Los raspones de sus manos no justifican tanta sangre, supongo que sucedió algo, pero ella no ha dicho una sola palabra. No ha parado de llorar desde que la encontré.
El padre confiando completamente en su hijo mayor, dio por terminada la reunión y fue por su hija, irrumpió en la habitación de la desdichada muchacha que había parado por fin de llorar.
─¡¿Dónde está ese infeliz?! —preguntó dándole la espalda.
—¡El agua me lo quitó! —estalló en llanto aún más desgarrador. —intentamos cruzar el río, pero la corriente se lo llevó. ─dijo soltando un grito de dolor.
—No volverás a ver a tu madre, no hasta que tú te conviertas en madre. —dijo su padre.
Esa misma mañana fue preparada la boda, pues tras esta había más que únicamente un compromiso, una alianza de negocio, nada menos.
Bajo un velo blanco, extenso y bien decorado, lloraba mares la novia desdichada, mientras todos a su alrededor festejaron, con licor y disparos al aire la gran boda y alianza de la familia Capone, y la familia Di Alessio.
El novio sacó de su bolsillo un trozo de hierro y rasgó con este el velo de la novia.
La novia se negó a seguir con la ceremonia, pues solamente quería llorar la muerte de su amado, así que se apartó disimuladamente de los festejos, pero el novio no aceptaría un desplante más.
El novio sacó de su bolsillo un trozo de hierro y rasgó con este el velo de la novia.
La novia se negó a seguir con la ceremonia, pues solamente quería llorar la muerte de su amado, así que se apartó disimuladamente de los festejos, pero el novio no aceptaría un desplante más.
Tomó del brazo con fuerza a la novia y la estrelló contra la pared. —¿crees que vas a burlarte de mí?, ¡me perteneces!. —gritó a su cara.
Su hermano mayor los había seguido, tomó por el brazo a Armand y le colocó su arma en la sien y dijo: —La alianza evita que mate a tu padre, no a ti. —presionó con fuerza —más, si al heredero de la familia Capone le tocas un pelo, sabes que no solo Italia querrá tu cabeza. ─amenazó.
—¡Es mi esposa, no puedes meterte! —sonrió de lo más calmado.
─Seré más claro.. —se acercó más —las mujeres de mi familia no se tocan, y quien se atreve, debe estar por encima de mí. !Y por defender a mi hermana, soy capaz de asesinar a mi padre¡. —lo fulminó ─¿está claro?.
Armand, era un despiadado asesino, pero Raffaele... él, era alguien superior, respetado incluso por su padre. Sin más opción, Armand dio un paso atrás.
—Estaré en contacto con mi hermana diariamente, si llegas a ponerle un dedo encima, mataré a cada familiar tuyo. Reza para que su cuerpo se mantenga intacto o lo lamentarás —aseguró.
—Ese no fue el acuerdo, ¡no me casé para eso! —dice caminando a la salida.
—Tú -le quitó el velo con delicadeza, miró a su hermana y secó sus lágrimas. —Ahora eres una esposa, llora cuánto necesites, pero tienes una vida vivir y una familia que formar, es la tradición —aseguró. —Yo arreglaré todo para que puedas ver a mamá ─susurró tras darle un abrazo.
El respeto por su hermano era superior que al que sentía por su padre, así que obedeció sin chistar.
La ceremonia se llevó a término y bajo las condiciones de la familia Capone, Sara Marie vivirían en la mansión de la familia de su esposo hasta que tuvieran su primer hijo.
Contrario a lo que se pensaría, Armand no odiaba a Sara, más si odiaba su constante rechazo, ya que jamás fue rechazado antes.
Un joven muchacho, hijo del mayordomo de la familia Capone, fue enviado a la mansión de los, Di Alessio. Al principio fue tomado como ayudante de la ahora señora, Sara Marie, pero bajo secreto, era el mensajero de Raffaele.
Él supo cumplir bien su función, dio cada detalle de lo que sucedía a su alrededor, aunque debo confesar que guardó un gran secreto.
La señora Sara Marie, fue una gran dama todos los años de matrimonio, hasta el día de su muerte respetó los votos que dio al cura en su boda, aun en contra de su voluntad por su duelo.
Fue infeliz, lloró a mares cada noche durante tres meses después de la boda.
La primera noche que ella llegó a casa, entró por la puerta, atravesó el gran salón, llegó a la puerta de su habitación y la cerró tras ella, su esposo ni siquiera la intentó persuadir..
Lo que hablaron o sucedió desde la mansión de la familia Capone, a la mansión de la familia Di Alessio, nunca nadie lo supo.
Jamás se habló de la boda, jamás se dijo nada que recordara aquel día.
Día tras día, la mansión pasó en silencio absoluto. Los sollozos de aquella joven que antes lo tuvo todo, se escuchaba por todos los rincones cada noche.
A Pesar de que su esposo jamás entró en sus aposentos, tres meses después de la boda, salió la desdichada Sara Marie con su vientre pronunciado.
Está por demás decir que tomó por sorpresa a todos, incluso a su esposo quien aguardaba con paciencia, pero al ver su vientre lanzó al suelo y contra la pared todo a su paso. Dejando escombros, vidrios rotos y un gran desastre alrededor de su esposa.
Ella solo sonrió y lo miró con valentía, no dijo jamás una sola palabra a su esposo, solo calló y cumplió todas sus funciones de esposa a excepción de una, ya que jamás se vio a su esposo visitar sus aposentos, o a ella abandonar los suyos.
A la mañana siguiente de la visita de la doctora, las dos familias se reunieron para festejar las buenas noticias.
Armand jamás dijo nada al respecto, incluso cuando lo felicitaron bebió y festejó sin parar, como si fuesen buenas noticias también para él. Aunque en parte se puede decir que realmente lo fueron, ya que la fortuna de ambos sería para un únicamente hijo.
Los meses siguientes, Sara Marie salió a diario de su habitación, cantaba y bailaba, sin parar.
Nadie cuestionó su embarazo, nadie cuestionó su cambio y alegría con su embarazo.
Tenía un semblante rozagante, su figura mejoró y su apetito aumentó.
Armand, él se volvió aún más despiadado, salía muy temprano por la mañana y regresaba muy noche, ebrio y extrañamente de buen humor.
Sara Marie, ella jamás cuestionó su comportamiento, aunque en realidad no le importaba lo que sucediera con él, no tenía interés alguno en nada de lo que él hiciera.