Aparición inesperada
Hanna Harrison
Salí enojada de la sala de juntas, no permitiría que Hugo con sus amenazas absurdas lograra intimidarme, llevaría esto hasta el final de las consecuencias.
Entonces, deseosa de desestresarme, manejé a increíble velocidad hacia un lujoso bar, le entregué mi auto al “ballet parking” y me incursioné en ese hermoso sitio, estaba iracunda, como la Diosa “Era” cuando descubría una nueva infidelidad de su amado esposo “Zeus”.
Me senté en la barra y pedí una copa, bebí otra, tras otra, una más, entonces, mi cabeza palpitaba con extrema fuerza, sentía mis pensamientos incendiándose mientras a la par… comenzaban a alejarse por los efectos del alcohol.
La escena de Hugo declarándome su “amor” se dibujaba en mis pensamientos, degusté el whisky mientras cavilaba sus palabras, no creía en nada de lo que dijo.
Pedí otro trago, de repente, perdí la cuenta de cuántas copas llevaba.
Alguien entonces, palpitó mi hombro con suavidad y elegancia, giré la mirada hacia el llamado.
–Señorita, el caballero de la mesa de atrás le invita a una copa. –me dijo el servicial mesero.
Me ladeé un poco y observé a un atractivo hombre levantarme su vaso y sonreírme con coquetería.
Era alto, de barba tupida, cabello en tono castaño, robusto, de mandíbula cuadrada y ojos color esmeralda, llevaba un traje n***o y unos pantalones que se ajustaban de manera increíble a su retaguardia. Estaba muy alcoholizada y eso parecía que influida en la liberación de mis pensamientos más lascivos y profundos.
–Dígale que gracias. –afirmé con un leve gesto.
Maldición, esto no me pasaba a mí, por lo regular los hombres me repelen. Me acaloré un poco, podía sentir mi nuca caliente al igual que mi frente, ya estaba muy mareada por los efectos del alcohol.
> pensé intentando encontrar una explicación. > en ese instante, miré mi mano, yo ya no portaba esa maldita joya que pesaba como el mismo plomo, me eché a reír, estaba tan acostumbrada a estar todo el tiempo estresada que, no estaba disfrutando de mi libertad.
Decidí irme, tenía que ir a descansar y definitivamente ya no me quedaría en la mansión de Hugo. Me puse de pie y todo giró a mi alrededor, me tropecé y estuve a punto de caerme al piso.
–Señorita, con cuidado. –me ayudó un amable hombre, me sujetó con destreza de la cintura, quise safarme de ese agarre, pero mis movimientos eran más lentos por la borrachera.
Alcé la mirada muy apenada por mi condición y me percaté de que se trataba del hombre que me había enviado una copa, de cerca se veía más apuesto.
–Estoy bien, gracias. –conferí.
–Creo que su pie, no piensa lo mismo. –me dijo ese atractivo espécimen en un encantador tono de voz.
Bajé la mirada y luego me tapé la boca, tenía el tobillo un poco hinchado, quizás no sentía dolor porque estaba muy anestesiada.
–Dios, creo que necesito ir al doctor. –conferí espantada.
–No hay necesidad, puedo asistirla. –me declaró ese apuesto caballero.
Parpadeé confusa.
–No se preocupe, no quiero molestarlo…–insistí e intenté ponerme de pie.
–Será rápido, no es grave, solo necesita hielo y una gasa. –afirmó y se acercó a mi talón.
–Pero…–rebatí.
–Soy médico. –me sonrió, yo guardé silencio ante esa respuesta. –Voy a tocarla. –me anunció, me puse un poco nerviosa y asentí con la cabeza. –Además, tengo parte de culpa porque yo le envié una copa. –se rió de forma tan encantadora.
–Eso es muy cierto…–sonreí de igual forma.
Me quitó el zapato, y me lo otorgó, entonces yo… lo sujeté entre mis manos, eran de diseñador y se habían estropeado, por eso había tropezado, el tacón me había traicionado y cedido.
El gallardo hombre quien, estaba de cuclillas frente a mí, me auxilio de manera rápida y sorprendente.
–Gracias…
–Andrew, Andrew Hudson. –se presentó.
–Gracias Andrew, soy Hanna Harrison. –le sonreí.
–¿Quiere que le lleve a casa? –se ofreció.
–No se lo tome a mal, agradezco sus atenciones, pero no le conozco. –negué con la cabeza. –Llamaré a mi chofer y él vendrá por mí. –afirmé.
Pese a mi rechazo lo vi sonreír de una forma encantadora.
–Por supuesto que comprendo, señorita. –me dijo.
Jonh pasó por mí, me ayudó a subir al auto, antes de hacerlo, Andrew me dio una tarjeta y me sonrió de forma tan maravillosa que no pude evitar sentirme muy abochornada. Mi noche había sido estupenda gracias a él, a pesar de haber tenido un leve accidente.
_ _ _
Me había hospedado en un hotel cercano a la oficina en donde, con anticipación había hecho una reservación, y también le había pedido a Elsa, el ama de llaves de la mansión de mi ex marido (porque a partir de hoy, para mi es mi “ex” aunque él no haya querido firmar el jodido papel) que, me prepara ropa para un par de semanas.
Llegué a la oficina, yo continuaría con mis labores porque lo que menos deseaba es que mi situación personal afectada en mí trabajo.
El ambiente se sentía pesado, las miradas eran penetrantes, de curiosidad, y aunque los empleados intentaran ser discretos, podía escuchar con mucha claridad sus exclamaciones de asombro y de incertidumbre cuando se percataron de mi llegada. Les interesaba el chisme, porque un día antes me habían visto salir a gran velocidad de la oficina y también, porque estoy segura de que alguien ya había corrido el rumor, además, tengo la certeza de que, deseaban indagar con el futuro de la empresa, ya que, quizás… eso les generaba cierta incertidumbre.
No me importó nada de eso, yo no debía sentir vergüenza de nada, y, por el contrario, transitaba por los pasillos con la frente en alto, intentaba también, disimular con bastante esfuerzo mi resaca, tenía una jaqueca increíble.
Cuando salí del elevador, justo en el piso en donde están las oficinas de dirección y gerenciales, me topé con una agraciada figura.
–Lo… sien…to…–se disculpó la chica que chocó contra mí, su tono de voz se escuchaba cortado, como si intentara contener un llanto, sollozos.
La miré más de cerca, se trataba de Lea, la secretaria de mi ex esposo, me corrijo… la amante de mi ex esposo.
Cuando sus ojos marrones chocaron con los míos grises, vi la expresión de su rostro aterrarse, la detallé más… Lea era más joven que yo, de rostro angelical, cabello ondulado y de complexión delgada, en sus mejillas existía una remarcada vereda oscura causada por sus lágrimas que se habían encargado de correr su rímel que no era a prueba de agua y entre sus manos, una raída caja con sus pertenencias. Lo supe sin que me lo diga, Hugo la había despedido.
> pensé.
Sentí enojó, algo se removió en mi estómago, no estaba furiosa con ella, porque… se nota que es una chica tonta e ilusa que cayó en las garras del lobo de Hugo, estaba enojada porque la estaba corriendo como si ella fuera la culpable de todo este embrollo.
–No te preocupes. Suerte. –le dije con un tono recto, pero sin que sonara agresivo, entonces… seguí mi paso, no le guardaba ningún tipo de rencor, ni mucho menos odio, porque siendo totalmente honesta… me había ayudado a romper este jodido compromiso.
Entré a mi oficina después de saludar a Mel, quien se notaba totalmente asustada y más nerviosa que de costumbre, quise otorgarle una leve sonrisa llena de confianza que la ayudar a relajarse.
Instantes después de que tomé posesión sobre mí escritorio, escuché la voz de Hugo y cuando me puse de pie a indagar qué sucedía me encontré con él en la puerta, metiéndose a la fuerza y sin mi previo consentimiento.
–¡No llegaste a dormir ayer! ¡¿Dónde pasaste la noche?! Y no trates de mentirme porque sé que fuiste al: “Gold bar”. –gritó.
Yo hice un gesto de enojo, lo último que deseaba era toparme con su maldito semblante y me enojaba que me pidiera explicaciones, le dejé en claro que no ya no tengo ninguna relación con él.
–Podrías hacer el favor de retirarte de mi oficina, sino…. llamaré a seguridad, Hugo. –fruncí los labios y lo miré directamente, él supo que mi amenaza iba enserio cuando acerqué mi mano al teléfono.
Es la primera vez que lo veía con la corbata mal amarrada y el rostro ojeroso, había bebido la noche anterior, lo sabía sin que él me lo dijera, entonces… lo vi llevarse las manos hacia su cabello el cual, siempre estaba perfectamente peinado, con sus dedos recorrió sus hebras y echó un inmenso suspiro.
–¡Carajo Hanna! ¡¿No podíamos haber intentado resolver esto entre nosotros!? ¡¿Era necesario que nuestros padres se enteran?! –me gritó e intentó acercarse a mí.
–No te atrevas a tocarme. –le advertí cabreada. –Y es que… ¿había una solución para lo que hiciste, Hugo? ¡Jamás hablamos! –le respondí alzando la ceja. –Seamos honestos, alguien debía darle un fin a este teatro. Nuestro matrimonio es un CONTRATO y tú no lo cumpliste. –le aseguré con unos ojos directos.
–Hanna, te amo. –me declaró y prontamente se acercó intentando forzarme a besarle, sentí sus fríos labios y un sabor a ron, entonces… de prisa, le di una cachetada y lo empujé lejos de mí.
–¡No voy a tolerar tu comportamiento, Hugo! ¡No me amas! ¡¿Crees que no sé de lo que eres capaz con tal de obtener lo que quieres?! ¡Si me “amaras” entonces, jamás me hubieras engañado! –afirmé. –¡Por otro lado, eres un maldito canalla, estoy segura de que le has echado toda la culpa a Lea! –expresé, mientras lo veía consolar su mejilla roja; me miraba con recelo.
–¡¿Sabes lo que este divorcio nos está costando?! –me gritó. –¡Las acciones de la empresa bajaron un 10% esta mañana! ¡En tan solo veinticuatro horas! –afirmó.
> pensé.
–Es culpa tuya, Hugo, no mía. –le declaré.
–¡¿No te importa?! –me interrogó.
–¡Vete de mi oficina, Hugo! –blasfemé.
–No te voy a dar el divorcio, Hanna. –se dio la media vuelta para irse. –Y era enserio cuando dije que te amo, no hay mujer más adecuada para mí, que tú. –exclamó y aporreó la puerta cuando salió.
Rodé los ojos y eché un terrible suspiro, mi dolor de cabeza se incrementó más.
- - -
La situación de la empresa se complicó, mi padre me reprendió por no haberle consultado la situación antes y, las acciones de la empresa bajaron, sino hacíamos algo pronto las cosas podían continuar agravándose.
Se decidió contratar un CEO nuevo, uno que ayudara a unificar la situación de la empresa pese a la disputa que estábamos teniendo. No quisieron que ni Hugo ni yo, fuéramos partícipes del proceso de elección de esté. Fue algo que decidieron nuestros padres, Dereck y que por lo visto mi hermano Arthur también tuvo algo que ver, ya que, como ha estado en otros países, ha tenido la oportunidad de conocer a gente totalmente apta y con bastante experiencia en el ramo.
Hoy era la presentación de dicha persona, habían convocado una junta con la mesa directiva, estábamos en el mismo lugar en donde, le había pedido el divorcio a Hugo. Él y yo, no nos habíamos dirigido la palabra en estas últimas tres semanas, y en este momento, ambos estábamos sentados lo más apartado posible, pero podía sentir su penetrante mirada clavada sobre mí, eso solo me hacía rabiar aún más.
–¿Y de quién se trata? –le cuestioné a Arthur con gran curiosidad.
–Vamos Hanna, calma tus ansías, pronto le conocerás.
–Me emociona que sea una mujer. –le dije.
–Creo que quedarás muy sorprendida. –sonrió y luego, probó su café.
Me acomodé en mi silla, todos me mal miraban, la mayoría de los accionistas eran hombres, y las infidelidades eran parte de su día a día, para ellos… yo era la villana de esta historia, los ignoré, porque honestamente, me he sentido tan feliz de no tener que llegar a esa horrible mansión al salir del trabajo, además… confió en mi trabajo y sé que todo mejorará, me esmeraré para que así sea y entonces… les comprobaré que una unión matrimonial no era necesaria para llevar a la cima del éxito nuestra empresa.
Había muchos murmullos y cuchicheo en la sala de juntas.
Bebí mi café, estaba delicioso, muy cargado como me encanta, le di un sorbo más grande, mientras escuchaba el pestillo de la gran puerta ceder a la fuerza que ponía alguien del otro lado de está; puse mayor atención a unos elegantes zapatos de charol que se asomaron, unos pantalones azul marino que representaban un traje en el mismo tono, el portador era alto, de largas piernas, hasta aquí se sentía su varonil perfume, una melena se balanceaba a sus movimientos, se paró frente a nosotros.
–Les presento al nuevo CEO de “Magnus corporation”. –exclamó Arthur, mi hermano. –el señor Damian Stoker,
Cuando Arthur terminó de conferir ese nombre, sentí un terremoto de la escala más alta posible atacarme, podía jurar sin dudas que, algo se agitó bajo mis pies, ¿solo yo lo sentía? ¡Claro que sí! ¡Solo para mí se alborotó el mundo!
Casi escupo mi bebida, por suerte logré contenerlo con ayuda de mis cachetes, todos giraron la mirada hacia mí.
–¿Todo bien, Hanna? –cuestionó mi padre con un tono inquisidor y ojos fijos.
–Sí, una disculpa, solo que mi café está muy caliente, continúen. –intenté recuperar la compostura.
Frederick, mi ex suegro, negó con la cabeza como si desaprobara mi comportamiento, ese feo hombre me odia más que nunca.
Hugo también me miró con desconfianza, ¿sabía algo? ¡Carajo!
No podía ser, esto tenía que ser un chiste de mí hermano.
Con cuidado y discreción, volví a escanear esa figura frente a mí, observé su cabello color castaño, su rostro maduro y el tono azul de sus ojos combinaba a la perfección con su traje.
> pensé, debo estar soñando, quise cachetearme, pero esas acciones serían reveladoras.
Dios, Demian se percató de mi estremecimiento y justo ahora, tiene esa sonrisa burlona y sarcástica que tanto lo caracteriza, ladeé la mirada después de comprobar nuevamente su identidad, pero… no cabía duda, el atractivo hombre frente a nosotros se trataba nada más y nada menos que de…. Mi cielo perdido.