— A mí no me vuelvas a tocar. — ¿Q-qué? Su rostro se frunció y volvió a intentar golpearme y lo sostuve con más fuerza. Con el paso del tiempo yo podía soportarlo más y él cada vez tenía menos con qué atacarme. Podía recordar cada uno de los momentos en los que su rostro había cambiado por eso. Ya no tenía potestad sobre mí y por eso era mejor encerrarme. Para que no hiciera nada en su contra. — Me vuelves a tocar y te asesinaré —gruñí y empujé su mano—. Aléjate. — ¿Qué estás diciendo? — Lo que escuchas. Con lentitud él salió de mi habitación y sin mirar atrás cerró la puerta con candado. Ni siquiera eran las dos de la tarde y no podría salir hasta que se durmieran. Miré el techo de la habitación y exhalé. Podía sentir cómo descansaba de lo que había pasado y rasqué