"Estaba acostada sobre una cama de resortes y una manta envolvía mi piel. Una extraña familiaridad acunó mi cuerpo y calentó de inmediato mi piel. Sentía que había estado allí con anterioridad, en sueños quizá. No lo recordaba, pero mi corazón reconocía la sensación experimentada. Era una especie de revelación pasada. La caída del caballo me provocó una nefasta jaqueca y la lluvia gelificó mis tuétanos, pero la calidez de la tibia manta me regresó un poco de estabilidad. Mis dientes castañeaban, no sentía los dedos y lo áspero de la manta rozaba mi cuello. Mi caballero de brillante armadura se acercó a paso ligero. El sonido de sus pasos se escuchaban sobre la madera. Su rígido cuerpo se desplomó sobre la cama. Sus fríos dedos rozaron mi mejilla y unos tibios labios depositaron un tierno