Celos

2281 Words
—No puedo creer que gracias a ti, logré un contrato que jamás imaginé —dijo mientras íbamos camino al hotel. —De nada —dije sonriendo, también emocionada por la buena receptividad del italiano. —No sé qué hiciste para que él estuviera de buenas y aceptara este gran contrato, pero mira que él es bien difícil de convencer —dijo mi jefe, impresionado. Era la primera vez que recibía un halago de su parte y se sentía bastante bien, incluso me sentía con ánimos para salir y bailar un poco, quería desestresarme del trabajo al menos unas horas. Estaba en Francia y todavía no había visitado ningún lugar llamativo pero eso cambiaría muy pronto. ** Así pasaron los días; reuniones, juntas, salidas elegantes, dinero envuelto, decepciones, enojos, más enojos, gritos en español e inglés y besos esporádicos. Ya hoy era nuestra última noche y cómo era costumbre, nos encontrábamos peleando. —¡Desde que llegamos a este país, no hemos salido a relajarnos! —grité, mientras me terminaba de maquillar, ya que tenía planes con o sin él. —¡Te dije que no soy de ir a fiestas! —comentó con voz irritada. —Pues iré sin ti entonces —me encogí de hombros, mientras me colocaba mi labial. —No sabes nada de este país —dijo un poco más cabreado. —Pues ven conmigo entonces —dije persuasiva—, además, es solo una discoteca, estaremos solo dos horas —dije sincera. —Dos horas es mucho —dijo colocándose de pie—. Además, si voy es solo para cuidarte —dijo mientras comenzaba a vestirse. ** —¿Ves?, no es nada del otro mundo —comenté complacida cuando entramos. —Hay demasiada gente —dijo de mal humor. —Ay, por favor —rodé los ojos—. No me digas que ahora sufres de agorafobia. —Claro que no, sólo no me gusta la gente —espetó de mal talante, pero lo cierto es que él sí le gustaba a muchos, sobre todo a esas mujeres que parecían comérselo con la mirada—. ¿Te ocurre algo? —¿Ah? No, para nada —carraspeé—. Busquemos algo de beber. Hoy él estaba vestido totalmente diferente. Tenía una camisa blanca, chaqueta de cuero y vaqueros. En un abrir y cerrar de ojos teníamos una bebida en nuestras manos, la cual yo encantada me la tomaba, mientras comenzaba a bailar. —Vamos —dije tomándolo de su mano y arrastrándolo al medio de la pista, la cual estaba repleta de gente. —No sé bailar este tipo de música —dijo mi oído, ya que la música estaba bastante alta. —Déjate llevar —dije mimosa, mientras pasaba una de mis manos por su cuello. Él rápidamente posó su mano por mi cintura, pegándome más a su cuerpo. Ya podía sentir el efecto del alcohol en mi cuerpo, mientras que a Harvey no se le veía ningún indicio, él seguía con su postura de ogro espanta gente. —No te muevas de esa manera —dijo en tono suplicante, pegándome más a él. —¿Por qué? —pregunté mientras besaba su cuello. No podía adjudicar mi comportamiento lanzado al alcohol, el tipo estaba más bueno que comer pollo con las manos y tenía un largo tiempo en abstinencia, sentía el deseo carcomiendo cada célula de mi cuerpo y más con este espécimen cerca. —Sara… —respondió en forma de gemido cuando rocé mi entrepierna con la suya, mientras sus dedos apretaban mi cadera. Sin previo aviso, tomó mi mano y salimos de la discoteca. Cuando menos lo imaginé, ya me encontraba atrapada entre una pared y su cuerpo. —Maldita sea, haces que pierda el control —dijo besando mi cuello con urgencia y pasión. No sé qué nos sucedía, pero podía sentir como sus labios bailaban juntos a los míos, en un beso que me dejaba sin aliento. De un momento a otro, sentí como él tomó uno de mis muslos, haciendo que mis piernas se enroscaran en su cintura, sintiendo ese bulto del placer moverse a un ritmo embriagador y exquisito contra mi intimidad ansiosa y palpitante. Jamás pensé que estaría enrollándome con mi jefe de esta manera, pero sentía que justo ahora no podía controlar mis ganas de ser invadida por su erecto miembr'o, que pedía a gritos salir de su apretado pantalón. —Vámonos de aquí, que cualquiera nos puede ver —dije mientras escondía mi rostro en su cuello. —Vamos —dijo, bajándome de su cintura y dando un leve apretón en mi glúteo derecho. Pero no fue precisamente estar juntos como yo le diría, porque en el camino pareció arrepentirse de su resolución y me pidió fríamente que nos acostáramos a dormir. Me sentí estúpida e ilusa, así que decidí olvidarme de lo que había pasado esa noche, recordándome que tendría que acabar con esa farsa de una relación con él más allá del plano profesional, antes de que las cosas se me salieran de las manos. ** —Señorita Johnson, bienvenida —dijo Paola, una vez que las puertas del elevador se abrieron ante mí. —Gracias —le sonreí, caminando hacia mi oficina. Una vez sola, volví a mi rutina encerrada, organizando las citas del señor Norton; reuniones juntas, calendario y demás, eso era al menos hasta que el patán ese me llamara para cualquier cosa. Estaba un poco irritada porque al despertar, él plantó una vez más el muro de hierro entre nosotros, así que yo también lo pondría, por lo que el resto del viaje no hablamos de nada que no fuera del trabajo. Recibí una llamada de parte de mi jefe e hice una mueca. Me desagradaba el hecho de tener que verle a la cara luego de tratarme como un objeto que le aburrió, luego de pocas horas de uso. Al llegar a su planta, me dirigí directamente a su oficina, pero me detuve al ver a "Miss Pechugas" haciendo de celadora de su oficina, mirando mis pies como si fuera a quitarme los zapatos con la mirada. No estaba dispuesta a quitarme mis tacones favoritos. ¿Acaso estábamos en Japón? —Tengo que hablar con tu jefe —dije seria, caminando hasta su puerta. —Señorita, no puede pasar —trató de impedirme la entrada, pero no la escuché ya que cerré la puerta en su cara. —Señorita Johnson… —escuché esa voz de enojo contenido. —Se…señor Adam —dije al ver quién lo acompañaba. —Sara —respondió, mientras se ponía de pie y me abrazaba. —Qué raro verlo por acá —dije sonriendo forzadamente, al darme cuenta de mi comportamiento exagerado. —Sí, vine por negocios de nuevo —señaló a su acompañante—. Él es mi hijo y lo traje para que le muestres cómo se hacen los documentos importantes mientras hablo con tu novio —dijo él, mientras me presentaba su hijo. —Claro —dije sonriendo —Amor —esbocé una sonrisa enorme, al ver la expresión irritada del señor Norton. —Hablamos más tarde —se acercó a mí. —Está bien —le sonreí y él me tomó de la cintura dándome un besó enfrente de ellos, y sabía por qué lo hacía. —Vamos —le dije al chico, comenzando a caminar en dirección del elevador. —Así que eres nada más y nada menos que la novia del empresario más importante —dijo él sin rodeos. —Ajá —corté seca, no quería hablar más y seguir metiendo la pata. —Eres muy hermosa —miró mi cuerpo completo con embeleso. Apreté la mandíbula y no dije nada. Cuando llegamos a mi planta, caminamos hasta mi oficina. —Siéntate ahí —dije buscando en mi archivo un documento vencido, para poder mostrarle cómo se hacía un contrato. El tipo en todo momento que le hablaba, buscaba la manera de preguntarme por mi jefe, pero lo ignoraba. Después de una hora, pude ver cómo mi jefe entraba con una cara de pocos amigos… bueno, eso no era nada raro, pero esta vez no le había dicho nada, así que no entendía por qué estaba tan molesto. —Ya te puedes irte de la oficina de mi novia —dijo serio. —Tranquilo, esta muñeca ya es mía —dijo el chico, mientras tomaba mi mano. —Discúlpame, pero yo no soy tuya —dije alejándome de él, para toparme con el pecho duro del americano orgulloso. —No vuelvas a tocar a mi novia o pondré tus bolas de decoración en tu árbol de navidad —respondió furioso y para ser sincera, no entendía el por qué de su enojo a tal magnitud. —Un placer volver a verte, muñeca —dijo él mientras salía. —¿Ya me lo habías presentado? —pregunté mirando a Harvey. —Edward —dijo él y ahí me vino clara la imagen. —No me digas que Anastasia te pegó los cuernos con ese poco hombre —dije sorprendida. —Eso y mucho más —dijo mientras le ponía seguro a la puerta. —¿Por qué cierras? —pregunté, mientras él se acercaba a mí rápidamente. —Con este vestido pegado te ves muy bien —dijo, jalándome hacia su posición. —Aléjate —traté de sonar firme, pero su aliento comenzaba a hacer estragos en mí. —No quiero —acercó sus labios a los míos, pero lo detuve con mi mano. —Necesito un adelanto en mi sueldo, porque necesito pagar unas deudas y no me dan más días de plazo —hablé sin rodeos, sin quitarle la mirada de encima. —No —dijo mientras se separaba con brusquedad. —Sí, lo necesito y también que elimines ese malentendido de que somos pareja —me alejé de él, sentándome de nuevo en el sofá. —Se está tomando muchas atribuciones que no le corresponden, señorita Johnson —espetó irritado. "Vaya, miren quién habla de atribuciones", pensé irónica. —Atribuciones se tomó usted al presentarme como su novia, señor Norton —dije con tranquilidad, mirándolo a los ojos y viendo con satisfacción que sus mejillas se sonrojaron un poco—. Así que va a darme mi adelanto o soy capaz de soltar toda la sopa sobre nuestra falsa relación. Esta vez enrojeció más, pero de la ira. Bufó y por un momento cerró los ojos con fuerza, seguramente aguantándose alguna mala contestación o grosería. —Está… bien, señorita Johnson —dijo con dificultad, se notaba a leguas que le costaba ceder—. Tendrá su mugroso aumento, pero por ahora no puedo mentir nuestra falsa relación, no hasta que termine negocios con el señor Di Marco. —De acuerdo —rodé los ojos, aceptando esta situación absurda que me hacía desear más de sus besos y caricias, aunque sabía que justo ahora, estaba poco dispuesto a concederme algo de eso—. Seguiré con esto, pero si me amenazan de muerte o llego a tener un atentado en mi contra, tendrá que pagarme diez veces más. —Oye, tú… —¿Trato hecho? —extendí mi mano como toda una mujer de negocios y lo vi resoplar. —Cinco veces más —habló entre dientes y ladee mi cabeza, sopesando la posibilidad—. Es eso o nada, señorita. ¿Lo toma o lo deja? "Como si tuviera muchas opciones", pensé con los labios apretados. —Seis veces más y trato hecho —alcé mi mano de nuevo y lo vi rodar los ojos, para luego apretar mi mano de mala gana. Cuando pensé que iba a librarme de él y me dejaría en paz, me jaló nuevamente del brazo y se acercó tanto, que podía sentir su aliento cosquillear mi boca. No podía negar que quería besarlo de nuevo, pero no quería sentirme doblegada a ser su juguete, sólo para dejarme tirada como la otra noche. —Sara… —susurró, pero cuando iba a besarme, sonó mi celular. Me alejé de él y tomé la llamada. —Hola, amor mío —saludó Estela y me reí de su ridículo apodo—. ¿Qué tal estás? —Estoy bien, cariño —sentí la mirada del ogro sobre mí, pero lo ignoré—. Me tienes en el abandono, cuando llegué a casa no estabas. —Lo siento, linda, pero imagino que leíste mi carta y como sabrás, solo quedan unos días para el viaje, así que estaba haciendo lo necesario y espero que puedas venir conmigo —dijo con tono emocionado. No quería mencionar que seguramente haría de mal tercio entre Miguel y ella, pero me contuve. No quería acabar con la farsa de mi supuesta relación, el ogro me miraba con creciente ira y eso de alguna forma, me causaba satisfacción. —Bueno, espero que con ese adelanto que recibiré, podamos tener nuestra merecida cena especial antes de que te vayas —dije con una sonrisa petulante y vi a Norton resoplar de ira. Me reí para mis adentros cuando mi jefe salió airado de mi oficina. —¿Qué fue eso? —preguntó Estela sorprendida, cuando escuchó el portazo. —Luego en casa te cuento —mordí mis labios, porque no sabía con qué se desquitaría ese hombre. Estaba segura que no me daría tregua a partir de ahora y menos creyendo que mi mejor amiga y yo éramos pareja. Alcé la barbilla con determinación, ya que me dijo que todavía me necesitaba para su falsa relación, así que aprovecharía todo lo que pudiera antes de que se comportara como un patán conmigo nuevamente. ¿Qué podría salir mal?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD