Dos días más tarde: Reino de Lumirelia La habitación de la posada estaba impregnada de un suave aroma dulce que a Cirdán no le resultaba del todo agradable, pero tampoco le incomodaba. Era soportable para él, una mezcla de vainilla y jazmín que provenía de los candelabros esparcidos por la estancia. Las velas, aromáticas, destilaban una fragancia que resultaba inusual en Arvender, el reino de los elfos. Ahí no acostumbraban a darle aroma a las velas. «No me agrada demasiado el dulce» pensó Cirdán mientras volvía su atención a lo que estaba haciendo, justo antes de que un gemido escapara de los labios de Liara. En ese momento, se encontraban alojados en una posada del tercer pueblo que debían atravesar para llegar a la ciudad capital amurallada, estaban tan cerca que ya desde esa distanc