|Época de la Segunda Guerra Mundial|
|New York — 15:47 pm|
—¡Ada! No te separes de mi.
—Sí, padre.
La adolescente de cabellos dorados se apartó de un pequeño puesto de periódicos en donde mostraban las noticias de aquella época, la guerra había traído caos a varios países, y algunos dudaban que aquello iba acabar. Caminó a paso rápido hacia su padre que miraba la hora de vez cuando en su reloj de muñeca, ella sonrió de lado y negó levemente ante la preocupación de su padre.
—Llegaremos puntual papá.
—¿Segura? —preguntó un poco ansioso ante la hora.
—Muy segura, incluso ellos serán los que se demoren más.
—Si tú lo dices...
Caminaron por la otra cuadra hasta la chica de cabellos dorados se dió cuenta que al frente de la calle, cerca de un callejón cerrado, un hombre un poco más corpulento golpeaba a un hombre delgado, totalmente indefenso ante la amenaza. La mirada de la chica se dirigió a un militar que pasaba por ahí buscando con la mirada a alguien; su padre vio que se había detenido y al dirigir su mirada a lo que ella veía, frunció el ceño.
—Ada...
—Padre… —respondió en el mismo tono, mientras que mostraba una expresión de súplica, a la cual el hombre no se podía negar.
—De acuerdo pero procura de que nadie te vea.
La adolescente asintió, miró para ambos lados y sin que nadie se diera cuenta, movió su mano derecha mostrando una pequeña nebulosa dorada. Al instante, el militar entró al callejón para detener la pelea.
—Es mejor que nos vayamos.
—Sigo diciendo que llegaras temprano —bufó la chica con fastidio.
—Eso espero.
En media hora padre e hija ya habían llegado al lugar dándose cuenta que faltaban aquellas personas que iban a venir. Su hija con cara de 'te lo dije' se sentó en uno de los sillones mientras sacaba su libro de su bolso y comenzaba su lectura. Dos señores entraron a la sala de reuniones un poco apurados, al ver que el padre y la hija estaban ahí uno sacó un billete y se lo entregó al otro.
—Te lo dije —musitó el hombre de bigote, de forma cantarina.
—No era necesario decirlo.
—Sabes que si... buenas tardes Mike. —alzó su mano en dirección al padre de Ada.
—Buenas tardes, Howard. —muy gustoso aceptó la mano del ingeniero.
—Ay, vamos... dejemos las informalidades de lado —miró a la chica de cabellos dorados— ¿Y quién es la hermosa señorita?
La chica dejó su libro de lado y se levantó para saludar a los presentes que recién llegaban al lugar.
—Buenas tardes, señor Howard, soy Adelaida Beckett pero me puede decir Ada.
—¿Es la Ada que tanto me has hablado? —preguntó esta vez, al hombre de nombre Mike.
—Es ella —Mike asintió orgulloso de la joven rubia.
—Espero que lo que hayan hablado entre ustedes a sido cosas buenas. —Howard sonrió ante las palabras de la rubia y asintió ante comentario.
—¿Dudas de tu padre? —preguntó Mike fingiendo estar ofendido.
—Temo de que me dejes en vergüenza.
—Jamás haría una cosa como esa mi pequeña —dijo con dulzura, ocasionando que ella rodara los ojos divertida ante su actitud, sin embargo, no dijo nada más al respecto y volvió a su silla para seguir leyendo aquel libro que había traído. — Y dinos Stark ¿Para qué nos mandaste a llamar?
—Oh cierto, —él carraspeó, al recordar porque tanto él como su acompañante estaban ahí. —estamos viendo un proyecto el cual desearíamos que fueras partícipe de él.
—¿De qué se trata?
—Si aceptas te lo cuento, las paredes tienen oídos. —dijo señalando de manera disimulada el lugar en dónde estaban.
—Esta vez tendrás que proponerle a mi hija.
—¿Enserio? —levantó una ceja curioso por sus palabras— ¿Puedo saber por qué?
—A pesar de que estamos en una guerra, queríamos darnos una vacaciones.
—Entiendo... ¿Me podrías prestar a tu papá para un proyecto? —preguntó esta vez a Adelaida quien había vuelto a su lugar mientras dejaba a su padre conversar.
—Dígame una pista de que se trata el proyecto y tal vez lo piense.
—Paz en nuestros tiempos.
La niña cerró su libro y lo pensó un momento, miró un momento a Howard que se notaba un poco desesperado por escuchar la respuesta mientras que su padre veía gracioso la situación.
—De acuerdo —sonrió al ver a Howard celebrando.
—Muchas gracias, señorita Beckett.
—Oh de nada, pero eso sí —Howard se puso atento a lo que ella iba a decir— Quiero que me deje participar en este proyecto.
—¿Mike? —miró confundido a su amigo— ¿Tú estás de acuerdo con esto?
—Créeme necesitarás más la ayuda de ella que la mía —soltó una pequeña risa, como si estuviera ocultando una pequeña sorpresa.
—¿Una niña inteligente? —Alzó ambas cejas, sorprendido por tal dato.— Creo que le caerás muy bien a una amiga.
—Puede ser —se encogió de hombros sin estar segura de aquello.
—En los próximos días estaré en un gran evento —sonrió Howard con arrogancia
—¿Se refiere a su evento? —alzó ambas cejas la rubia— Sí... hemos oído mucho de él.
—Obvio que es mío —al parecer la rubia había subido más su ego— si desean pueden ir a ver, el pase es libre para ustedes —les guiño un ojo.
Luego de esa pequeña conversación Howard se disculpó con las dos personas y se tuvo que retirar. Cuando nuevamente ya estaban solos podían hablar con fluidez.
—¿Crees que aquí comienza todo?
—Si, y debes sentirte orgulloso serás parte de la historia de Estados Unidos.
—Al igual que tú mi pequeña princesa —le guiño un ojo, la cual fue correspondida por una mueca.—Pero debemos tener cuidado —Beckett alzó una ceja como signo de seriedad — Si el soldado nos ve puede que haya daños colaterales.
—Dudo que nos vaya a reconocer en el futuro —bufó — pero de todas maneras te haré caso.
—Deberías, mis consejos siempre han sido útiles —dijo imitando al señor Stark
—Ya... —Rodó los ojos al recordar la actitud del joven científico.
—¿Sabías que el doctor Erskine va a estar en este proyecto?
—¿Enserio? —La niña mostró una cierto brillo en sus ojos — Sabía que debía aceptar el proyecto —susurró para sí misma.
—Creo que ya deberíamos irnos —miró el reloj de su muñeca— Se nos hace tarde
—De acuerdo... Pero luego de todo esto quiero mis vacaciones —hizo un puchero ocasionando que el hombre de ojos castaños riera ante la situación.
—Te lo he prometido cariño —le guiño un ojo— Y debes saber que nosotros siempre cumplimos una promesa.
—Cabe resaltar que todos los días me lo haces recuerdas.
|Una semana después|
—¿Han aceptado? —Preguntó extrañado el científico viendo su laboratorio.
—Claro que sí —Respondió emocionado su compañero de trabajo.
—¿Así de fácil?
—Tuve que convencer a su hija para que entrara al proyecto.
—¿Tanto así? —el científico posó una mano en su barbilla interesado por la conversación— Y ¿Cómo aceptó?
—Al parecer vamos a tener a una pequeña ayudante.
El científico iba a pedir una explicación respecto a eso, cuando una persona se acercó hacia el señor Stark interrumpiendo su conversación.
—Los Beckett han llegado.
—Tráelos aquí, por favor.
—Enseguida, señor Stark.
Apenas pasaron cinco minutos y el guardia vino acompañado de los dos Beckett quienes veían el lugar con mucha admiración. Ada al ver al doctor Erskine respiró lentamente para que no se desmayara de la emoción.
—Buenas tardes señores —Mike extendió la mano hacia los hombres
—Mike —sonrió divertido el ingeniero— Deja las formalidades conmigo — su mirada se dirigió a la adolescente— ¡Oh! Pero miren a quien tenemos aquí
—Buenas tardes, señor Stark —sonrió Ada estirando su mano.
—Señorita Beckett, al igual que a su padre le pido que deje las formalidades a un lado, llámame Howard.
—Solo si usted me llama Ada.
—De acuerdo —asintió y después se dirigió hacia el científico— Quiero presentarles a un amigo y compañero de trabajo es el doctor Erskine
—Un gusto —saludó el científico canoso hacia padre e hija.
—Gracias por dejarnos estar en este proyecto —habló Mike estrechando la mano del científico— Estamos emocionados por trabajar con usted, mi hija es una gran admiradora.
—¿En serio? —preguntó asombrado por la confesión del padre.
—Es más que cierto señor —habló esta vez la chica— Permita presentarse correctamente, soy Adelaida Beckett pero puede decirme Ada.
—Un placer conocerla, mi amigo Howard me a comentado que a parte de Mike entraría su hija al proyecto.
—¿No es ninguna molestia cierto? —preguntó el padre de Ada haciendo que el ambiente se creará una tensión.
—Yo nunca dije que sería ninguna molestia —negó con la cabeza divertido de la situación — el problema aquí es que recién me hayan dicho de la noticia —El científico miró fulminante al ingeniero, quien pasó una mano por su cabello.
—En mi defensa quería que fuera una sorpresa —se encogió de hombros intentando mostrarse relajado.
—Ya no importa, y dígame señorita Ada ¿Podré confiar en su discreción y su capacidad para este proyecto?
—Por la discreción no se preocupe y mi capacidad... de seguro puedo hacerlo sorprender —le guiño el ojo en señal de complicidad, quien no dudó en sonreír.
—Espero llevarme una gran sorpresa
—No quiero ser aguafiestas —interrumpió Howard la conversación— Pero demasiada cháchara mejor vamos de una vez a trabajar.
—Hay que dividirnos, que mi padre ayude al doctor y yo ayudo a Howard
—No es mala idea —aceptó el doctor Abraham— Divididos creo que terminaremos este trabajo.
—Supongo que si.
Cada uno se fue por su lado a trabajar. Pasaron las horas y los cuatro pudieron avanzar algo, Howard aún estaba que dudaba la capacidad de Adelaida pero no se preocupo mucho por ese asunto. Al día siguiente Ada con todo su entusiasmo llegó al lugar donde trabajaba junto con su padre. Howard tenía un problema con los planos de la máquina.
—Aún no lo comprendo... —susurró pasándose una mano por su cabello.
—¿Pasa algo Howard? —Ada llegó a su lado mirando los planos.
—Tenemos un problema con respecto a esto —señaló los planos y sucesivamente a la máquina en la que estaban trabajando unos ingenieros — "La caja" en si esta hecha para una persona que pueda ser convertida en el soldado —ella asintió comprendiendo la información— el problema es que después de la transferencia de la fórmula de Erskine va a tener algún efecto
—¿Me podrías dejar de ver los planos un momento?
Él asintió dale permiso para dejarla ver los planos con facilidad. Miro detalladamente cada punto para ver si había algún error.
—Este no fue tu error.
—Ah.. ¿Gracias?
—Fue el error de Erskine
—¡¿Qué?!
El ingeniero no pudo replicarle alguna palabra porque la adolescente había salido con el plano en mano hacia donde estaban los dos hombres trabajando en la fórmula.
—Señores siento interrumpir pero necesito que resuelvan esta duda
—¿Cuál es señorita Beckett?
—Le faltó decirnos una parte importante para terminar el proceso de la máquina —él arqueó una ceja— Tiene que decirnos quién será el sujeto indicado para este proyecto, ya que quiero saber si habrá efectos secundarios a la hora del experimento
—Creo que te estás desviando...
—Al contrario Howard —sonrió de lado ocasionando que al ingeniero le diera unos escalofríos— imagine esto, si le damos al sujeto de prueba equivocado, en ese tipo de "cuna" —señaló la máquina— Podría morir, y todo esto se irá al desagüe ¿Qué dirá el gobierno cuándo han matado a una persona inocente por ser una "rata de laboratorio"?
—Ella tiene razón —admitió su padre— Podemos meternos en un gran problema
Todos quedaron callados por lo discusión, pensando en una posible solución. Adelaida miró a Erskine quien miraba un punto fijo en la pared.
—¿Y bien?
Los ojos de Adelaida brillaron, su padre se dio cuenta sabía que debía intervenir pero si lo hacia sus compañeros se darían cuenta que algo raro estaba pasando con ella. Erskine volteo y fijó su mirada en el collar de color dorado en forma de estrella en el cuello de Ada.
—¿Puedo ver la fórmula?
Asintió y se hizo a un lado para que pudiese ver los tubos de ensayo. La adolescente se acercó bajo la atenta mirada de los adultos, miró la fórmula ya hecha en en el tubo de ensayo pero no quería ver eso, se acercó a las hojas de papeles en donde se detalla las ecuaciones y fórmulas químicas. Los ojos de Adelaida brillaron nuevamente, esta vez tuvo la suerte de que todos estaban a su espalda.
—Ahora entiendo todo —sonrió— Creo que sé dónde podemos conseguir al sujeto adecuado.