Eran demasiados, atacándolo todos a la vez sin dar tregua al rey de los elfos. Ninguno esperaba su turno para enfrentarlo, por lo que Cirdán inmediatamente después de derribar a uno, se lanzaba otro sobre él, mientras otro guardia le golpeaba en el costado y otro más le propinaba un golpe en el rostro. Desde el principio, la batalla era desigual y, como era de esperarse, Cirdán terminó perdiendo. Los guardias silfos le colocaron unas esposas extrañas en las manos, unos guantes de plata sílfica que unían sus manos en posición de plegaria y le impedían utilizarlas, además de amordazarlo para evitar que pudiera hablar y usara la voz. También le cubrieron la cabeza con una capucha oscura, al igual que a Liara, pero con mayor violencia, impidiendo que pudiera ver a dónde lo llevaban. Su suert