Capítulo 2. (parte 1) Arya.

4794 Words
Creo que ayer fue una de esas veces donde me comporté como una inmadura, seguro mi abuela está enojada conmigo y no sería para menos, es que disculpen, cómo que mi collar es un aleja lobos y vampiros, es loco, ¿no? Pero, está eso de los vampiros Williams, de esos no me alejaron, eh. Aunque, ahora que reflexiono, ella dijo que me oculta como bruja de esos seres y oculta mi aroma para que no me reconozcan como su mate o tua cantante y eso me llevó al resuelve dudas 3000, es decir, internet y vaya que armé tremendo lío, pues no había nada, ¡Nada! Además de que la señal aquí es un asco, tuve que esperar 8 minutos a que cargue la bendita página, ¿en qué lugar vine a meterme? Ah, pero, eso no era todo, pues la tremenda regañada que me metió mi prima por no haberle avisado nada, fue épico. — ARYA, BAJA A DESAYUNAR. – grita mi abue desde la planta baja. Hoy es domingo, técnicamente es mi último-único día de descanso, mañana debo ir al instituto y tratar de sobrevivir el año en medio de muchos castaños y pelinegros, supongo. El sonido insistente de mi celular me saca de esos pensamientos. — ARYA, ¿CÓMO QUE TE FUISTE Y NO ME DIJISTE NADA? ¿QUÉ CLASE DE AMIGA OCULTA ESAS COSAS? – sus gritos me hacen alejar el celular por mera precaución de dañar mis tímpanos. — Hola, Samara, también te quiero. — DÉJATE DE PENDEJADAS Y HABLA. — Hablaré si dejas de gritarme. – puse los ojos en blanco. — ESTA, aaamm, está bien, dime, ¿por qué te fuiste tan repentinamente? No me dijiste nada, acaso hice algo malo y te enojaste conmigo y cómo crees que soy una mala amiga huiste de mí lejos, sabes, puedo cambiar… — Sam… — Lo juro, sé que soy explosiva y tiendo a hablar mucho, pero, siempre te doy tu espacio para que me digas lo que sientes y esas cosas aunque no dices nada... — Sami… — Y también sé que a veces es bueno alejarse, pero no me quites tu amistad, yo soy muy feliz cuando te tengo cerca y me hablas, en serio, eres como una hermana, ¿sabes? Iré junto a ti así te hayas ido a Alemania, sé que comúnmente dicen China, pero nosotras no somos comunes. – toma aire para seguir y esa es mi señal- — Samara Smith, ¡escúchame! — Te escucho. — Pero si no dejas de hablar. – digo frustrada. — Lo siento, ahora, sí, dime, ¿qué sucedió? — Tuve que huir, ya sabes, de los Williams — Ah, ya, debí suponer que era por ellos, aunque no se han dado cuenta, aún. — ¿Qué?, ¿de verdad?, y ¿eso? — Es que ellos tuvieron que hacer un viaje a España creo, bueno, no importa, pero sé que tardarán una semana allá, al parecer son negocios. – sonrío, así que elegí un buen momento para salir del radar de ellos. — Eso es una buena noticia mi querida amiga Sam. — ¿Qué es lo que quieres que haga? – me conoce tan bien. — Te quiero tanto. — Habla. — Quiero que hagas creer que sigo por allá, además, cuando te busquen preguntando por mí, porque sé que lo harán, digas que me esfumé y que estás tan sorprendida como ellos. — Pero, si en verdad estoy sorprendida, no diste señales de nada, eso me convierte en una pésima lectora de amigas. – reímos juntas, está tan loca como yo. — Lo siento, pero, mientras menos personas sabían era mejor. — Lo sé, pero te daré un consejo. Si quieres seguir mucho tiempo lejos de ellos debes cambiar de celular y de número telefónico, recuerda que pueden rastrearte. – me recuerda y vaya que lo había olvidado. — ¡Gracias! No lo tuve muy en cuenta, pero, lo haré. — Pobre de ti, si no me llamas. — Lo haré y debes ponerme otro nombre para despistar. — Ya lo sé. — ARYA, ¿QUIERES QUE VAYA POR TI? – mi abuela, ¡la olvidé! — Sam, debo irme, mi abuela me espera. — Mantente en contacto o iré a buscarte, loca. — Sí, sí, te quiero. — YO MÁS. – finaliza. Bajo los escalones de dos en dos y veo a mi abuela ya casi terminando de desayunar con el entrecejo levemente arrugado, elevo el celular y lo señalo. — Era Sam, mi amiga de Nueva York, solo quería hablar un poco conmigo. — Y mientras el desayuno se enfría, ¿no? — Lo siento, abue, no volverá a pasar. – me siento a acompañarla. – Además quiero disculparme por lo de ayer, creo que fui inmadura. — No sucede nada, es normal, era mucha información mareada, pero, te irás adaptando, lo sé. — Abue, quiero conocer más, quiero aprender a utilizar mis poderes que por cierto creo que no… — Están sellados en tu brazalete. – abro los ojos de par en par. Miro mi brazalete de plata un tanto gruesa con un corazón adornado en pedrería blanca, ¿esta cosa mantiene mi poder sellado? — Me vas a explicar, ¿verdad? — Sí, cuando eras niña, tus poderes se salieron un poco de control, eres una bruja muy fuerte, Arya y eso iba a llamar la atención de los demás, así que con tus padres decidimos sellarla en ese brazalete que te dieron a los 4 años, desde entonces… — No me la he quitado nunca. – la interrumpo. – Había veces que pensaba en quitármelo para no dañarla o perderla, pero algo me lo impedía, como si se aferrará a mí. — El hechizo, pero, ahora que ya tienes 18 años, el sello irá rompiéndose de a poco y solo tú podrás controlarlo, para eso me tienes a mí, te enseñaré todo lo necesario. — Creo que empiezo a tener miedo. Abuela, dijiste que estábamos en medio de muchos lobos, ellos no pueden vernos como brujas, ¿cierto? — Sí, este pueblo prácticamente es de lobos, pero no de una sola manada, son varias. – respiro profundo, miedo, miedo. – Ellos nos ven como unas humanas, nuestra esencia se deja ver de ese modo gracias a los collares que llevamos puesto. – ella toca la suya y yo la mía. – Por eso, jamás debes quitártela — Entiendo, pero, ¿qué sucedería si me la quito? — Se darán cuenta de quién eres y eso va a traer problemas. — ¿Por qué? — Porque a ese instituto van mayoritariamente lobos de diferentes manadas y todos te querrán para ellos y no de forma bonita. — Entendido. – asentí lentamente. Joder, creo que ahora soy una de esas protagonistas a la que le van a ocurrir cosas locas y raras y donde conoceré al “amor de mi vida” mmm eso también seguido de una cantidad infinita de desgracias y muchas lágrimas que derramar, no, no, no. — Arya, demos un paseo por el bosque, debes conocer la zona para poder defenderte. Está bien. – la sigo por un sendero hasta que creo que nos perdemos en medio de tantos árboles. – Abue, creo que… — Mira, este era el lugar donde… — Solía jugar de niña con papá. – la interrumpo en voz baja. Llegamos a un lugar lleno de pasto, un gran árbol que da mucha sombra y caminando un poco más da a un acantilado bastante alto del cual no querrías probar suerte, bueno, aquí… Había una gran ventisca con un excelente día soleado, llevaba puesto un vestido rosa, mis sandalias blancas mientras corría hacia mi padre. — Arya, ven, ya tenemos que ir, tu madre nos regañará. — Papá, ¿crees que soy bonita como mamá? – pregunto mirando mis pies y sosteniendo fuertemente mi muñeca. — Princesa. – me toma en brazos y me da un beso en la mejilla. – Eres tan hermosa como tu madre y eres la personita a quien más amo en el mundo. — ¿Incluso más que a mí? – se escucha la voz de mi madre, la veo acercándose. — ¡Mamá! – chillo emocionada, ella revuelve un poco de mi cabello y me da un beso en la frente. — ¡Oh, mi pequeña! Te amo mucho, amor. — Y yo a ti. – responde mi padre, mi madre ríe. — Le decía a Arya, pero también te amo, cariño. – mi padre besa su cabeza mientras nos abraza a ambas. — Arya, Arya, ¿qué sucede, hija? – la voz de mi abuela me trae de regreso. — Abuela, solo recordé algo. – toco mi mejilla secando las lágrimas que no sabía que tenía. — Los recuerdos son importantes, Arya. — Los extraño. – susurro abrazándome. – Han pasado años, pero los extraño, abuela. – me rodea con sus brazos. — Yo también, pero a veces hay que seguir, ellos siempre están a nuestro lado, llévalo en cuenta. — Abuela, ¿te importaría dejarme sola un momento aquí? Solo quiero recordar los buenos momentos. — Está bien, hija, estaré esperando por ti en casa, ¿recuerdas el camino? — Lo recuerdo ahora. – respondo con una sonrisa, ella se aleja dejándome sola. Me acerco un poco más al acantilado, el viento sopla nuevamente alborotando mi rubio cabello, cierro los ojos dejándome envolver por más recuerdos. Si no mal recuerdo estamos cerca de una cascada, es muy bonita, pero, ese es otro tema, debo centrarme, ser fuerte y escapar de esos fríos. Creo que ya es hora de regresar, tengo un poco de hambre y por la posición del sol ya serán casi las 12. Camino a paso lento, mirando a todos lados, reconociendo el lugar de mi infancia, a lo lejos veo a un chico con campera de cuero negra ir más delante de mí, creo que no me ha notado. — Chica linda, al parecer me estás siguiendo. – dice sin siquiera mírame, me quedo quieta con el corazón latiendo a gran velocidad, no me puedo confiar. — Yo, yo… — Tranquila, supongo que me siento halagado y no acosado. – responde volteando a mi dirección, es el de la moto. – Dime, ¿estás perdida? — Aaamm, no, yo voy de camino a casa de mi abuela. – camino por su lado y ahora sí puedo decir con seguridad que me saca unos 20 centímetros. — Déjame acompañarte, este lugar no suele ser muy peligroso, pero, mejor evitar malos ratos. Arya, ¿cierto? – camina a mi lado. — Sí y tú Kenner. – enarco una ceja y él sonríe. — Gracias por no haber olvidado mi nombre. — ¿Por qué lo haría? — No lo sé, las personas que vienen de lejos tienen otra mentalidad, nos ven como bichos raros. — Aquí el bicho raro soy yo, soy muy notoria entre todos. – digo sin pensar y escucho su risa. — Creo que tienes razón, pero eso es bueno, mi amiga debe serlo. — ¿Tú amiga? – lo miro incrédula, se detiene a verme. — Ah. – se rasca la nuca con nerviosismo. – Bien, me gustaría ser tu amigo, creo que podemos llevarnos bien. — Supongo. – digo dudosa y continuamos. — Ya lo verás. — Kenner, ¿tú vas al instituto? — Voy en último año, ya debí terminar, pero por problemas no pude. — ¿Problemas? – lo miro. — Sí, creo que te deberé una historia, pero, al menos tendré una amiga real. – se encoge de hombros. — Cuando dices eso me das a entender que tú con las mujeres haces de todo menos hablar solamente. – ríe afirmando con la cabeza. — En eso tienes razón, pero contigo será diferente, yo respeto mucho a la señora Alves, es muy amiga de mi abuelo, por lo que si la hago enojar, me irá mal. — Vaya yo… — Arya, hasta que llegas, ya pensaba ir a buscarte. – interrumpe mi abuela, ya habíamos llegado frente a los escalones de la entrada de la casa. — No, ya estaba viniendo, me encontré con Kenner en medio del bosque. — Tan típico de ti, Ken. – sonríe mi abuela. – Dime, ¿qué tal está mi amigo? — En excelentes condiciones señora Alves, me pidió que le trajera esto. – de su campera saca un papel doblado y se la extiende. — Te lo agradezco, ken. — ¿Ken? – pregunto. — Sí, es el diminutivo de mi nombre, mi abuelo y ella me lo han puesto. – se encoge de hombros, miro a mi abuela en señal de pregunta. — Entremos, ken quédate a almorzar con nosotras. — No quiero… — Entra. – ordena la señora y él traga en seco, ¿le tiene miedo? Entramos, nos lavamos las manos, Kenner y yo ayudamos a poner la mesa, mientras mi abuela subió un momento a su habitación, me imagino que para leer la nota del papel doblado, luego cuando ella se nos unió, tomamos nuestros lugares y comenzamos a probar bocados, prefiero no decir nada para no meter la bendita pata. — Arya dijo que mañana iría al instituto. – Kenner es quien habla. — Cierto. – corto de inmediato. — Y tú también irás, ¿verdad? — Así es señora Alves, sabe que es mi último año escolar. — Lo sé. – sonríe cálidamente. – Por cierto, me gustaría pedirte un favor. — Lo que usted quiera. — Quiero pedirte que mañana acompañes a Arya al instituto, yo tendré que hacer algunas diligencias. – la miro con clara expresión de confusión, ¿me quiere enviar con este lobo? — Claro, por mí, no hay problemas. – responde el chico de cabello marrón. — Pero, abuela… — Arya, él sabe de nosotras. – mi abuela toma mi mano. — ¿Qué? – se me van a salir los ojos si sigo abriéndolos demasiado. — Sé que la señora Alves y tú, son… brujas. – la última palabra lo dice en un susurro. Lo observo entrecerrando los ojos. – Es que al ser… — La amiga de su abuelo, sabe de mí, por ende también de ti, pero, no te preocupes, no va… — No diré nada. – interrumpe él. – Solo quiero tu amistad sincera, sin dobles intenciones, Arya. — Yo… no sé qué decir, esto es… — Confuso. – concluye mi abuela, esperen, terminamos las frases de los otros como gemelos. – Bien, no tengas miedo, Kenner estará a tu lado y no dejará que nada te suceda, ¿cierto? — Así es, te cuidaré. – afirma él y yo solo asiento, no tengo otra opción, ¿cierto? — Okey. – digo levantando las manos en rendición. Cuando terminamos de comer, Kenner se despidió y se fue, es un chico agradable, si no fuera porque sé que es un lobo, quizás bajaría más la guardia, pero, esto es nuevo, así que, mejor me andaré con cuidado. Estoy en mi habitación juntando las cosas que debo llevar mañana en mi “primer día” de instituto, aunque prácticamente sería comenzar de nuevo, pues los ciclos escolares entre Nicaragua y Estado Unidos son muy, MUY diferentes, estamos en el mes de marzo, casi finalizando, en Estados Unidos, estaría por finalizar el curso, pero aquí lo estaré comenzando, eso significa todo de nuevo, las tareas, los profesores de mier… que son unas molestias, pero todo sea por estar lejos de esos rubios obsesionados. — Arya, te traje algo. – abue entra con un libro grueso en sus manos, se sienta en la cama y me indica acercarme. — Dime. – me siento a un lado de ella, me pasa el libro. — En este libro encontrarás las teorías de todos nuestros hechizos y pócimas de sanación, podrías leerla de a poco, pero, no la leas en voz alta hasta que estés segura de querer practicar con ella. — No creo que esté preparada para esto, abue. — Lo estás, solo lleva en cuenta lo que te dije. – asiento con la cabeza y agarro el libro que es bastante pesadito. — Abue, con respecto a mi línea telefónica. — Sé que quieres cambiarla, pero, no tienes el por qué hacerlo, le he lanzado un pequeño hechizo y no podrán rastrearlo si esa es tu preocupación. — Eso quizás es lo que interfiere con mi internet, abue. — Seguramente, pero, si quieres cambiarla, puedes hacerlo mañana, de salida del instituto pídele a Kenner que te acompañe. — Sí sabes que no es mi guardaespaldas, ¿cierto? — Lo sé, pero quiere ser tu amigo, es sincero en eso, supongo que quiere una amistad como la que yo tengo con su abuelo. — Entonces, tú no lo controlas a él, ¿o sí? — No, somos amigos de verdad, en mi juventud, él me había salvado la vida en un ataque de manadas contrarias, quedé expuesta sin mi collar, Kevin me protegió llevándome a su manada y a cambio lo ayudé a sanar a sus guerreros heridos, sus intenciones eran buenas y desde entonces somos amigos, aunque… — ¿Aunque? — Yo voy envejeciendo y él parece un joven, es el gen de lobo. – en su voz noto algo de ¿tristeza? — ¿Quieres decir algo más? — No, estoy bien. – sacude la cabeza como despejando sus pensamientos. – Te dejaré arreglando tus cosas, luego baja a cenar y mañana al instituto. – sale de nuevo dejándome con esta nueva tarea. Termino de recoger mis cosas para el día de mañana y me siento con las piernas cruzadas en el centro de la cama a leer el libro solo con la vista, no quiero decir el hechizo de los sapos en voz alta y terminar infestando este de lugar de esos animales. Aquí leo muchas cosas que de a poco voy entendiendo, mi “linaje”, mi “papel” en medio del mundo sobrenatural, soy como el “equilibrio” y arma mortal si estoy en uno de esos bandos, ya sé por qué debo cuidarme de ellos, solo espero no meterme en más problemas, mamá, papá, ayúdenme. ************** ************* Cargo mi bolsa del instituto sobre mi hombro, meto mi celular en el bolsillo de mis pantalones de color n***o, solo beberé agua y saldré a esperar a Kenner, ¿mi abuela? Ni idea de dónde esté, solo sé que cuando desperté, ella ya iba de salida y dijo que vendría por la noche. — ARYA. – escucho su voz desde el otro lado de la entrada, reviso que tengo las llaves y salgo a su encuentro. Kenner está de vaqueros negros, sus botas negras, playera gris y su campera de cuero n***o como de esas películas donde parece el chico malo, me sonríe desde encima de su moto, una nueva por cierto, no le entiendo a eso de los modelos pero se bonita o potente, qué se yo. — Buenos días, Kenner. – le devuelvo la sonrisa. — Hola, debemos ir ya, no queremos llegar tarde, ¿cierto? – me pasa uno de los cascos y me ayuda a asegurarlo. — No, además estoy taaaan feliz de volver a aprender lo que ya di en mi otro instituto. – él ríe a carcajadas mientras nos acomodamos sobre la moto. — Sí, también supe de eso, tranquila, supongo que me darás unas clases para tener buenas notas. — No, tendrás que aprender solo. – paso mis manos a sus costados con miedo. — Bueno, debía intentarlo. – toma mis manos y hace que lo rodee por completo, me sonrojo. – Debes sostenerte o caerás y contigo caerá mi cabeza, la amenaza fue clara. – bromea riendo y le sigo la risa, es divertido. – Última primera parada, el instituto. Arranca la moto y conduce a velocidad moderada ya que nuestro camino es tierra pura, nada de asfalto, luego cuando da un con asfalto va como si de corredor de carreras se tratara, ¡está loco!, ¡quiero vivir! ¡Kenner! Luego de unos minutos llegamos al instituto, creí que sería pequeño, pero, no, a simple vista le ves que tiene unas cuatro plantas y el aparcamiento está lleno de automóviles de lujo y unas motos, ¡Dios! ¿Dónde estoy? En un pueblo o en una gran ciudad, no lo sé, pero aquí estoy. Kenner deja la moto en un lugar cerca de otras motos igual de “potentes a esta” me bajo y él se quita el casco antes de bajar de esa moto, (como cualquier película) se roba las miradas de todas las chicas, pongo los ojos en blanco hasta que noto que yo sigo con el casco como depredador con los mechones de cabello enredado, ¡mierda! Excelente primer día. Kenner se levanta y me ayuda. — Déjame te ayudo con eso. – desabrocha el seguro y con delicadeza me quita el casco. – Llegaste completa. – sonríe peinando un poco mi cabello. — Te mataré, Kenner, seguro mi cabello es un desastre. – digo entre dientes y peino mejor lo que él trataba de hacer. — Pero, si estás hermosa. — Kenner. – advierto negando con la cabeza y terminamos riendo. — Bien, ahora vamos, te están mirando demasiado y tu abuela va a matarme si se pasan de listos. – toma suavemente mi brazo y hace que camine a lado de él. Al entrar al pasillo, todos, nos miran, pero Kenner solo les dedica una mirada y algunos bajan la mirada y otros solo nos ignoran, según mi razonamiento, aquellos que agacharon la mirada serían de su misma manada, es lo más lógico, pero eso sería si él es alguien importante, es decir, si es un… — Kenner. – susurro, voltea a mí. – Tú eres un… — Alpha, su padre... – se calla la voz, rápido volteo a verlo y me encuentro con otro hombre alto de cabello marrón y ojos oscuros. O sea, sí, Kenner es un Alpha, por eso la sumisión de algunos alumnos. — Raner, deberías cuidar tus palabras. – responde Kenner reprendiéndolo. — Disculpa. – baja la cabeza. — Raner, solo ten cuidado, ¿de acuerdo? – el tal Raner asiente. – Hablaremos después de lo que mi padre haya dicho, ahora solo me dedicaré a acompañar a mi amiga por el instituto. – dice dejándolo atrás y se pierde de nuestra vista. — Me vas a explicar, ¿cierto? – pregunto llegando a la puerta donde indica que es la del director. — Lo haré cuando menos oídos nos escuchen. – susurra cerca de mi oído. – Ahora ve por tu horario y regresa que te llevaré a tu clase. El director me facilita el horario y me explica varias cosas acerca del reglamento y un montón de cosas a las cuales no presté mucha atención, pero que terminé diciendo, “entendido”. Kenner me llevó a la primera clase, Literatura, por suerte, la compartía con él así que las miradas fueron vagamente soportables, pero una mirada en específica no me dejaba concentrarme a cabalidad y eso fue frustrante. — Arya, debo irme un rato junto a Raner, al parecer pequeños problemas, pero, volveré para antes de la última clase, ¿de acuerdo? – Kenner me retiene antes de salir al cambio de materias. — No hay problemas. – respondo, él camina hacia la salida del instituto y choca hombros con uno de mismo gran tamaño. Este también viste de chico malo, solo que en absoluto todo de n***o, su cabello es de un n***o sin igual, sus rasgos muy marcados y esos músculos que intentan salir disparados por su ropa, joder, qué hombre. A lo que decía, se miraron muy feo y podría casi jurar que se gruñían hasta que una chica de cabellos castaños y ojos verdes los separa pasando por el medio de ambos contoneado sus caderas y mostrando sus largas piernas gracias a su falda tan corta, ambos hombres dirigen su vista a las nalgas de dicha mujer que prácticamente le leo en la frente la palabra “puta”. Las cosas como son. — Tú de nuevo, Arya Alves, ¿cierto? – volteo hacia esa voz encontrándome con el chico de la cafetería de nombre… — ¿Sander? – achico un poco uno de mis ojos esperando no equivocarme. — El mismo. – me sonríe, en un rápido movimiento, besa mi mejilla. – ¿Cuál es tu próxima clase? — Aaamm. – veo el horario. – Física. — Vamos, es la misma a la que yo voy. – sonrío y camino junto a él, en eso pasamos cerca del hombre de n***o y su presencia me da escalofríos. Ni siquiera lo miré, íbamos a pasar desapercibidos, pero… — Sander. – su voz potente y gruesa me hace tragar en seco, mantengo mi mirada al suelo, como si eso fuese a hacerme invisible. — Al… Ryan. – responde mi compañero, por el rabillo del ojo veo que baja la mirada como sumiso. – ¿Necesita algo? — ¿No has visto a Luka? – pregunta, ¿por qué siento que me está viendo a mí? No lo mires, ya te irás. — No, no lo… — Aquí estoy. – dice otra voz masculina, supongo que el tal Luka. — Nosotros nos vamos. – dice Sander, antes de movernos un paso. — Y ¿no nos vas a presentar? – oh, no. — Aaamm, sí, ella es mi… mi amiga, Arya. – me presenta Sander, no me queda de otra que mirar a los dos chicos. El hombre de n***o me escanea con su mirada oscura, no logro ver si son marrones muy oscuros, pero parecen negros, como todo un demonio. Llega a mis ojos y un pequeño destello azul pasa por ellos, esperen, ¿qué mierda? — Hola, Arya, yo soy Luka. – dice el que al lado del hombre de n***o. Luka es alto, pero no tanto como su acompañante, tanto sus ojos como su cabello son de color marrón, quiero poner los ojos en blanco, aquí todos parecen iguales… — Mucho gusto. – respondo extendiéndole mi mano este la estrecha, su cuerpo emana calor, es un lobo, le sonrío en forma cortés. – Sander, ¿podemos irnos? – quiero salir de aquí, Kenner maldita sea la hora en que te fuiste. — A ¿mí no me saludas? – esa potente voz de nuevo, lo miro viendo de nuevo ese destello. — Hola… — Ryan. – agrega Sander. — Ryan. – repito y extiendo mi mano, pero no la toma, solo sonríe de lado y pasa por mi lado, enarco una ceja ante su mala educación. — No la tomes personal, a veces amanece de malas. – se disculpa Luka y va tras de él. — Imbécil. – susurro y miro a Sander quien solo me ve sorprendido, supongo que me escucho. – Sander, vamos, no quiero llegar tarde. — Vamos. – me guía por el mismo lugar por donde desapareció Luka y el hombre de n***o. Según mi intuición de mier… no me gustará esta clase, pero no puedo hacer nada. — Rodríguez, a clase sino quiere reprobar mi materia. – la profesora habla con quien al parecer es Sander. — Sí, profesora Fernández, aquí vengo con la alumna nueva. – me señala, idiota, no quiero que me sigan viendo como el bicho raro. — Alumna nueva, eh, señorita… — Alves, Arya Alves. – respondo. — Bien, señorita Alves, preséntese al grupo y luego escoja un lugar. – asiento, me guía hasta estar frente a todos. Recorro con la mirada a todos, todos de cabelleras oscuras, genial, el hombre de n***o está aquí, sus ojos no dejan de verme, ¿quiere que le regale una foto? La castaña “puta” también está aquí y esos ojos verdes me están viendo con odio, ¿estará loca? Respiro profundo. — Buenos días, mi nombre es Arya Alves, tengo 18 años y vengo de un instituto estadounidense, espero poder llevarme en forma neutral con todos. – doy una sonrisa de boca cerrada, pues creo que llevarme bien con alguien aquí será difícil. — Bienvenida. – dice la profesora y me señala un lugar libre junto a Sander, este me sonríe y hace señas para que me siente al lado de él. Camino a paso seguro hasta posicionarme en mi “nuevo lugar”. La clase comienza y son temas que ya había dado lo cual me aburre, pero finjo prestar atención de igual forma.
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