Al día siguiente...
Liara abrió lentamente los ojos, mirando a su alrededor sin saber dónde se encontraba ni qué había ocurrido. Solo recordaba su nombre, Liara, y que tenía ocho años, habiendo nacido al inicio de la primavera.
—¿Dónde... estoy? —preguntó la niña, sin poder moverse debido a las graves heridas que, aunque estaban cerradas, requerían tiempo para sanar.
—¿Cómo te llamas, niña? ¿Dónde están tus padres? —preguntó la cuidadora de la casa hogar.
—M-Me llamo Liara... —dijo la pequeña, sintiendo su garganta reseca.
Los humanos de la aldea no se aventuraban en el bosque, ya que los elfos, con su magia de la voz, les impedían el paso, mintiéndoles sobre la presencia de peligrosos animales y advirtiéndoles que no se acercaran a esa área. Por lo tanto, el templo del dios del bosqu
