Al día siguiente...
—¡Levántense, nos vamos! —dice un hada a Cirdán y Liara, quienes estaban acostados en el suelo, aunque la única que estaba durmiendo era Liara, ya que el rey elfo había estado vigilando toda la noche.
A Cirdán no le molestaba quedarse en vela, ya estaba acostumbrado, por lo que no le afectaba en lo absoluto. Lo primero que ve el hada cuando llega es que la humana y el elfo están desatados. Esto sorprende tanto al ser alado que exclama:
—¿Cómo se desataron? ¡Las cuerdas estaban bien atadas! Tenían pensado escaparse, ¿verdad? —exclama el silfo con una actitud amenazante, como si estuviera a punto de golpearlos. Pero Cirdán se levanta y, utilizando su voz autoritaria, dice:
—Guarda silencio y olvida ese detalle —ordena Cirdán con voz firme, y el hada, en contra de su v
