Capítulo 1 - El comienzo

2255 Words
Las ocho ciudades de la nación de Ekhros esperaban con ansias la presentación del futuro gobernante. La ciudad principal de Ekhros lucía más ceremonial que nunca, sus murallas altas y protectoras rodeaban la ciudad como un abrazo ancestral, las calles, aunque abarrotadas permitían a los ciudadanos caminar sin dificultad. Pero hoy, la multitud se agolpaba en el centro, ansiosos por presenciar el gran acontecimiento: la presentación del futuro heredero al trono de Ekhros. Esta ciudad era catalogada como la más hermosa de entre las ocho ciudades, y todos los ciudadanos de Puerto Porlín, Contropela, Krastur, Súyam, Tartur, Nuritas Y Soctus, vestían de blanco en señal de respeto y celebración, en el centro de cada ciudad, una enorme burbuja de agua flotaba majestuosamente, a la que llamaban Kurminos, atreves de sus cristalinas paredes, se visualizaba la ceremonia. El aire vibraba con la emoción contenida, los relojes parecían detenerse mientras el tiempo se estiraba como si el destino mismo guardara su turno. Y en esa burbuja se revelaría el futuro de la dinastía real. Los ojos de la multitud se posaron en la superficie acuosa con expectación. Desde el balcón principal del enorme palacio blanco, el rey Satír observaba con orgullo a toda la multitud que aguardaba ansiosa la presentación del próximo gobernante. A su lado, su esposa sostenía al bebé heredero, quien dormía ajeno a la magnitud del momento. La reina Ukreel le dirigió una sonrisa y asintió compartiendo la emoción que llenaba el aire. ― ¡Ciudades y habitantes de Ekhros! ―alzó la voz, su tono resonante hizo eco― hoy es un día muy glorioso para todos nosotros, con mucho orgullo les presento al futuro heredero al trono de Ekhros. La multitud contuvo la respiración, sus ojos fijos en el pequeño ser que representaba la continuidad de la dinastía real. El viento susurró secretos mientras el rey Satír sostenía al bebé en alto, como si ofreciera al mundo un tesoro preciado. En ese instante el pasado y el futuro se entrelazaron. Satír alzó la voz una vez más. ― ¡Aquí está… la princesa Amiona! ―anunció con orgullo. La multitud se agitó, sus murmullos llenando el aire, una niña había nacido, y su llegada era más que una simple ceremonia de presentación, era un acontecimiento que trascendía los siglos. Los ciudadanos se miraban entre sí, sus impresiones variadas, algunos encontraban la noticia inquietante, como si el equilibrio ancestral se hubiera alterado. Otros, sin embargo, sentían una emoción inquebrantable. Era la primera vez en cuatro mil años que nacía una niña en la familia real. La princesa Amiona, pequeña y frágil en brazos de su padre, representaba la esperanza y el cambio. Los corazones se llenaron de alegría. La multitud como un coro unificado, comenzó a aclamar su nombre. ¡Amiona! ¡Amiona! Las voces se alzaron reverberando en las calles. Celebrarían su nombre por días, meses e incluso por siglos. La princesa con su mirada inocente y su linaje ancestral, se convertía en el faro de una nueva era. Detrás del rey y la reina se encontraban sus cinco guardianes, los protectores de la familia real. ― Sin duda este día será muy memorable para todos ―dijo Ternon con voz ronca dirigiéndose a sus compañeros, era un Ekhroniano muy mayor, y como hechicero poderoso sabía que esta ocasión trascendería por siglos. ― Así es, este día jamás será olvidado ―le respondió Sipros, su voz era más ronca, era un tigre blanco de casi dos metros y medio de altura. Su pelaje, blanco como la nieve, estaba adornado con rallas rojas que parecían rubíes incandescentes. Pero lo más asombroso eran sus enormes alas que se extendían con majestuosidad. Pertenecía a la r**a Letohoiko, criaturas legendarias que vivían hasta seis mil años. Su mirada penetrante abarcaba siglos de historia, y su lealtad a la familia real era inquebrantable. ― Señores, no es para menos ―les dijo su compañero y amigo Cork― ella será la primera reina que gobernará Ekhros. ― Una reina de ojos plateados ―habló Kery el cuarto guardián, su melena rojiza hacían resplandecer sus ojos verdes. Miró a los tres y prosiguió― No habrá nadie igual a ella ―afirmó. ― Exceptuando el primer rey ―habló con voz ronca Corman el quinto guardián, su cabello rubio y piel blanca realzaban más sus bellos rasgos asiáticos. Todos conocían la historia escrita en los libros, Kery le dedicó una mirada aburrida y él sonrió ante ello― pero es cierto, está escrito en el libro de historia, Kery. ― Yo me refiero a éste tiempo y al futuro, Corman ―resopló. ― No comiencen ―advirtió Sipros mirando a ambos― recuerden que estamos en una ceremonia importante. Satír dio media vuelta y caminó hacia Sipros, lo miró a los ojos y le sonrío. ― Mi rey ―dijo con voz ronca y fuerte. ― Sipros, como la tradición dicta, de ahora en adelante serás el guardián personal de la princesa heredera ―dijo con firmeza. ― Serviré y daré mi vida para protegerla ―respondió inclinando la cabeza. Satír sonrió dando un leve asentimiento de cabeza. ― Majestad ―dijo un sirviente inclinando la cabeza― el kopro3 ya está listo. ― Entonces ya es hora de pasear por las calles de la ciudad ―sonrió Ukreel y tomó entre sus brazos a la niña, los cinco guardianes con sus miradas serias, asintieron y se dirigieron al kopro. ― Éste paseo será más ceremonial que nunca ―una figura de cabello corto con una pequeña barba que cubría su barbilla se unió al grupo― felicitaciones majestades ―continuó mientras mostraba una sonrisa muy amplia y hacía una leve reverencia. ― Tío Urquel ―respondió Satír con una sonrisa― gracias por estar aquí. ― Somos familia, además no nos podíamos perder la presentación del nuevo... quiero decir, la nueva heredera al trono. ― Es muy hermosa ―habló Uriaka la esposa de Urquel, caminó hacia Ukreel y acarició la pequeña cabeza de la princesa― se parece a su madre. ― Gracias tía Uriaka ―sonrió Ukreel. ― ¿Nos acompañaran en el kopro? ―preguntó Satír a su tío. ― Claro, no sería igual si toda la familia no participa del paseo. Diciendo esto los reyes junto con Uriaka, Urquel y Aclistu el hijo de ambos subieron al kopro y bajo el hermoso cielo color purpura hicieron el paseo por las calles para que todos los ciudadanos pudieran observar más de cerca a su hija, los cinco miembros de la familia con sus atuendos reales saludaban a los ciudadanos mientras el entusiasmo se propagaba. Los cinco guardianes seguían la carroza a pie, junto a ellos iba Sayura la hembra Letohoiko guardián de la familia del príncipe Urquel, a diferencia de Sipros, las rayas de Sayura eran de color oro que brillaban hermosamente con la luz del sol. A medida que avanzaban entre la multitud se corrían muchos murmullos, la gente especulaba sobre qué depararía el futuro y cómo sería la bebé como gobernante. *** Todos estaban satisfechos por el día de la presentación de Amiona, y cuando cayó la noche los reyes y Sipros dejaron a la pequeña princesa en su habitación para que descansara. Como cada noche desde que Amiona nació, Ukreel le cantaba una canción de cuna mientras caminaba de un lado a otro en la habitación, su dulce voz llenando el espacio siempre conseguía arrullarla. “Déjame tomar tu mano, te mostraré un lugar donde podemos volar… Volaremos hacia el cielo. Rumbo al silencio, donde las palabras se desvanecen y solo queda la verdad. Rumbo al descanso eterno, donde los corazones encuentran paz y los sueños se entrelazan con las estrellas. Y allí, en ese lugar oculto, recuperaremos lo que hemos perdido, los fragmentos de recuerdos olvidados. Encontraremos nuestro destino, trazado en los hilos del tiempo y sellado con un beso bajo la luna”. Cantaba Ukreel. ― Mañana quiero que vayamos a la pradera Dorai ―dijo en voz baja mientras acomodaba a Amiona en su cuna. ― Por supuesto ―comentó Satír. ― Cuida de ella, Sipros ―dijo Ukreel. ― Pueden ir a descansar, no se preocupen ―hizo una reverencia mientras los reyes abandonaban la habitación. Sipros se acercó a la cuna, contempló a Amiona por unos momentos recordando así al primer bebé al que cuido desde su nacimiento, se acurrucó al lado de la cuna y luego cerró sus ojos para entregarse a sus antiguos recuerdos. *** La tradición del jardín arcoíris es una hermosa y significativa costumbre, cada bebé que nace es llevado a este mágico lugar, donde el guardián del jardín selecciona una flor especialmente para él o ella. Esa flor revela el don que se le ha otorgado al bebé. En la pradera Dorai es en donde florecen las flores que el jardín arco iris eligió para ellos, pero sólo pueden florecer nada más por cuatro días al año, por eso todos los Ekhronianos no solo de la ciudad principal, sino también en todas las ciudades y aldeas viajan a la pradera Dorai para obtener la flor que representa la esencia de su don. Una vez que obtienen la flor, esta permanece fresca durante todo el año, y sólo se marchita el día en que florecen de nuevo. Mientras los reyes se debaten con los guardianes sobre que flor se revelará a la pequeña princesa, el resto de la mañana se fue volando con rapidez. Ya con sus flores en sus manos, dieron media vuelta y regresaron al palacio. *** Corman miraba fijamente las ruinas que antes solían ser su casa, él miraba ese lugar con nostalgia y a la vez con rabia, sabía que en aquel tiempo era muy joven e inexperto, y él error que cometió al confiar que podía vencer a su enemigo en un arrebate de ira, le rasguñaba el corazón. Esa noche había perdido a su familia. Si tan sólo hubiera sabido de los pensamientos de su hermano en ese entonces, él se recriminaba dándose golpes en la cabeza con el puño de su mano, como si se reprendiera a un niño durante varios años, pero ahora apretaba fuertemente sus manos en puños enterrando sus uñas en su piel. Kery observaba a Corman unos pasos atrás, ella lo miraba con la tristeza en su rostro, le dolía verlo en ese estado porque ella también lo sentía, conocía ese sufrimiento. Decidió que no esperaría a que sufriera su dolor solo, se acercó a él muy despacio. ― ¿Estás bien? ―preguntó mientras colocaba su mano en el hombro de este. ― Sí ―soltó en suspiros― ¿Qué haces aquí? ― No eres el único que sufre la pérdida de su familia y sé que es bueno que hablemos sobre ello. ― Gracias, pero no es eso lo que necesito… ― No voy a decirte lo que los demás te dicen siempre, que lo olvides y que sigas con tu vida. Yo sé lo que sientes, también quiero venganza, quiero vengar la muerte de mi padre, así como tú la de tu familia ―concluyó. ― Desafortunadamente, ellos nunca van a poder salir de su encierro. Así que nuestra venganza estará con nosotros hasta que ellos ya no existan. ― Lo sé… como hubiese deseado que el rey Satír lo hubiera ejecutado cuando tuvo la oportunidad ―la amargura se sentía en cada palabra. ― Todos deseamos lo mismo. Permanecieron en silencio unos momentos y soltando un sonoro suspiro, Kery habló de nuevo. ― Cambiando de tema… mañana a primera hora partiré a tierras Sascos, el rey quiere que traiga al pintor Merdoli para que pinte el primer retrato de la princesa. ― Supongo que debes irte a descansar entonces. Guardaron silencio nuevamente, Kery se mordió el labio inferior pensando en otra cosa, había pausado esa conversación cuando nació la princesa Amiona, ya que no encontraba el momento adecuado para hablarlo, pero necesitaba decírselo antes de que se fuera. Suspiró y dijo: ― Cuando el manantial del destino no activó nuestras marcas de almas gemelas, no pude decirlo en ese entonces, pero... Pero aún podemos estar juntos hasta que uno de los dos encuentre a su otra mitad ―tomó su rostro entre sus manos y lo miró a los ojos por unos segundos antes de besarlo. Esperó para saber si él la rechazaría y como no sucedió, lo besó con pasión. Corman siempre se sintió atraído hacia Kery, pero cuando el manantial del destino no reveló sus marcas, no significaba que el deseo que sentía no existiera, sentía mucha atracción hacia ella, así que por el momento disfrutaría de su compañía. Él la apretó fuertemente entre sus brazos, acarició sus muslos y luego los apretó con fuerza. Ella se separó de él el tiempo suficiente para quitarse la ropa, sus pechos grandes eran un deleite para Corman, tomó uno de sus pechos, lo apretó, luego se lo llevó a la boca, ella gimió al sentir el su suave tacto de su lengua sobre su piel, era cálido y húmedo. Cuando hubo acabado con su pecho la tomó entre sus brazos de nuevo y la levantó sin ningún problema, Kery soltaba gemido tras gemido, ella abrazó su cintura con sus piernas mientras saboreaba el beso hambriento, entre besos, caricias y gemidos, cuidadosamente él la colocó de espaldas en el suelo. El amor no estaba presente en él y ella lo sabía, se conformaría con eso, después de todo él aún no conocía a su otra mitad.
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