Capítulo 5

2314 Words
La noche caía y José Manuel conducía el auto en silencio, jamás se hubiera imaginado que una mujer como ella, despertará esos  sentimientos en él, nunca veía a las mujeres como personas  necesitadas de algo diferente que no fuera sexo, pero con la que tenía a su lado era muy diferente. La miró de soslayo.  Suspiró. Ella despertaba en él una necesidad imperiosa de tenerla, para cuidar, proteger  y sobre todo de poseerla. José Manuel se sentía de manera extraña con la presencia de Dessiré, ella era muy tierna, sencilla y amorosa sin dejar de lado lo hermosa que ella era para él. - Apenas lleguemos le curo la mano para que no sé infecte - decía ella, mientras acariciaba la herida con cuidado. La sensación que  le provocó al tocarlo sin malicia, desborda todo un torrente de calor en todo su cuerpo, el cual lo ha mantenido bajo control, ya que su apetito s****l es muy activo, pero algo en ella, lo controla y a la vez lo sujeta. Al llegar él baja y muy caballero le abre la puerta del auto, coloca su mano en la espalda de ella y la guía. La  acompaña hasta la puerta del pequeño apartamento y cuando ella introdujo la llave en la cerradura la puerta se abre  por sí sola. Él  rápidamente la quitó  e instintivamente la colocó detrás de él, y abrió la puerta con extremo  cuidado. El temor asoma en el bello rostro de Dessiré, y palideció. Al abrir la puerta, los ojos de la joven madre se abrieron muy grande, un nudo que se formó del temor se fue apretando cada vez más en su garganta y lágrimas silenciosas, rodaron, de la impotencia de lo que sus ojos negros veían. Los muebles estaban cortados, todo roto y manchado, las plantas fuera de sus macetas, el colchón estaba cortado en varias lugares.  La  pequeña cama de su hija estaba toda destrozada.  Las  cortinas rasgadas y jirones de la tela rodaban por el piso, todo era un desastre.  Era  como si un tornado hubiera pasado por todo su pequeño apartamento destruyendo todo a su paso. La boca de José Manuel estaba apretada por la furia. - ¿Fue Agustín?-la voz de José Manuel era fría y sin emociones - ¿Cierto?- sus ojos recorrían la estancia destruida. Ella en silencio y con rabia limpiaba las lágrimas de impotencia. - ¡Quien más!- dijo entre los dientes, no podía hablar de la misma irá que sentía al pensar en Agustín. - ¿Él  siempre fue así?- volvió a inquirir mientras metía sus manos en los bolsillos de su fino pantalón para controlar su mal genio. - No, al comienzo era cariñoso, respetuoso - sorbió los mocos- pero cuando me pidió que me acostara con él, y yo no acepté- limpiaba la nariz- cambió totalmente. Ella en silencio observaba todo el daño, y recordaba con cuánto sacrificios ella había comprado cada una de sus cosas. Cuántas  privaciones tanto para ella como para su pequeña hija, para que viniera ese hombre a destruir todo.  No sólo destruyó cosas, también destruyó sus sueños, pero no se iba a derrumbar por un cretino como ese que ni siquiera valía la pena. Furiosa vociferó olvidando a quién tenía a su lado. - Todos los hombres son iguales.  Van  por la vida destruyendo, son sólo depredadores. Creen  que las mujeres son solo objetos sexuales - hablaba con rabia- creen que las mujeres no tenemos la capacidad de escoger, de pensar…- respiraba entre cortado por la ira-  de tomar decisión por nosotras mismas, son unos....... cretinos- de pronto recordó que José Manuel estaba ahí con ella y lo miro confundida -¡Lo siento! José Manuel sólo hacia un mohín con la boca, él tenía sus manos dentro de los bolsillos del pantalón, no podía argumentar nada porque él era un depredador. Ella  prácticamente lo estaba describiendo. Suspiró  y sus ojos se encontraron con los de ella que lloraban. -No te puedes quedar aquí- logró hablar y así cambiar de tema que es escabroso para él. Ella lo miró. Él  vestía un traje en gris plomo y la corbata era gris oscuro el cual le sentaba de maravilla, haciéndolo ver aún más masculino y sexy, y le sonrió  con tristeza. - ¿Y adónde voy a ir? Este es mi hogar y aquí me quedo.- dijo con terquedad. Él comenzó a caminar por el lugar, y cuando ella vio que se dirigía a la habitación, ella lo agarró por el brazo.  - ¡No!- lo jalono para no dejarlo entrar  a la habitación. -¿No?- se le despertó a él la curiosidad - ¿Qué vas a esconder? ¿Las bragas? - se burló. - No, por favor quédate aquí- y enseguida ingreso a la habitación y tomó dos portarretratos y los guardó en un cajón de una mesa de noche, para que él no viera las fotos. Él no le hizo caso y la siguió, pero no la vio tomar las fotos.  - ¿Ya escondites las bragas?- se volvió a burlar de ella. - ¡Idiota!- lo dijo en voz baja para que él no la escuchara. -¡Te oí!- le recriminó - recoge la ropa que necesites por unos días que nos vamos. Salió de la habitación y comenzó a hacer varias llamadas, luego la miró.  - ¿Vas a llamar al padre de la niña?- le preguntó. -¿Acaso no eres tú el padre?- se burló de él. Al ver que él levantaba la ceja soltó una carcajada.  -Él no sabe de su existencia -bajo la cabeza avergonzada. Él la detalló.  Era  blanca, sus cabellos eran negros y por la ordinaria  coleta, podría decir que lo tenía muy largo, tenía unos ojos negros que a él le encantaban, vestía unos pantalones algo anchos que le quedaban  asquerosos, era como si escondiera sus atributos. -¡Te admiro! - la observaba, no podía apartar los ojos de ella. Ella que estaba recogiendo del suelo algunas cosas al oírlo giro su cabeza y lo miro. -¿Por?- ella recogió los labios, y lo miró con curiosidad. - Eres muy valiente - le tomó la mano- a pesar de todo el daño que te ha hecho ese canalla, no te rindes ni te acobardas. -No puedo.  Por  el amor de mi vida tengo que seguir adelante - se soltó de su agarré.  Él  le recordaba emociones ya olvidadas en ella, emociones que trató por mucho tiempo, dejar enterrado en el pasado. Él se tensó. - ¿El padre de la niña?- quiso saber. Ella le sonrió y le mostró la puerta. - No, por mi hija, ahora por favor....- le señalo la salida de su destrozado apartamento. - No me voy a ir sin ti- fue y se acomodó en lo que quedaba de un sillón- y si te quedas, yo también- sentenció. Ella se tensó y abrió sus ojos. -Pero.....- se enrojeció él la hacía sentir que era protegida, y no le gustaba esa sensación, no quería volver a equivocarse, no con él. - Ya dije, recoge la ropa que vas a necesitar tú y "mi hija"- se acomodó y le devolvió la broma. - ¡Agg, está bien!- se marchó a la habitación, donde recogió las prendas que estaban en buen estado, porque la mayoría estaba destrozada, picada o manchadas. Luego llegaron a una enorme casa. Que parecía más un palacio que un hogar. Pasaron  directo a una gran cocina, en donde se encontró a una mujer que lavaba unos platos. -¡Señor! - se sorprendió al verlos llegar juntos - ¡No lo esperaba, a esta hora! -Mónica, por favor instale a la señora y adecua una habitación para una niña de cinco años, con todo lo necesario - daba órdenes, mientras marcaba  un número al teléfono - por favor me avisas cuando esté lista la cena, voy a cenar con la señora- salió de la cocina. La joven queda en la cocina algo incomoda. -¡Lamento, causar, problemas!- dijo avergonzada al ver que la mujer se molestó por las órdenes de su jefe- sólo será por esta noche. Mónica una mujer de unos treinta y tantos años, se mostró huraña, y mal intencionada, dejando en claro que no estaba contenta con la presencia de Dessiré y así se lo dejó ver a la joven que de inmediato se incomodó aún más. - Él nunca había traído una mujer a su casa- la escrutó sin disimular- ¿Que eres de él? -Yo solo.... - la incomodidad era superior a la joven madre que no encontraba palabras para responder. - Mi mujer -los ojos de José Manuel se petrificaron  por el disgusto al mirar a la empleada, ya se había quitado el saco y la corbata- ¿Algún problema con eso? Mónica se sorprendió por aquella mirada fría y dura como el acero. -No señor, sólo que es extraño que usted....- se interrumpió avergonzada  al ver el rostro de su jefe. Él miro a su invitada - Bueno, ya era hora ¿No crees? - le sonrió a Dessiré que lo fulminaba con la mirada, también- ven vamos para que conozcas tu nuevo hogar. Él le extendió la mano y ella disimuladamente lo rechazo. Lo siguió en silencio. -¡Deja ya la tomadura de pelos! - le rezongó  enojada cuando entraron en la oficina- quien te oiga puede mal interpretar, como le pasó a ella- le indicó a la empleada. Él le sonrió y elevó sus hombros para restar importancia a lo que ella le decía. - Dessiré, quiero proponerte algo- llegaron a una lujosa oficina en donde habían varios estantes de libros, un gran escritorio caoba y varios sillones y él le indicó un sillón donde ella se acomodó -tú tienes un problema de seguridad y yo necesito una esposa para poder asumir la presidencia de la empresa Electrónic. Ella que recorría la habitación con la miraba, se giró con el ceño fruncido, vio como él se servía un líquido ámbar en una pequeña copa, le ofreció una, pero ella con la cabeza le dijo no, pero había algo que no le gustaba de sus palabras. - Yo te doy seguridad, tanto financiera como personal - él se sentó en el escritorio- y a ese cretino de Agustín lo mantengo lejos de ti- tomó un trago de su copa- Kiara Manosalva  será legalmente nuestra hija... Una corriente eléctrica salió desde el cuello y recorrió todo el cuerpo de la joven. - Pero... que estás diciendo....- lo interrumpió asombrada por la extraña conversación. - Yo por el contrario obtengo a una esposa la que me permitirá poder acceder a la presidencia de Central Electrónic, lo cual es lo que más deseo  en estos momentos  -  Continuó  sin importar  que ella lo interrumpiera. - Yo...- no logra decir nada. - No digas nada  por ahora. Sólo  piénsalo - terminó de beber- será como los matrimonios arreglados en la antigüedad. Yo  no quiero casarme, pero las circunstancias me obligan y un acuerdo de divorcio te beneficiaria, te compensaré por tu ayuda. Ella lo miró sorprendida.  Jamás  se imaginó que el destino le jugará una mala pasada dos  veces con el mismo hombre. - En la oficina todos dicen que usted se casará pronto - ella lo miraba intrigada - ¿Va a dejar plantada a su novia? - No, porque mi novia eres tú -sus ojos brillaban de sólo imaginar, las noches enteras en sus brazos lo excitaba en gran manera - tú serás mi esposa. - Pero...yo pienso que usted no habla en serio - sus ojos se encendió de furia - usted lo que quiere es  lo mismo que todos- se levantó - acostarse con esta idiota. Él se levantó y se acercó a ella. - No estoy bromeando  y habló muy en serio  quiero que nos casemos, y si no quieres sexo, no lo habrá, por un tiempo, hasta que nos conozcamos más - aunque no era lo que él deseaba, él la desea con intensidad y ya - será nuestro acuerdo privado.  Yo  mantengo lejos de ti y de tu hija al cretino de Agustín y tú me enseñas  a ser un esposo ejemplar - la miró, pero sus ojos se concentraron en la boca sensual de Dessiré. La mujer tenía sobre la mesas sus cartas para solucionar varios de sus problemas. Darle paz a Leopoldo, el padre de Kiara quedaría solucionado y Agustín  lejos de ellas dos. Pero estaba su secreto ¿Qué pasaría si él lo  llegará a descubrir? -Yo...puedo pensarlo - sus nervios la aterra de que deje al descubierto sus más guardados temores. - No.  Dímelo  ahora, porque desde mañana comenzará el rumor de que reanudamos nuestro romance y dirás qué Kiara es mi hija y yo no lo sabía - le sonrió al idear mejor su mentira ante la empresa - usaremos la verdadera historia, pero con un final feliz. -“La verdadera historia”- pensó asustada la joven- “Si tan solo supieras” - ¿No tendremos problemas? - lo miraba.  La  propuesta la ayudaba con decirle la verdad a su hija sobre la identidad  de su padre.- ¿Con tus amantes?- ella lo conocía bien. - No.  A  partir de hoy no habrá más amantes - sus ojos sonreían - sólo serán,  tú y mi hija. ¿Por qué no aceptar la segunda oportunidad que el destino le ofrecía?  Ella  nunca lo buscó para contarle su secreto, siempre lo mantuvo muy guardado. Sólo  había un pequeño problema, Alicia, pero ya lo solucionaría. - Esta bien, acepto ser tú esposa- ella vio el brillo intenso de los ojos de él, y sintió como su cuerpo reaccionaba a su presencia. -Entonces, futura señora Manosalva, ¿Cenamos?- él con una sonrisa le extendió la mano y fueron a la cocina a cenar.  
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