―¿Aquí nos quedaremos? ―pregunté eufórica. Mi voz de adolescente se hizo notar al ver el lugar. Era hermoso a niveles estratosféricos. Un magnífico lago turquesa encerrado entre las montañas, albergaba un hotel que se alzaba como un castillo en la cúspide del lugar. Jamás en la vida imaginé que Dominic me llevaría a uno de los sitios más visitados de ese país, o si fuera posible siquiera reservar un lugar. Cabe destacar que el dinero que poseía la familia alcanzaba para comprar al hotel, los huéspedes que allí estaban y el personal que laboraba día tras día, pero donde manda capitán no gobierna marinero, y si Dominic logró que pasáramos nuestra luna de miel en ese lugar, sería capaz de mandar a buscar un pedazo de la luna para mí. Y no me quejaría si lo hiciera, pero prefería un lugar e