Vueltas del destino

1055 Words
Aquella noche, Sara Marie fue enviada a su habitación bajo llave y no sería hasta el día siguiente que se abrieron las puertas. Desdichada, con su mejilla enrojecida, miraba por la ventana a lo lejos la chimenea de la panadería en la que trabajaba su amado, echando humo. Lloro a mares aquella noche, lloró con desdicha, pues sería casada con alguien que no amaba, después de entregarse por amor. Tan pronto amaneció, se enviaron las invitaciones para la boda. La noticia corrió como pólvora, llegando a los oídos del amante pobre, quien aún estaba en el mercado, comprando flores para su amada como de costumbre. Aquel muchacho, enamorado de Sara Marie al escuchar por la mañana sobre la boda de la familia Capone, corrió a su humilde casa, tomó sus cosas en un bolso, todo el dinero que había juntado toda su vida y emprendió la marcha pues planeaba secuestrar a la novia. Aquella mañana, la primera en entrar a la habitación de la futura novia fue su madre. Ella también había pasado la noche llorando a mares por la inminente desgracia de su pequeña hija. —Pobre pequeña mía, qué desdichada eres — susurro acariciando sus mejillas húmedas. . Aquella mañana, la primera en entrar a la habitación de la futura novia fue su madre. Ella también había pasado la noche llorando a mares por la inminente desgracia de su pequeña hija. —Pobre pequeña mía, qué desdichada eres — susurro acariciando sus mejillas húmedas. —Ayúdame, no quiero casarme, yo amo a alguien más —suplico aquella joven con sus ojos enrojecidos y nariz brillosa. —¿Que harás, a donde irías? —susurra, mirando a la puerta cautelosa. Al escuchar Sara Marie a su madre, se levantó de un brinco de la cama. —¡Me iré lejos, nadie volverá a verme!, cuando sea seguro te llamaré —susurro. Su madre incapaz de negarle nada asintió. Cerraron la puerta despacio y ambas guardaron un bolso con sus pocas pertenencias, algo ligero pues debía correr la madre abrió la puerta y vio a su alrededor para asegurarse que nadie viera a su hija huir. —Te daré el tiempo que pueda, pero debes irte lejos —entregó en sus manos un bulto de dinero con billetes grandes. Escabulléndose con cuidado, emprendió la carrera de su vida por llegar a la panadería de su amado Al llegar, se encontró con su amado quién salía en busca de ella, se abrazaron frente a unos pocos y la joven no dudó en besarlo. La noticia de la boda ya era un hecho. Así que el muchacho tomó ambas bolsas de pertenencias y empezaron a correr hacia el bosque. Corrieron sin parar, sonreían y se miraban uno al otro sin temor alguno, pues estaban enamorados y nada los separaría. Eso decía la gente. En la mansión Capone, apenas había pasado media hora cuando la modista había llegado y fue llevada hasta la habitación de la novia, para entregar el vestido que usaría. La madre fue quien la recibió, y dijo que tal vez tardaría un poco, pues estaba indispuesta. El padre al escuchar esto, lo tomó como rebeldía así que fue furioso a la habitación de su hija para sacarla a tirones si era necesario, pero una gran y desagradable sorpresa se llevó cuando no encontró a su hija por ningún lado. Dio el grito al cielo con el nombre de su hija, hasta los sirvientes que estaban a distancia lograron escuchar. El padre furioso mandó a llamar a todos sus hombres. —¿Dime dónde está?. o juro por mi vida que quemaré casa por casa hasta encontrarla. ─amenazó a su esposa. Conociendo los alcances de su esposo no tuvo opción, pues suponía que su hija estaría lejos. —¡Se ha ido!, no sé a dónde, pero no va a regresar —dijo entre lágrimas sintiendo terror de que la encuentre. ─La vieron en el pueblo, con el panadero ─dijo uno de los sirvientes, sabiendo los alcances de su patrón. Su padre furioso envió a sus hombres a quemar la panadería y todo a su alrededor. El incendio de un pequeño pueblo, fue muy sonado pues se lo conoció como la desgracia de bodas. Había tanta gente, temerosa de que sus casas fuesen incendiadas que empezaron hablar, decían todo lo que sabía y así se supo la historia de amor de aquella muchacha. Durante dos días, casas y establos se incendiaron alrededor de la mansión de la familia Capone, hasta que dieron con la hija de la familia. A primera hora de la mañana, fue encontrada por su hermano mayor Raffaele. Estaba sola a la orilla del río, lloraba a mares sobre una enorme piedra ensangrentada. Raffaele no dudó en quitarse sus ropas y cubrir a su hermana, ya que únicamente llevaba puesta una sencilla bata blanca, casi traslúcido. La noche anterior hubo tormenta eléctrica y el río había crecido, era imposible cruzarlo o ver algo a través de él. Aquella joven desdichada lloraba a mares sin cesar de regreso a la mansión, pues sabía que la desgracia estaba cerca. Al llegar a la mansión, fue llevada a su habitación, bañada en agua de rosas, vestida con ropas blancas. Su padre mandó a llamar al hijo mayor, pues fue quien encontró a la ahora llamada "fugitiva" ─¿Donde la encontraron? —preguntó, con un arma en sus manos y su esposa junto a él, sentada, en un mar de llanto. ─¿Madre, estás bien?. —preguntó Raffaele, notoriamente preocupado. La mirada fulminante de su padre, esta vez no fue suficiente para ahuyentar a Raffaele, quien se acercó y ofreció un pañuelo a su madre, sin quitarle la mirada de encima a su padre. Una vez que su madre se calmó, continuó. —La encontré a las orillas del río, estaba sola y empapada, con raspones en sus manos —aseguró. —Ella hizo todo por él, y el muy cobarde la dejo sola? —suspiró decepcionado. —Cuando llegamos, ella estaba sujeta a una gran roca ensangrentada. Los raspones de sus manos no justifican tanta sangre, supongo que sucedió algo, pero ella no ha dicho una sola palabra. No ha parado de llorar desde que la encontré. Supongo que nadie te prepara para esa vueltas que da el destino en nombre del amor.
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