Al día siguiente fuimos a Ottawa, la capital de Canadá. Era un excelente lugar para sumergirse en la cultura canadiense, aunada al espectacular clima que nos acogió. Era invierno, así que la canal de El Rideau se convirtió en una gran pista de patinaje. Recordaba con claridad cómo Dominic me sujetó de la cintura para no caer de bruces al hielo más de una vez, mientras reíamos. Fue maravilloso desde el instante que inició.
Nos abrigamos lo suficiente para salir al exterior, mientras el aliento ondeaba el aire a medida que el frío aumentaba. El calor del abrigo no fue suficiente en ningún momento, al igual que los guantes, bufanda, gorro y orejeras. Nada en la vida sería apto para tan gélido clima. El lugar estaba atestado de turistas que verificaban con sus propios ojos como el río se cong
