, nunca olvidare nuestra charla, la forma en que sus lágrimas pararon y la primera definición que encontré sobre el amor, no pensé que aquello me marcaría de esta manera, nunca lo imaginé, pero fue así, porque nos guste o no, nuestros padres nos marcan el futuro, nos preparan para lo que seremos, nos enseñan a ser y actuar, "somos lo que hicieron de nosotros" dijo algún sabio escritor por ahí y no sé equivocó.
- ¿Qué ocurre mamá? - me senté en el frío cerámico y tomé una de sus manos.
- No pasa nada cariño - fue lo único que susurro antes de limpiar sus mejillas y sonreír como si todo estuviera bien.
- Se qué pasa algo, solo dímelo - para aquel entonces yo ya era muy despierta, demasiado para su gusto.
- Solo me siento un poco triste, pero ya pasó - acaricio mi mejilla.
- Esa camisa es de papá y eso es labial rojo, tú no usas labial - sus ojos nuevamente tristes me miraron.
- No, no lo uso - hizo un bollo la prensa y se levantó del suelo.
Su vestido se encontraba algo arrugado, aquella tela de un azul Francia divino, falda amplia, cuello redondo sin mangas, mamá siempre llevaba pendientes blancos pequeños, como bolitas, sus pestañas se mantenían arqueadas, no importaba la hora del día. Aunque lo que más llamo mi atención fue que ni una gota de rímel se había desparramado por su rostro ¿Cuántas veces lloraba mamá en secreto?
- Te engaño - afirmo enojada.
- Solo fue un desliz - murmuró mientras se limpiaba las mejillas. - Algunos adultos los tienen - empezó a ordenar su cuarto perfectamente ordenado.
- ¿Tú los tienes? - consulte.
- No, yo no tengo esos desliz - se sentó en la cama y palmeo su pierna para que me sentara en ellas, pero lo hice a su lado - Hay hombres que en ocasiones necesitan experimentar otras cosas, conocer gente, eso los lleva a situaciones que pueden salirse un poco de control - acomodo mi cabello con sus dedos - Nuestro deber como mujer es comprenderlos y estar ahí para ellos - junte mis cejas confusa.
- No entiendo.
- Algún día lo entenderás pequeña, ahora haz tus deberes papá llegará en cualquier momento, no queremos que se enoje. - me levanté y caminé a la salida en silencio.
La verdad es que mi padre se enojaba por todo, ese sujeto tenía la paciencia de un mosquito, es una pequeña analogía para que ustedes entiendan a lo que me refiero y el poco grado de tolerancia que tenía.
Recuerdo perfecto aquel día, caminé a mi pieza en silencio, hice mis deberes también en mutismo y luego escuché la puerta, sus pies retumbaba contra la madera haciéndola crujir de manera tenebrosa, mis músculos se tensaron y contuve la respiración. Eso provocaba Garrett Higgins, en su pequeña hija, en todos.
Baje a comer cuando mi mamá lo indicó, todo siempre era amargo y feo, siempre se basaba en lo mismo, él consultando por mis notas, tareas, escuela, un examen oral de quince minutos para corroborar mi estudio y pasaba a ser tierra de nadie en su mente egoísta.
Mi mamá seguía, observaba la casa, lo que había hecho y cómo se había manejado, era una maldita sumisa que apenas lo miraba y sonreía mientras comentaba cómo hizo la comida. Luego él le daba un beso y se iban a la cama.
Ahora podía decir con certeza que esté capítulo se puede llamar "I'm not the only One", mi hermoso Sam Smith tiene las letras justas pal' mal de amor.
En fin, estaba en mi cuarto procesando las palabras de mi madre, ahora veinte años después puedo decir que fueron una mierda, las personas ya no se manejan así, no permitimos ese tipo de trato hacia la mujer o el hombre, no está bueno, no está bien, el engaño es engaño, el maltrato es maltrato y el abuso es imperdonable.
Pero volviendo al tema central, yo me encontraba en mi pieza, una habitación de paredes blancas y rosas con cuadros de bailarina – aunque odiaba el baile – peluches, barbies, porque bueno, para ese entonces, creciendo en un ambiente tan estricto, con un padre salidos de las cavernas, podría decirse que me mantenía en la eterna, mmm ¿Cuál seria la palabra? ¿niñez? Sí, era una niña, que con trece años jugabas con muñecas, vestía faldas largas y usaba dos colitas.
En fin, esa niña inexperta, que pensaba que su familia era perfecta, que creía que todo lo que decía su papá estaba bien. Esa niña murió aquella noche cuando el primer ruido llego.
Recuerdo el “Clash”, estaba en la cama escuchando música y salte de ella como un resorte, abrí la puerta con miedo, cuando el próximo golpe se escuchó y luego siguió un grito de mi mamá.
- ¡Yo no me merezco esto! – grito furiosa – He sido tu esposa por años y tú me haces esto – me quede en el pasillo, pegada a su puerta.
- Estás loca, no sé de qué hablas – digo sin siquiera levantar la voz – Creo que estar tanto tiempo encerrada te esta haciendo alucinar cosas, me preocupas Carmen, ¿Por qué no vas al psicólogo? – una risa amargada salió de alguno.
- Loca – susurro – Loca – Tú te acuesta con la secretaria esa y yo estoy loca – vuelve a reír – Lo sabía, lo supe desde hacer tiempo, te pregunté y tú… - se calla.
- Cariño, eso no… - mi madre volvió a gritar.
- No me digas así, no me hables como le hablas a ella, no seas condescendiente conmigo, se que me engañas, apenas me tocas, no importa lo que haga, no me miras, no me tocas, no me amas – un sollozo ahogado dejo su boca.
- Claro que te amo cariño – una serie de no, salieron de la boca de mi madre.
- Lo juraste, juraste amarme, cuidarme y respetarme, en todo momento y haces esto – contuve el nudo en mi garganta – Apenas pasa tiempo en la casa, tu hija no sabe lo que es un padre, te entregamos todo, te di mi corazón en bandeja, lo deje ahí y lo estas destrozando, solo me destrozas – las primeras lágrimas abandonaron mis ojos.
- Carmen, estas desvariando, pero podemos separarnos, si es lo que deseas – lleve la mano a mi boca conteniendo un jadeo – Haremos lo que usted desee mi amada.
- No puedes dejarme, no tienes permitido hacer, es hasta que la muerte nos separe Garret – me levante de un salto y fui a mi cuarto.
El hasta que la muerte nos separe no sirvió de nada, pues después de ese día las peleas siguieron, mi padre algunas noches no llegaba a dormir, mi madre se busco un trabajo y comenzó a salir de casa para poder mantenernos el día de mañana.
Cuando cumplí catorce años mi padre abandono nuestra casa, un año paso hasta que se separaron, un año de llanto, gritos y peleas, un año tarde en darme cuenta que el amor es una desgracia, que los hombres nos utilizan mientras servimos y luego cuando ya nada queda para usar, van en busca de una nueva.
Okay quizás no todos los hombres hacían eso, pero al menos mi padre sí y algunos otros que conocí por ahí, en definitiva, nunca somos los únicos y eso lo sabía muy bien.
Ahora se preguntarán por qué les comenté todo esto, pues la realidad es que aquello me marco de gran manera y este libro, es para que ustedes entiendan porque actúe de la manera que lo hice en estos momentos, es para que sepan cuando cambio mi mundo, este libro es algo que comencé como hobby y que espero que el día de mañana pueda estar en alguna librería o al menos en mi estantería.
Acá no solo van a leer sobre mis aventuras sexuales, también se reirán con mis caídas, lloraran mis perdidas, acá les contare como fue mi vida antes de Thomas, como era yo antes de que el llegara, este libro es mi vida, solo espero que lo disfruten.