Le habían propinado una golpiza injusta. Veinte contra uno. De no ser por la mordaza que le habían colocado en la boca, habría comido tierra por la cantidad de veces que lo arrastraron o hizo contacto con el suelo debido a los brutales golpes. También le habían cortado el cabello. Ahora le llegaba hasta su cuello cuando antes le llegaba hasta sus antebrazos. Por supuesto, las hadas se burlaban diciendo que ahora parecía un hombre. Pero, en cualquier momento, esperaban que ese cabello oscuro y ondulado se transformara en rubio, y que su piel bronceada se volviera pálida. Sin embargo, nada de eso ocurrió. El elfo seguía igual. Pero, para sorpresa de todos, él no se quejaba ni balbuceaba pidiendo misericordia. Eso les parecía extraño y lo único que podían asumir era que estaba tramando algo.
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