Bien, sabía que esto ocurriría, es que no puedo seguir así, ni modo, debo juntar mis cosas e irme a donde mi abuela, solo ella podrá ayudarme a esconderme por un buen tiempo.
— Arya, acabo de hablar con la abuela, dijo que estaría esperando por ti. – se recuesta por el marco de la puerta viendo como estoy guardando mi ropa en la maleta.
— Está bien, necesito irme, ya sabes…
— Sí, sí lo sé, ¿acosadores Williams? – pone los ojos en blanco. – Ya quisiera yo que esos voltearan a ver…
— Adara Alves, no digas estupideces, lo que menos quieres es tener a hermanos locos acosándote todos los días. – la interrumpo un tanto enojada.
Mi querida prima no conoce a los hermanos Williams, son seres fríos y obsesivos, acostumbrados a tener lo que quieren, y lo que quieren ahora soy yo, ¡Genial! Estoy tan contenta, nótese el sarcasmo.
— Está bien, lo que digas, pero, voy a extrañarte. – deja sobresalir su labio inferior como si fuese a llorar.
— Y yo a ti, pero, nos encontraremos de nuevo. – le extiendo los brazos para que me abrace.
Cuento con eso.
Al terminar de empacar, cené con mi prima y sus padres. Creo que para que se pongan un poco al corriente debo de dar un poco más de detalles, pues bien, aquí va, mi nombre es Arya Alves, tengo 18 años, mujer alta de cabellos rubios y ojos grises, en fin, mi maldición es esa. Pues gracias a eso tengo a los hermanos Williams detrás de mí y no de forma sana, sino obsesiva, ambos (porque son hermanos gemelos) intentan cortejarme, quieren que sea su “reina” y es que aquí viene la mejor parte, Ian e Ivan Williams son vampiros, unos bloques de hielo andante. Estoy perdida, pero no por ellos, sino porque yo también tengo mis secretos y si ellos lo saben, van a matarme.
— Arya, ¿ya dormiste? – escucho la voz susurrante de mi prima.
Abro un ojo confirmándole que sigo despierta, ella baja de su cama y se acerca al mío, sube junto a mí y quedamos frente a frente. La miro con confusión.
— Adara, no estarás pensando en dormir conmigo, ¿o sí? – bromeo.
— Aaamm, bueno, no exactamente, bueno si, pero, necesitamos hablar, ya sabes. – suelto una pesada respiración.
— Ya sé lo que quieres saber.
— Entonces, dime. No me creo eso de que solo te irás por esos rubios de sangre fría, hay algo más, ¿cierto?
— Bueno… ya sabes lo de Ian e Ivan, están locos, pero, Ian es el peor, me amenazó. – me giré viendo al techo, pero igual puedo ver lo arrugado que está el entrecejo de Adara.
— ¿Te amenazó? Ya déjamelo a mí, haré que se retuerza de dolor…
— No, no, no, no harás nada Adara. – pongo los ojos en blanco. – Me iré con la abuela, debo aprender a defenderme como todos los de nuestra familia, sé que tus poderes son fuertes y eso me deja tranquila, de hecho, justamente porque sé que no podrá hacerles nada a ustedes es que me iré.
— Mmm, no es tan fácil matar a una familia de brujos, ¿no? – dice burlesca, sonrío de lado.
— La mejor parte es que no lo saben. – agrego y me da un pequeño codazo.
— Sí, eso es cierto, el conjuro de protección contra eso es de gran ayuda, sino ya nos estarían encima, pero, eso es un tema aparte. Me dirás, ¿Cuál fue la amenaza?
— Uff, prima, no se te va nada. – suspiro. – Te lo diré, Ian dijo que si yo no era suya tampoco sería de nadie, el chico de la vez pasada, con el que fui por un helado…
— John Travis.
— Sí, él, lo encontraron muerto, tenía perforaciones en el cuello, fue Ian, además dijo que el único oponente al cual respetaría es su propio hermano, Ivan.
— ¿Lo mató? – se incorpora a verme, no se le ve muy sorprendida. – Ian está loco.
— Lo sé y antes de que esto empeore, debo irme, por eso todo tan precipitado, ni siquiera he pedido el traslado del instituto.
— Nosotros nos encargamos, ocultarlo de ellos no será tan difícil, pero tienes razón, debes ir y aprender a defenderte, tus poderes no pueden seguir sellados, los necesitarás.
— Lo sé, créeme que lo sé.
— No olvides nunca quitarte ese brazalete y ese collar, de eso dependen muchas cosas. – me recuerda y tiene razón.
Unas pláticas más y quedamos dormidas, extrañaré este lugar, aquí dejo prácticamente todo, mis recuerdos, mis tíos, mi prima, mi loca amiga y… el recuerdo de mis padres, ellos murieron cuando yo tenía 8 años, pero esa es una historia un poco más compleja, porque con exactitud no murieron aquí, sino allá, a donde iré, a Nicaragua.
Desperté temprano, me preparé como siempre, desayunamos en familia y mientras mi prima asistía al instituto llevando un justificativo médico por mi falta, mi tío me llevaba al aeropuerto.
— Sabes, que puedes quedarte, ¿cierto?
— Lo sé tío, pero, solo la abuela me ayudará con mis deberes. – digo cuidando mis palabras.
Estamos esperando a que mi vuelo salga y no podemos decir que somos brujos, nos tacharían de locos. Mi tío asiente con la cabeza lentamente.
— Entiendo, mi madre tiene ciertas estrategias, sin embargo, puedes volver cuando quieras, Adara te extrañará mucho, nosotros también. – me abraza y correspondo.
— Gracias tío, por favor, cuida de mi tía y de mi prima, hay peligro.
— Mmm, esos fríos rubios de ojos azules, ¿cierto? – esto es incómodo, él también lo sabe.
Cuando estoy a punto de responder, llaman a los pasajeros del vuelo a Nicaragua, extrañaré Estados Unidos, pero, no a esos rubios.
El vuelo fue agotador, no pude dormir, así estuve leyendo en mi aplicación personal donde puedo creer en finales felices y soñar con hombres de ensueño que se enamoran de ti, ¡wow! en serio que pueden engañar tanto en la ficción.
Aterrizamos en la ciudad de Managua después de nueve horrorosas horas, mi abuela, la señora Amelia Alves esperaba por mí, tan pronto me vio me apachurró todo lo que pudo entre sus brazos, esa señora rubia con canas un poco visibles, de ojos grises como los míos, (creo que soy yo la que tiene los de ella en realidad) es una dulzura de mujer, pero de temer cuando no le gustan ciertas cosas.
— Te extrañé tanto mi niña, después de años vuelvo a verte. – besa repetidas veces mi cabeza.
— Abuela, nos están viendo. – me quejo en voz baja.
— Pues deja que vean como una abuela debe amar a una nieta, no como creen que dando esas cosas tecnológicas uno ya vive feliz, pues no. – sonrío ante sus palabras, es de la vieja escuela y cree que los celulares son innecesarias.
— Abuela, mejor, vamos, ya quiero instalarme.
— Vamos. – subimos al auto.
Condujo unas tres benditas horas hasta la ciudad de Matagalpa, ya me duelen los huesos de la parte trasera y eso que tengo un poco con lo cual defenderme, en fin, terminó conduciendo otros 30 minutos hasta un pequeño pueblo, donde todos parecen humildes, aquí no me encontraran fácilmente; llegamos hasta la antigua casa donde crecieron mis padres, una de dos plantas con fachada de madera, es hermosa, nada exagerado.
— Aquí voy. – susurré entrando al interior con mi maleta detrás de mi adorada abuela.
Los recuerdos de mi niñez vuelven de a poco, creo que esto puede ser un poco difícil, mas no imposible.
— Arya, tu habitación será la que queda al final del pasillo en la segunda planta, es la más espaciosa, abarca una parte del frente y del costado de la casa. – mientras subimos por los escalones veo las fotografías colocadas.
— Por mí no hay problema, abuela, no quiero…
— Nada, esta será tu habitación. – abre la puerta y me da el paso.
Observo todo, es hermoso, las paredes son de color madera clara, ¿ese color existe? Bueno ahora sí, los muebles se ven viejos, pero muy bien conservados, la cama es grande con sábanas blancas y cobijas color crema, me acerco a un portarretrato que está sobre la mesa del tocador, en la fotografía está mi madre y mi padre con una niña de unos tres años, ambos veían con amor a esa a niña, a mí.
— Está era la habitación de tu padre, la compartía con Ángela, creí que…
— Me encanta, abuela. – trato de mantener a raya mis pensamientos nostálgicos. – Gracias, prometo no romper nada.
— Niña, no prometas cosas que capaz no cumplas, mira que también tuve tu edad, pero, esa conversación la tendremos otro día, ahora quiero que hagas algo por mí.
¿Qué cosa?
Dúchate, te espero abajo, cenaremos y ya mañana hablaremos de lo demás. – sonríe.
Está bien. – afirmo y ella sale dejándome sola.
****** *****
Hoy es un nuevo día, eso se lee fatal, bueno, me estoy terminando de vestir, hoy opté por un vestido de jean, con unos calzados deportivos blancos, quiero vestirme lo más normal posible (horrible). Mi abuela espera por mí en la cocina, el desayuno recién hecho sobre la mesa capta toda mi atención.
— Buenos días, abuela, sabes lo mucho que te quiero, ¿cierto? – la abrazo al llegar y dejo un beso en su mejilla, le paso unos centímetros de altura.
— Buenos días, Arya, eres igual de interesada que tu padre cuando quería comer. – abro mi boca “indignada”.
— Pero, abuela ¿cómo crees? – me llevo la mano al pecho y luego me río. – Sí, tienes razón, pero la culpable eres tú.
— Como digas, desayuna, quiero que me acompañes a un paseo por el pueblo para que puedas familiarizarte.
— Está bien.
Comencé a atacar ese delicioso desayuno frente a mí y luego como mi abuela dijo, fuimos al pueblo, pero fuimos a pie, es decir, estoy quemando las calorías del desayuno, loco, ¿no? Las casas por aquí no son muy exageradas, tienen su toque, con la luz del día puedo apreciarlas mejor, eso y que pasar desapercibida aquí será extremadamente difícil, pues por lo poco que voy viendo, primero, no tenemos vecinos, bueno si, pero muy alejados, segundo, las personas a las que mi abuela va saludando no son como nosotras y a ¿qué me refiero con “nosotras”? a rasgos físicos, nosotras somos rubias de ojos grises y aquí o tienen el cabello marrón con ojos del mismo color y tienen cabello oscuro como el carbón, en fin, tercero, no veo que sean tan blancos como nosotras y no estoy discriminando, solo es una muy importante observación.
— Abuela. – susurro.
— Dime, niña.
— Niña. – repito aguantando la risa y ella pone los ojos en blanco.
— Arya. – me reprende.
— Abuela, no te enojes, pero tengo sed, llevamos un rato largo caminando y no trajimos botellas de agua con nosotras. – ella camina más lento.
— Podemos entrar a la cafetería por agua, nos servirá para descansar un rato también, además creo que acabo de ver a mi amiga entrar allí. – me guía a una cabaña con grandes ventanales de vidrio por donde podemos ver que hay personas sentadas en sus mesitas bebiendo cafecitos en vasitos para niños.
— Sí, sí, necesito beber mucha agua, abuela.
Al entrar somos el centro de atención, pues como lo dije, somos las únicas rubias aquí dentro y no quiero pensar pero todo apunta a que del pueblo también. Mi abuela me lleva a una de las mesas del centro del lugar, me golpeo la frente mentalmente ante esto, ahora sí estoy siendo súper observada.
— No pues, porque mejor no nos llevaste al frente de todos y que nos vieran como esas cosas raras del museo. – digo en voz baja, aunque ella lo escuchó.
— Arya, es normal que nos vean tanto y no es a mí, es a ti, porque eres nueva en este pueblo, a mí ya me conocen desde siempre. – responde calmada con una sonrisa cálida.
— Supongo que es cuestión de tiempo para que me adapte a este lugar, ¿cierto? – enarco una ceja y ella asiente.
— Bienvenidas, qué puedo traerles bellas damas. – dijo una voz gruesa, con gran curiosidad busco el rostro de esta persona.
Me encuentro con un castaño de ojos color marrón, si no me falla la vista, tendrá unos 1,80 de altura, nos sonríe en forma gentil, lleva puesto una camisa blanca de mangas largas pero dobladas hasta el codo, en el bolsillo del lado izquierdo tiene el logo de la cafetería, unos pantalones negros con botas de trabajo, raro eh, pero, noto algo más en él, emana un calor intenso, lo miro y es como si dentro de él estuviera también alguien más, él es…
— Dos botellas de agua, por favor. – pide mi abuela, siento su mano sobre la mía llamando mi atención. – — Solo las botellas, ¿cierto?
— Aaamm, sí, pero trae la de litro, por favor. – digo aún distraída.
— Bien, entonces agua. – anota en su pequeña libreta, me dirige otra mirada antes de irse.
— Abuela, él es…
— Es un hombre lobo. – me interrumpe en voz baja y abro los ojos tanto como puedo.
— Pero abuela, eso es…
— Shh, no podemos hablar de eso aquí, pero debes saber que estamos en medio de muchos. – responde tranquilamente.
— Yo…
— No debes tener miedo, no nos harán daño, de hecho, soy amiga de muchos de ellos. – sonríe, arrugo el entrecejo.
— ¿Quién eres tú?, y ¿qué hiciste con mi abuela?
— Arya, no me saques más canas, que ya se me van notando, estoy envejeciendo.
— No que va. – me burlo disimuladamente.
— Aquí están las botellas con agua, también un par de vasos, si necesitan algo más, me llaman. – dice el muchacho.
— Gracias, Sander. – responde mi abuela y me señala. – Te presento a mi nieta, Arya, viene a terminar su último año de instituto.
— Mucho gusto, Arya. – me extiende su mano, miro a mi abuela y asiente, así que la tomo estrechándola.
— El gusto es mío, Sander. – respondo sintiendo ese calor natural emanar de su cuerpo, es agradable.
— Sander es un muchacho loco que trabaja en esta cafetería, creo que sigue en el instituto.
— Señora Amelia, ¿cómo dice eso? Su nieta pensará que es cierto.
— Y ¿no lo es? – dice mi abuela burlesca.
— No, pues sí, si es cierto. – se encoge de hombros el chico haciendo que ría.
— Lo siento. – bajo la mirada.
— Oh, no te preocupes, es la verdad y no me ofende. – dice el castaño sonriéndome. – Entonces nos veremos el lunes en el instituto.
— Supongo. – digo dudosa.
— Bueno, debo seguir trabajando, pero me hacen saber si necesitan algo más. – finaliza yéndose.
— Creo que le agradas.
— Abuela, ni lo intentes, cupido tiene mucho trabajo, pero no necesita intentos de discípulos. – me sirvo el agua en el vaso y en segundos lo vacío, continúo el proceso.
— Ya veo que tengo una esponja de nieta. – casi termino derramando toda el agua.
— ¡Abuela! – ella ríe, no me lo creo, parece una adolescente, pero en cuerpo de anciana y yo que creí que era de la vieja escuela.
Al terminar de beber, ella pagó por las botellas y continuamos el camino, aunque nunca vi a la supuesta amiga de mi abuela, lo que sí noté fue a un señor viéndola demasiado y no es solo eso, sino que no era un señor, bueno, parecía pero no, más bien era un hombre medio mayor a lo mucho y siendo pesimista tendrá unos 30 años, sin embargo…
— Abuela…
— Dime.
— No vi a la supuesta amiga de la que hablaste.
— Creo que me confundí.
— Mmm. – enarco una ceja. – Sabes, abuela, creo que vi a alguien vigilándote.
— ¿Qué? Estarás confundida. – la veo sonrojarse, ¡Oh! ¡Se ha sonrojado!
— ¿Qué me oculta señora Alves?
— Arya, no me digas así.
— Está bien, solo quiero que sepas que no daré mi bendición si no se presenta formalmente. – me cruzo de brazos.
— ¿Qué has dicho? – voltea amenazante.
— Nada. – hago un gesto desinteresado.
— Niña, no olvides que la abuela aquí soy yo.
— Y la nieta soy yo. – ambas ponemos los ojos en blanco y reímos.
— Sigamos, aún hay lugares que debes conocer.
— Te sigo.
Y vaya que conocí muchos lugares, me ha llevado por los pequeños comercios del pueblo, en todo el recorrido me presentó a personas de las cuales ni recuerdo el nombre, es que son demasiados y sus apariencias no me hacen fácil la tarea, pues, sí, son todos de cabellos oscuros en comparación al nuestro. Ahora vamos de regreso a casa, ya es de tarde, sin embargo aún vemos la luz del sol, una moto está parada en el costado del camino y un chico le está haciendo no sé qué al biciclo, supongo que arreglándola, pero verlo resoplar da a entender que no lo logró.
— No puedes hacerme esto ahora, no quiero llevarte sobre mi espalda, ¡esa es función tuya! no mía. – le dice a la moto, mi abuela ríe haciendo que el chico mire hacia nosotras.
¡Wow! Qué chico, cabello marrón alborotado, ojos de color café, grandes músculos y esa altura, fácil me saca más de 20 centímetros, sonríe y se rasca la nuca.
— ¿Qué sucede muchacho? Al parecer está haciendo una de las suyas esa moto tuya. – mi abuela parece una mujer joven socializando con todos.
— Ah, pues vera señora Alves, que se ha parado y no le da la gana de encender. Supongo que debo comprarme una nueva. – se encoge de hombros.
— Tienes el dinero necesario. – responde mi abuela como si nada, la miro elevando una ceja.
— Pero, está era la de mi abuelo. – el chico suspira y luego me ve. – O pero mira mi educación, soy Kenner Stone. – extiende su mano en mi dirección.
— Arya, Arya Alves. – estrecho su mano y ahí está otra vez, el calor emana de él con un intensidad un tanto más fuerte que la Sander, el de la cafetería, este también es un lobo.
— Por el parentesco creo que eres la nieta de la señora Alves.
— Así es Kenner, pero no es para ti. – lo señala mi abuela con el dedo índice haciéndolo reír.
— Tranquila señora Alves, soy una persona respetuosa.
— Te conviene sino tu abuelo te jala las orejas. – contraataca mi abuela, él levanta las manos rindiéndose.
— No le diga nada, bastante me hará cuando vea su amada moto sin funcionar.
— Pues buena suerte, porque nosotras nos vamos. – se despide de Kenner con un abrazo tal cual una madre.
— Cuídense.
Caminamos lo faltante a la casa y al entrar vamos directo al sofá. Siento la mirada insistente de mi querida abuela sobre y suspiro.
— Aquí podemos hablar tranquilamente, nadie nos escuchará.
— No entiendo, ¿cómo lo sabes? Ellos pueden escuchar desde lejos.
— Esta casa tiene un escudo, no pueden escuchar lo que decimos, solo nosotras, es uno de los beneficios de ser bruja.
— Abuela, pero acaso ¿ellos no se dan cuenta de que eres una? – arrugo el entrecejo confundida.
— No. – saca un dije que cuelga de su cuello, es similar al que lo llevo puesto. – Gracias a esto, no lo saben.
— ¿Qué exactamente es la función de estos collares abuela?
— Nosotros siempre hemos tenido que ocultarnos de los seres sobrenaturales a pesar de ser también uno de ellos. Tu collar es similar al mío y no es coincidencia.
— Creí que era porque éramos familiares y queríamos que se notara. – la ironía en mis palabras es notable.
— Arya, escucha, sé que te dijimos que solo era para protegerte, y ciertamente es la función que tiene porque ese collar está hechizado, oculta ante los seres sobrenaturales que eres una bruja además de ocultar tu olor natural.
— ¿Olor natural?
— Sí Arya, olor o aroma natural. Ese es un tema aparte, pero resumiendo es que oculta que tanto lobos como vampiros no puedan reconocerte como su mate o tua cantante. – okey creo que le jalo profunda a la fumada.
— ¿De qué hablas?, ¿aroma natural? ¿mate, tua cantante? ¡Dios! – me levanto jalando con frustración mis cabellos, regreso mi mirada a ella, sé que hay más y debo saber. – Sabía que era rara por pertenecer a este plano de brujos, pero, ahora resulta que mi collar, el que llevo desde mi nacimiento es como amuleto que me oculta totalmente de seres sobrenaturales, okey, es así, ¿verdad?
— Sí, eso te ayuda a que nadie ande detrás de ti para usarte a su favor.
— ¿Por qué nos buscan? Supongo que el tener esto no es por mera diversión.
— Somos poderosas, podemos ayudarlos a sanar más rápidamente que de costumbre, pero algunos son más ambiciosos y buscan poder, ser indestructibles y eso un pacto fuerte con el más allá.
— Nos ocultamos para sobrevivir, lo capto.
— Otra cosa, sí ayudamos a los que creemos merecedores, pero ellos deben jurar que no revelaran nuestro secreto.
— Disculpa, pero te estás contradiciendo abuela, me vas a marear, además, el jurar hoy en día ya no significa nada.
— Tienes razón. – sonríe con maldad. – Pero, no les hacemos fáciles las cosas, el juramento implica un intercambio que ellos deben aceptar.
— El cual, ¿es?
— Poder sobre ellos, controlarlos.
— ¡¿Qué!? – abro los ojos tanto como puedo. – Debes estar jugando, nadie aceptaría eso.
— Lo hacen, cuando se ven obligados lo hacen, pero todo es relativo, Arya. – ahora estoy con una mueca de ¿en serio?
— Ahora sí ya no entendí nada, mejor iré a ver qué hay de cenar y dormiré, esto es frustrante. – me pierdo por la cocina y encuentro lo que me ayudará a llenar mi estómago.
Supongo que debo conocer muchas cosas, conforme avance, solo espero no enloquecer en este lugar tan misterioso llena de personas raras, incluida mi abuela.