Pasión

1593 Words
Pasó un mes desde que había intentado buscarla. Trató de seguir tal como solía ser su vida, pero sin dejar de pensar en ella y en lo que Don Paco le había dicho. Un sábado por la tarde que limpiaba la habitación miró el periódico debajo de su cama. Desdobló la hoja de los clasificados, fijándose de nuevo en aquel anuncio donde se solicitaba un chofer. Le resultó interesante el empleo, ya en dos ocasiones había trabajo en algo similar. Tomó la hoja, sus llaves y algunas monedas. Al cabo de un rato se encontraba en un teléfono público a unas cuadras de la mansión. —Hola, buena tarde. —Saludó amablemente una voz femenina del otro lado del auricular. —Hola, me llamo Fred, vi este anuncio y me preguntaba si aún está vacante la… —Sí caballero todavía. Por favor si desea una entrevista, necesito que me dé su nombre completo, edad, dirección y un número de teléfono, en cuanto sea pertinente le llamaré para decirle donde será su entrevista. —De acuerdo… Fred dio sus datos y también el número de su teléfono móvil, uno viejo y algo desgastado que tan sólo utilizaba para eso, llamar o que le llamaran del trabajo; el cual rara vez sonaba. Al volver y entrar a la casa, inesperadamente vio a la Señora Graham bajando las gradas de la escalinata que conducía a su habitación. Él se quedó fijo observándola un tanto desconcertado. Lucía mucho más joven, mantenía un traje en un tono casi naranja, y los labios del mismo tono, el escote cubría escasamente su perfecto busto redondo. Ella lo miró con apetencia, pero pronto encubrió su deseo, mirándole con serenidad. Él la saludó lo más indiferentemente que pudo. —Señora Graham, buenas tardes. Se pasó de lado, pero ella lo notó nervioso. Sonrío un tanto divertida. —Hola Fred. Espero no estés ocupado, me gustaría hablar contigo. Él se volvió a ella, pensativo con un pie en la última grada. —¿Hablar? ¿De que podríamos hablar usted y yo? —Bueno, de muchas cosas. —Dijo ella sin apartar una sonrisa traviesa de sus labios. Él respiró hondo antes de contestar. —Lo siento, pero no. Señora Graham, me agrada su compañía no puedo negárselo, pero no sé nada de usted desde hace un mes. Es mucho tiempo y entendí muy bien que no puedo… Pero ella se abalanzó a sus brazos, besándolo apasionadamente. Fred se quedó quieto tan sólo un momento, pero al sentirla aferrada a él, la sostuvo de la cintura, apreciando con sus manos la forma curvilínea de su cuerpo y así recordar cuanto tiempo había pasado desde que no tocaba a una mujer. No pudo evitar sentirse ferozmente atrapado en ese explosivo beso, sus labios sabían a frutas y al igual que su cálido aliento. —No lo evites más, Fred. Sé que me deseas tanto como yo anhelo tu calor. Déjate llevar. — Susurró en un quejido solicitante. Aunque quiso negarse enredado en sus besos no pudo; nunca antes alguien lo había besado con tal ímpetu. La estrujó en sus brazos con necesidad, entre besos y resoplos llegaron a su habitación, no les dio tiempo ni siquiera de cerrar la puerta. Las manos femeninas con alargadas uñas en un tono rosa, lo tocaron con necesidad desde sus hombros hasta moverse a la cara interior de sus piernas. Él se estremeció al tacto, pero aproximándose con ella hacia la cama, profundamente agitado como nunca antes. Respirando hondo la miró fijamente, notando que el pecho de ella se movía de arriba abajo a la misma velocidad de su respiración trémula. Acarició la piel de sus mejillas, envolviendo con sus manos el fino rostro de Diana. La pasión brotaba de sí como nunca pensó, y con un simple beso supo que la intensidad en él podría ser de la misma magnitud que la de esa misteriosa mujer. La besó ferozmente. Sus lenguas se degustaron un momento antes que las manos de Fred recorrieran con ansiedad su pecho asomándose al inmodesto escote. Diana cerró los ojos, percibiendo sus manos fuertes deslizarse. Se estremeció ante el calor de su piel, abrió los ojos mirando sus manos ansiosas acariciarla deliciosamente, mientras apartaba lo que la cubría escasamente por el busto. Pronto los besos húmedos de Fred la recorrieron por la garganta y el pecho, jugueteando en su lengua en los lugares más sensibles. Las respiraciones profundas de ambos pronto llenaron la habitación. Él saboreaba su piel ardiéndole a necesidad seguir tocándola. Sus manos buscaron sus piernas, moviéndolas a lo largo de los muslos hasta llegar a las caderas. Retomó aliento para poder apartarle el fino vestido, y mientras en eso, Diana buscó los cierres de sus pantalones para desvestirlo completamente. Con ansiedad casi se los arrebató, a diferencia de él que delicadamente apartó el vestido de su cuerpo.   La señora Graham quedó encantada con lo que vio sin tanta ropa cubriéndolo. Sonrió satisfecha. Besó apasionadamente sus labios, mientras lo guiaba a quedar tumbado de espaldas contra el colchón. Completamente desvestidos, Diana no pudo más contra el deseo, especialmente al notar a Fred ser muy delicado y caballeroso al tocarla. Se montó a horcajadas sobre él. Él la buscó hasta llenarla, Diana resbaló con suavidad hasta sentirlo profundamente dentro de sí. Fred soltó una respiración profunda. Al notarlo en profundo deleite, se meció suavemente, disfrutando cada sensación al tenerlo dentro. Él respiraba profundo percibiendo lo que ella; profundo deseo fundirse con la pasión, se perdió en las sensaciones, elevó ambas manos hasta tocar su pecho y al sentirlo lo masajeó suavemente. Los dos respiraban hondo sin dejar de sentir escalofríos en la piel.   Nunca antes Diana percibió tanto deleite en un encuentro. Sabía que era joven, pero al entregarse le parecía alguien sumamente incomparable al usar su dulzura, pasión y fuerza dándole un placer intenso, además ese delicioso calor de sus manos y su cuerpo al desnudo la enloqueció. Se encontraban en besos arrebatadores que les cortaba la respiración a ambos. Fred la dejó mecerse sobre él, disfrutando de notar su cuerpo sensual moverse deliciosamente. Por una vez en la vida a Fred le parecía justo que los dos encontraran algo incomparable, aunque de un modo prohibido e irreverente. Si bien quiso meditar mejor lo que ocurría, sus pensamientos se perdieron entre los suspiros y los besos ardientes de ella, silenciando todo aquello que no fuera percibir placer, pasión y raro amor en su trasfondo. Fred justo cuando lo deseaba, los movimientos de Diana se volvieron más intensos, provocándole a Fred la necesidad de moverse con ella. En el momento más cercano al éxtasis ella susurró a su oído. —Sé que quieres probar más, haz lo que desees conmigo. Tómame Fred, hazme tuya a tu manera. Quiero sentirte. Aunque ella había solicitado tal hecho como algo más cercano a una sugerencia Fred no pudo aguardar para meditar. Velozmente la cargó para apartarla. La dejó caer sobre el colchón y sin dudar la cubrió de besos, amando cada lunar que encontraba, probando cada punto sensible sobre su torso y entrepierna. Diana se estremecía de cuerpo entero, aferrando las sábanas con fuerza. Su corazón saltaba conmocionado, y su alma notaba gran éxtasis al tener por fin sobre sí al hombre que había deseado por meses sin imaginar que sería profundamente apasionado y sabría tomarla como tanto había soñado. Por vez primera un hombre le ocupaba todos los sentidos en el arte del placer. Fred pudo hacer de cada pensamiento un hecho, degustó cada parte de ella y nunca antes le pareció una mujer tan deliciosamente constituida, y existir una dama tan apasionada y osada como para que él se atreviera a ser más salvaje al amar. Sus fuertes manos recorrían el cuerpo de Diana en dóciles apretones, calentando esa suave piel fría y blanca como la nieve. Justo cuando el placer parecía ser indescriptible, Diana sintió que Fred volvía a penetrarla una vez más. Quedó fuera de sí al dejarse llevar por la fuerza potente de su cuerpo. Cada empellón fuerte contra ella, la hacía elevarse en un éxtasis que no quería encontrar la cúspide. Le encantó el calor que su cuerpo masculino despedía, contagiándola de una sensación agradable de bienestar, no podía ni siquiera pensar en nada más que no fuera en disfrutar de cada vaivén de su cuerpo urgido, en cada arremetedor movimiento que él le proporcionaba, apretándolo con las piernas para posteriormente temblar desde adentro como nunca antes lo había experimentado. Fred estaba fuera de su propio control dándole rienda suelta a todo lo que ella le provocaba, nunca antes se sintió tan tentado a consentir la lujuria como con esa dama. En el momento en que él menos lo pensó, sintió que sus caderas se apartaron de él para sentir su lengua húmeda degustarlo en largas caricias desde su ombligo hasta esa parte sensible y rígida de su cuerpo. Hiperventilaba sin creer lo que ocurría. En el momento menos pensado ella lo empujó contra el muro, aferrándose a sus hombros mientras elevaba una de las piernas a su cintura. Él comprendió lo que quería. La sostuvo con facilidad llenándola de nuevo. Pero ella salvajemente se movía sobre él, obligándolo a sentir espasmo tras espasmo, mientras sus miradas se traspasaban intercambiándose. Para culminar el mismo la cargó y la llevó a la cama arremetiendo contra ella luego de usar el preservativo, hasta dejarla completamente complacida y él satisfecho. Terminaron sudados, hiperventilando y desnudos sobre la cama fría que solía ser desde hacía un año sólo para él. 
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD